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Protestante Digital

 
La economía del Reino (X)
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El trabajo según el Nuevo Testamento

Pablo esperaba también de los miembros de las iglesias fundadas por él, que trabajaran con sus manos para que así vivieran honradamente en relación con todos y se mantuvieran a si mismos.
LA VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 29 DE ENERO DE 2014 23:00 h

En mi última entrega, señalé cómo la visión del trabajo que aparece en la Biblia encaja no precisamente bien con aquella a la que estamos acostumbrados en determinados contextos como los de las naciones sociológicamente católicas. El trabajo es algo vinculado a la condición humana y no una maldición. Más paradójico puede resultar el ver la manera en que ese trabajo aparece descrito en las Escrituras. Con seguridad, algunos se sentirán más que irritados, pero la verdad es que si Juan el Bautista consideró que la conformidad con el salario es una marca de aceptación del Reino (Lucas 3: 14), el mismo Jesús señaló que el mismo Dios sigue trabajando (Juan 5: 17) y además marcó una serie de criterios políticamente correctos. Por ejemplo, el trabajo no es un lugar en el que se aparca a la gente para entregarle un salario sino que, por definición, debería ser productivo.

En la parábola de las minas (Lucas 19:10 ss), Jesús censura acremente al que no ha producido e incluso traduce ese principio a la vida espiritual. Lo mismo podemos ver en la parábola, parecida, pero distinta, de los talentos (Mateo 25:14 ss). Sin duda, hay muchos que consideran ideal una sociedad donde hay “trabajos en los que no se trabaja” o donde, como ironizaban los ciudadanos de la felizmente desaparecida República Democrática Alemana, “ellos hacen como que nos pagan y nosotros hacemos como que trabajamos”. Sin embargo, en la cosmovisión del Reino lo que se contempla es que del trabajador – precisamente porque es digno de su salario (Mateo 10:10) – se espera que se lo gane produciendo.

Pero el trabajo no sólo debe ser productivo sino también bien hecho. A decir verdad, el trabajo tal y como el Señor desea no tiene nada que ver con las condiciones en que se realiza. Nuestro sentido del deber, nuestro pundonor, nuestra seriedad laboral no deben estar relacionadas ni determinadas con la simpatía del jefe, el montante del salario o lo divertido de la tarea. Por supuesto, todos deseamos que nuestros superiores sean amables y considerados, que la retribución sea excelente y que la labor cotidiana no resulte rutinaria, pero, desde el punto de vista del Señor, esos aspectos son secundarios frente a otros. Pablo, escribiendo a los colosenses (3: 22 y ss), enseña a los esclavos que su obediencia a los amos no debe derivar del deseo de aparentar para quedar bien sino de la convicción de que trabajan, en realidad, para el Señor y será El quien los recompense. Por supuesto, exhorta a los amos a hacer “lo justo y recto” (Colosenses 4: 1), pero ninguna de las enseñanzas está condicionada por la otra. Los amos han de ser justos y rectos siempre de la misma manera que los siervos deben prestar sus servicios no para cubrir el expediente sino como si se los rindieran al Señor. Sin duda, así la productividad quedará garantizada, pero no menos sucederá con la calidad del trabajo.

El pasaje paulino de Efesios 6: 5-9 presenta un comprensible paralelo. El apóstol insiste en que los esclavos trabajen como lo harían para Cristo y no para presentar una apariencia de laboriosidad y en que los amos sigan también esa línea de conducta. Compárese la enseñanza del apóstol con lo que estamos escuchando a todas horas desde las más diversas instancias y habrá que convenir en que la visión económica del Reino no es, precisamente, políticamente correcta. Añádase que Pablo insistía machaconamente en que no debería comer el que no trabajara (2 Tesalonicenses 3: 10-12) y se comprenderá por qué no es el patrono de determinadas instituciones que pretenden representar a los trabajadores.

Por si todo lo anterior fuera poco – y en claro contraste con la cultura romana - el trabajo entre la gente del Reino podía ser físico sin perder un ápice de honorabilidad. Pablo no sólo trabajaba (Hechos 18:3) sino que además podía jactarse de que el trabajo lo realizaba con las manos (I Corintios 4: 12). De hecho, su superioridad sobre otros apóstoles no venía de su mayor elocuencia o capacidad discursiva o fecundidad literaria sino de que trabajaba secularmente y así no era carga para nadie (I Corintios 9:6 ss). Eso esperaba también de los miembros de las iglesias fundadas por él, que trabajaran con sus manos para que así vivieran honradamente en relación con todos y se mantuvieran a si mismos (I Tesalonicenses 4: 11-12).

Por si todo lo anterior fuera ya poco molesto desde una perspectiva del mundo, las Escrituras muestran que el trabajo tiene una finalidad que no es precisamente la de ser aprovechado únicamente por el que lo realiza. Todo lo contrario.En Efesios 4: 28, podemos encontrar una enseñanza del apóstol Pablo difícilmente más clara:“El que hurtaba, que ya no hurte, sino que trabaje haciendo con las manos lo que es bueno a fin de que tenga algo para compartir con el que pasa necesidad”.

El trabajo, en este pasaje, tiene un resultado doble. Primero, favorece al que lo realiza permitiendo que lleve una vida nueva, honrada y distante por completo de la que tenía antes de su conversión; segundo, impulsa el que salga de si mismo, de su egocentrismo, de una mirada de la realidad dirigida sobre sus únicos problemas, para proyectarlo hacia fuera y, de manera muy especial, hacia la ayuda a otros.

Como suele ser habitual, la visión del Reino es radicalmente distinta de la de aquellos que no han reconocido a Dios como Rey. En contra de la deplorable teología que pretende que el cristianismo es tal sólo si acepta los postulados de una visión propia de las mutaciones experimentadas por la izquierda, lucha de clases incluida, la Biblia muestra que entrar en el Reino exige lo que Jesús denominó una “justicia muy superior”. Donde una visión sataniza a todo un sector de la sociedad o considera que hay trabajos de primera o de segunda o concibe todo en términos de trabajar poco y ganar lo más posible, Jesús y sus discípulos predicaron una visión del trabajo que condenaba de manera tajante a los que pretendían vivir de los demás sin trabajar; que afirmaba la dignidad de cualquier labor por muy baja y servil que otros puedan considerarla; que consideraba esencial la productividad y la calidad en el trabajo; que ponía la raíz de esa conducta en el deseo no de cubrir las apariencias sino de complacer al Señor y que iba más allá del trabajo como instrumento de mantenimiento personal para convertirlo en vía para compartir con otros.

Semejante visión del Reino tendría consecuencias revolucionarias en cualquier sociedad que la asumiera. Sus ciudadanos no intentarían vivir de los demás ni tampoco mantendrían a castas parasitarias que les abrieran el camino para ello. Tampoco rechazarían empleos prefiriendo vivir del esfuerzo ajeno. Ejecutarían sus deberes laborales con dignidad buscando maximizar sus horas de trabajo tanto como si Dios los estuviera observando en ese mismo momento. Sentirían el orgullo de mantenerse con el propio trabajo y de hacerlo de la mejor manera posible. No acapararían con egoísmo sus frutos sino que los compartirían con los verdaderamente necesitados de manera voluntaria y no porque los privaran de ellos para mantener a castas parasitarias entre las que se encuentran precisamente los que dicen preocuparse por ellos.

Compárese ese panorama con el que se ofrece a nuestro alrededor y se verá lo profundamente relacionadas con nuestra vida cotidiana que están las enseñanzas del Reino. Aceptar a Dios como rey y vivir de acuerdo con la normativa de Su Reino es una verdadera bendición y su enfoque del trabajo constituye una prueba irrefutable de la veracidad de esa afirmación.
 

 


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COMENTARIOS

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ikari
09/02/2014
20:37 h
11
 
Sr. Angel, al final no lo entiendo. Pero lo del autor no viene a ser mas que un tratado apologético sectarista, que omite los estudios de la antropología y de las ciencias economicas con relación al progreso de las naciones. Si el norte protestante han desarrollado el concepto bíblico del trabajo, tal como lo afirma don César, no estaríamos hablando de la necesidad de unas normas comerciales más equitativas a nivel internacional, que hagan que los paises economicamente mas fuertes no se sigan enriqueciendo a costa de los paises con menores posibilidades. Estas estructuras injustas se dan no sólo a nivel macro, sino también a nivel micro, donde, en medio de la crisis, los ricos se hacen más r
 
Respondiendo a ikari

Angel Bea
06/02/2014
17:52 h
10
 
Ikari, te agradezco lo de 'Sr.' pero no me importaría si lo retiras. Como quieras. No me parece bien que, por una parte a la hora de defender que en España digáis que hay una gran mayoría de católicos, pero cuando se analiza su forma de ser en cuanto al trabajo, se diga que es 'la masa social que no conoce la ICR' , porque luego, a la hora de 'pelear' por cualquiera de las convicciones particulares de la misma iglesia, (signos religiosos en lugares públicos u otras cosas) siempre se echa mano de toda esa masa social, para 'arrimar el ascua a su sardina'. Tampoco me parece que sean comparables los países con mayoría católica, se supone que 'cristianos' (otra vez, por el bautismo) con 'las col
 
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ikari
05/02/2014
22:22 h
9
 
Hola José, tiene razón en cuanto al presente articulo, pero me refiro al anterior donde el Sr. César lo afirma y extiende una supuesta 'visión católica del trabajo' no sólo a España, Italia o Portugal sino también a las repúblicas hispanoamericanas como causantes de su retraso económico, a la ICAR. El autor deja de lado a las pobres ex-colonias protestantes para comparar lo incomparable entre dos hemisferios. La diferencia de desarrollo entre países se deben a múltiples causas, no únicamente a las de tipo religioso (protestantes vs catolicos). Por su desarrollo historico, no todas las naciones tienen el mismo grado de organización social, ni composición etnica equiparables, ni similares est
 
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ikari
04/02/2014
20:50 h
8
 
Sr. Angel. Vamos por parte. Su C. 4 bien habla de los catolicos sociales, fenomeno cultural de masas en las que no se tiene en cuenta las enseñanzas de la Iglesia en relación al trabajo. Pues entonces, es falso que dichas naciones se retracen por la concepción 'católica' del trabajo, pues la desconocen. Vd mismo refuta al Sr. César. Su C.5 y 6: cada cristiano responde a una tradición cristiana determinada, que le da una cultura religiosa también determinada, por ejemplo, no es lo mismo un protestante luterano que un evangélico pentecostal. Es lo que Vd reconoce en su comentario, por lo que no todo es por simple convicción. Siguiendo con su razonamiento, las ex colonias protestantes de Afric
 
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Jose
04/02/2014
17:15 h
7
 
El trabajo es algo vinculado a la condición humana y no una maldición. Yo no he visto en todo el articulo que se diga que el trabajo es una maldición como dice Ikari en su comentario. Tenemos que leer con detenimiento lo que dice el articulo y no lo que queramos que diga.
 
Respondiendo a Jose

Angel Bea
04/02/2014
17:15 h
6
 
Sigue. Una y otra vez, hemos visto ese cambio, incluso sin tener que decirle a alguien nada: 'Antes de conocer al Señor, odiaba cuando llegaba el lunes y tener que ir a trabajar; pero no sé que me ha pasado: ahora voy contento al trabajo'. Aquí es muy corriente escuchar: 'Como me toque la lotería, va a trabajar 'sanani''. Incluso está muy extendida la idea de que 'el trabajo es una maldición'. Creo que las raíces de esas posiciones, vienen de muy atrás y C. Vidal en alguno de sus artículos las expuso bien. Dichas raíces fueron calando poco a poco, en el pueblo católico (de muchos países, claro) y se metieron en sus genes. Luego, las encíclicas papales podrán decir lo contrario de lo que la
 
Respondiendo a Angel Bea

Angel Bea
04/02/2014
17:15 h
5
 
Sigue. Luego, esas familias, enseñarán a su hijos desde pequeños los mismo valores: en las casas y en las escuelas dominicales. El resultado en los países donde la Biblia tuvo arraigo, ha marcado la diferencia. Eso no quiere decir que en esos mismos países no haya también una masa de gente que no se ajusta a la realidad 'bíblica'. Claro que sí. Lo mismo que en los países 'cristianos' católicos, también hay gente con una buena visión del trabajo. Pero es una minoría. Pero vistos como un todo hay una gran diferencia.
 
Respondiendo a Angel Bea

Angel Bea
04/02/2014
17:15 h
4
 
A pesar de lo que Ikari menciona de las encíclicas, la realidad es que cuando a los que nacen en un país (y han sido muchos los países) 'cristiano' se les bautiza y ese es el medio para 'cristianizar' a los que serán miembros de una iglesia (la que sea) y eso se convierte en una tradición, sin que tenga mayor influencia en las personas bautizadas, ya que no se seguirá con una enseñanza bíblica (o encíclica) relacionada con temas como, en este caso, el trabajo. El resultado es, dentro del contexto de la Religión Católica, millones de personas que 'son católicos de bautizo, comunión, boda y entierro'. nada más y nada menos. Mientras en las iglesias protestantes-evangélicas, los que se conviert
 
Respondiendo a Angel Bea

ikari
02/02/2014
19:55 h
3
 
Sigo sin entender a que visión católica del trabajo se refiere. Pertenezco a la Familia Salesiana en su rama terciaria. Desde la fundación misma de la Congregación, ha considerado al trabajo, no sólo como medio para ganarse la vida, sino también como instrumento de santificación y a nivel mundial tiene miles de centros de capacitación en distintas profesiones y oficios. El Magisterio salesiano es rico en esos temas y se remite a referencias aún más antiguas en relación al trabajo y su dignidad. A ésto puedo añadir La Rerum Novarum, Quedragésimo Anno, Mater et Magistra, Popularum Progressio, Laborem Excersens, Sollicitudo Rei Socialis etc. emitidos por distintos Papas en distintas épocas habl
 
Respondiendo a ikari

Galo Nómez
02/02/2014
19:55 h
2
 
Está claro. Digno es el obrero de su salario. Por lo que tiene todo el derecho de reclamar cuando éste a todas luces es indigno. Incluso recurriendo a la huelga en situaciones extremas, como aconteció con los futbolistas del Santander. Por otro lado, muchos expertos coinciden en que el derrumbe de España se debió, entre otras causas, a la bajas remuneraciones y la brecha social, que se tradujo en empleos precarios e inseguros. En los países evangélicos ha jugado un importante papel en su desarrollo la aplicación de los derechos laborales, mediante un compromiso de empleados y empresarios, pero también gracias a una férrea legislación pública. Si no lo creen, vean el documental 'El Alto Costo
 
Respondiendo a Galo Nómez

Samuel Crespo
02/02/2014
19:55 h
1
 
Me ha parecido un artículo muy interesante sobre la perspectiva del trabajo, y sólo me gustaría añadir un pequeño matiz complementario a lo ya expuesto: el apóstol Pablo también remarca que, siempre que sea posible, se busque una mejora en las condiciones de trabajo, y una igualdad entre siervos y amos, o en lenguaje actual, empleadores y empleados; como se puede ver en su intercesión por Onésimo, entre otros.
 



 
 
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