Prisionera del ayer

Lejos quedó tu joven y esbelta silueta recortada entre las jacarandas del parque que inevitablemente temblaban a tu paso, silenciosas ante la aparición de un ser tan delicadamente hermoso.

Fuiste la más envidiada, la más deseada, aquella a la que todos, hombres y mujeres querían tener como amiga.

Portadora de tantos ungüentos, de mágicas pócimas que devolvían la tibieza a los ojos de quienes desesperados te exigían un remedio para su dolor. Alborotada de sueños siempre supiste regalar con el susurro de tus labios un oasis a quienes erraban por el erial de la vida.

Hoy te han devuelto un equipaje ajado, mustio. Quienes estuvieron embelesados por ti se han convertido en brumas del pasado.

Cuando pierdes tu lugar, ya no eres la misma.

El tiempo ha desfilado y tu gloria se esfumó con el vigor de los días de juventud.

Sigues conversando con el mismo lenguaje, buscando el mismo acento, eludiendo los años y el ocre tono del otoño en ti.

Persistes en tus pensamientos creyendo que siempre serás la reina del lugar, pero eludes una gran verdad y es la evidencia de que ya no eres quien fuiste ni volverán a reverenciarte de la forma que lo hicieron.

Te harías un gran favor si te vistieras con ropas de presente, si dejaras de idealizar el ayer y fueras capaz de vivir el día de hoy.

La vida pasa, los años transcurren, las personas maduran. Tú has decidido quedarte anclada en un mundo irreal, el mundo de una joven que durante sus dulces días de juventud disfrutó siendo la favorita, la admirada, el centro de atención.

No has sabido vivir el momento actual te has limitado a trazar recuerdos y darles forma para que te sirvan de balaustrada desde la cual mirar sin ser juzgada, coloreándolos y recreándote en ellos.

Fútil es la belleza cuando únicamente se vive pensando en no perderla.

Las hojas abandonan su verdor cuando llega el otoño, caen marchitas ante la llegada de una nueva y desconcertante estación. Qué bueno es saber acariciar cada instante y darle la importancia precisa a cada momento.

Es realmente hermoso conducir tu vida sabiendo que es una travesía en la que todo tramo posee un valor extraordinario, inigualable. Cuan acertado es dejar atrás los atavíos del ayer y ceñirnos las ropas que se adecuen a nuestro estado actual. Todo puede ser más agradable si aprendemos a mirarlo desde el prisma de la experiencia que nos dan los años vividos, recordando siempre que la belleza es engañosa y vana la hermosura.