Cuando nunca no ocurre nada

El cristiano es alguien a quien le ha sucedido algo. E.L.Mascall

Qué ocurre cuando nada ocurre. Cuando pasan los meses, los años y tu vida parece un barco varado.

Ser cristiano es más que obtener un título en teología, acudir frecuentemente a una iglesia, hermanarte con personas que comparten tu misma fe…

Cuando el ser humano tiene un encuentro con Dios y en ese encuentro halla una convincente razón de cambio reconociendo a Cristo como único salvador, comienza a denominarse cristiano; seguidor de Cristo.

Los que así nos hacemos llamar, debemos considerar que la descripción de la fe que profesamos ha de ser más que una etiqueta. Somos ante todo imitadores de Jesús, y a partir de ahí, pónganle los calificativos que quieran, pero ser discípulos de Cristo es el mejor de todos los títulos que uno puede tener.

Al hablar de Dios, de su poder, de su misericordia, sobran apelativos, ya que es imposible delimitar a Dios.

Reducir a Dios y esconderlo bajo un velo de religiosidad es equívoco.

Aparentar vivir bajo unas premisas religiosas y obviar al autor y consumador de nuestra fe, es algo que carece de toda lógica, pero es una realidad diaria en nuestra sociedad.

Tristemente aprecio vidas que determinan llevar una distintiva etiqueta en la que con claridad se lee: Soy Cristiano, pero pese a ello no compruebo el sello de Jesús, no veo que ocurran cosas.

Son vidas que se han acostumbrado a asistir religiosamente a la iglesia, a entonar las muy conocidas alabanzas y a decir de vez en vez un sonoro amén cuando hay que corroborar lo que dice el pastor.

Son vidas que no cuentan la historia de la cruz, que no hablan de sacrificio y amor, vidas que no viven el perdón, que no saben perdonar a pesar de saberse perdonadas.

En un cristiano tienen que suceder cosas, pequeñas cosas de gran valor. Se tiene que experimentar un desapego a la temática de la sociedad para crecer en espíritu.

No debemos caer en vidas trazadas a las que parece no sorprenderles nada. Vidas carentes de vida que subsisten sin mostrar el fragor de la presencia de Dios.

Yo anhelo que me ocurran cosas, que Dios no pase de largo sino que cada día me pueda sentar a sus pies y recibir mi parte. Quiero que mi vida crezca y que desde fuera se note ese crecer, ese florecer continuo, ese resurgir de las cenizas para volver a emprender el vuelo.

Una vida con Dios no es una vida cómoda, no es una vía fácil por la que peregrinar, es un sendero con sus escollos, con muchas dificultades, pero inundado de una gracia que no se pueden adquirir en otros caminos.

Una vida con Dios es una vida presta al milagro, a la transformación, al silbo suave y apacible cuando lo deseado es el estruendo y la tormenta.

Una existencia cercana a Dios, es un vivificarse cada día para contemplar como siguen aconteciéndonos cosas grandiosas que para otros son imperceptibles.