En las anteriores entregas hemos visto cómo, a inicios del siglo XVI, España pasó a formar parte de un grupo de naciones diferentes – Portugal, Italia, las repúblicas hispanoamericanas... – al extirpar la Reforma de su suelo y abrazar la Contrarreforma. Semejante paso la apartó de avances extraordinariamente positivos que afectaron a otras naciones y, por añadidura, tuvo como consecuencia directa la aparición de una izquierda concebida mentalmente como un retrato en negativo de la misma iglesia católica. La identidad de puntos de vista resulta innegable.
Señalaba yo en mi última entrega cómo la izquierda española se constituyó desde su fundación como un retrato en negativo de la iglesia católica, imbuida por el deseo de "ser califa en lugar del califa". Semejante circunstancia tuvo como consecuencia que pudiera diferir en cuanto a puntos dogmáticos concretos, pero en lo que a objetivos de control social y mentalidad se refiere, las coincidencias son notabilísimas. Permítasenos en esta entrega señalar cómo esas coincidencias parecen ser mucho más que casualidades.
Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española coincide con la iglesia católica en su visión del trabajo como de una maldición divina que hay que rehuir? No es por ser de izquierdas ciertamente ya que, en teoría, el trabajo es para el marxismo el medio privilegiado que separa al simio del hombre. Los primeros textos socialistas si acaso abundan en algo no es en el deseo de escapar de una maldición llamada trabajo sino en demostrar su relevancia. La excepción se halla en España –u otras naciones semejantes en que la Reforma fue extirpada– donde el trabajo es visto como un castigo hasta el día de hoy.
Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española se empeña en utilizar una demagogia antibancaria como si el sistema crediticio fuera el colmo del pecado? No, ciertamente, por ser de izquierdas, ya que una conducta radicalmente distinta se percibe en otras izquierdas del norte de Europa. En la española, sin embargo, esa conducta no deja de estar impregnada de una enorme hipocresía. Se clama contra el capital y los banqueros y se crean Sicavs – uno de los grandes aportes de Felipe González a la injusticia social - para evitar que los más ricos paguen impuestos. Y ya que hablamos de Sicavs, seguramente a muchos les parecerá una vergüenza que, por ejemplo, tenga una Pedro Almodóvar. Bien, lo comprendo. Según datos que me pasó el periodista de Libertad digital Pablo Molina hace ya unos meses, la Conferencia episcopal en España posee varias Sicavs. Y aquí – mucho lo temo– entrará en acción el claro tuertismo de los españoles. A los que les parezca fatal lo de Almodóvar, le resultará justificable lo de la iglesia católica... y viceversa.
Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española se encabezona en mantener un sistema educativo desastroso? No, ciertamente, por ser de izquierdas, ya que el laborista Tony Blair supo mantener las reformas educativas de Margaret Thatcher mientras que en Escandinavia han sido en no escasa medida los socialdemócratas los que han procedido a desmontar un sistema educativo que no funcionaba. La razón es que es clara heredera de la visión católica de utilizar el sistema educativo como un arma adoctrinadora.
Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española – y no sólo la izquierda – considera pecados veniales la mentira o el robo salvo que sean otros los que perpetran? No, necesariamente por ser de izquierdas. Británicos, suecos, daneses, holandeses o alemanes de izquierdas saben lo que es dimitir en esos casos.
Por ejemplo, ¿por qué la izquierda española – y no sólo la izquierda – siente tanta alergia frente a la división de poderes y a la supremacía de la ley? Una vez más, no necesariamente por ser de izquierdas. A decir verdad, esos mecanismos son indiscutibles en otras naciones europeas – sí, aquellas en las que triunfó la Reforma, qué casualidad – incluso cuando gobiernan los socialdemócratas o los socialistas. En todos y cada uno de los ejemplos citados – y son de notable gravedad – la desgracia no deriva necesariamente de ser de izquierdas y los ejemplos de otras naciones así lo dejan de manifiesto, sino más bien de una mentalidad que se ha ido forjando paso a paso desde la Contrarreforma.
Permítaseme añadir otros tres ejemplos bien significativos. ¿Por qué es la izquierda española históricamente tan antisemita? Pues tampoco por ser de izquierdas necesariamente. Los judíos –comenzando por Marx – no pocas veces han tenido una presencia importante en la izquierda y hay izquierdas que reconocieron al estado de Israel cuando la nada izquierdista y sí muy católica España de Franco se empecinaba en no hacerlo. De manera bien significativa, incluso existe un sector no pequeño de la derecha latina que se empeña en mantener un discurso antisemita aunque, ciertamente, en España vaya resultando gracias a Dios cada día más residual. Al respecto, incluso hay que señalar que el propio PSOE, uno de cuyos gobiernos estableció relaciones con Israel, vivió tiempos mejores de cara a esta democracia. Lamentablemente, en los últimos años se ha permitido en regiones como Castilla-La Mancha o Extremadura, gobernadas todavía por el PSOE, celebrar de manera oficial fiestas centradas en la acusación de "crimen ritual" cometido por los judíos en la Edad Media. ¡En pleno siglo XXI obispos y políticos manteniendo que hubo judíos en España que asesinaban a criaturas para burlarse de Cristo y que incluso recogían su sangre para confeccionar hostias! Para vomitar. Ciertamente, el Concilio Vaticano II cambió para bien muchas conductas católicas relacionadas con el antisemitismo, pero en casos así se percibe claramente que en unos años no se puede disipar toda la miseria moral de siglos.
Otra coincidencia. ¿Por qué es la izquierda española tan antiamericana? Pues no necesariamente por ser de izquierdas y la prueba se halla en que el antiamericanismo se produce también entre los votantes de derechas y en que en no pocos partidos de izquierda europeos no existe. Como en el caso del antisemitismo, la iglesia católica sólo ha comenzado a cambiar muy recientemente en su visión de los Estados Unidos; en parte, porque es obvio que es la primera potencia mundial; en parte, porque su política de separación de iglesia y estado también la ha beneficiado y, en parte, porque la iglesia católica es una importantísima minoría en Estados Unidos. Es cierto que el católico norteamericano no suele ser como el español y que, a inicios de los años sesenta del siglo pasado, JFK dejaba de manifiesto de manera innegable que ni un solo céntimo público debía ir a parar a escuelas de carácter confesional mientras que en España seguimos subvencionándolas con resultados ciertamente mejorables. Con todo, históricamente, la iglesia católica ha visto siempre con reticencia una nación que es protestante y liberal.
Y última pregunta: ¿por qué la izquierda española nunca reconoce sus errores? Ciertamente, no por ser de izquierdas. A decir verdad, la izquierda de otras naciones europeas no ha dejado de redefinirse – Tony Blair es un ejemplo claro – e incluso en la actualidad de sus filas están saliendo algunos de los mayores críticos de su posibilidad de pervivencia futura. Nada de eso es posible en la izquierda española porque está cortada sobre el patrón de una iglesia que, en teoría, no se ha equivocado nunca, no se equivoca y no se equivocará. Se trata de la iglesia a la que siempre ha querido sustituir como una iglesia verdadera.
Los paralelos son escandalosamente obvios. Hasta en la configuración de la izquierda, el hecho de que España quedara fuera de las naciones donde triunfó la Reforma ha sido decisivo. En la próxima entrega, intentaré mostrar cómo ese aspecto ha sido además decisivo – quizá más que ningún otro – en hechos importantísimos de la reciente Historia de España.
POST-SCRIPTUM
Mencionaba en mi última entrega el informe del BBVA sobre las actitudes de los europeos y los dos editoriales que le dediqué en mi programa radiofónico. Queda claro como el negro sobre el blanco lo mismo que he venido sosteniendo en las entregas de los últimos meses. El intervencionismo sofocante de la iglesia católica que ha tenido como consecuencia directa la configuración de una nación que teme a la libertad y que desea que todo se lo den resuelto coincide con la política paternalista de la izquierda, pero también con la de aquellos que pretenden que todo venga inspirado por la Santa Madre iglesia.
Alguien dirá quizá que la iglesia católica protege al menos la propiedad privada. Si es la suya, sin duda, pero a la hora de respetar la ajena es como la izquierda. Articula argumentos poco sólidos aunque vistosos para lograr que los poderes públicos canalicen en beneficio de ella lo que los ciudadanos han logrado con su esfuerzo. Como el socialismo, la iglesia católica ha sido una gran generadora de pobreza en las sociedades que ha controlado durante siglos. No resulta extraño que la teología de la liberación apareciera en su seno y fuera impulsada por órdenes emblemáticas como los jesuitas ni tampoco que aquellas personas pertenecientes a otras confesiones religiosas que más cerca se han sentido de los teólogos católicos en no pocas ocasiones hayan llegado a esa situación porque son de izquierdas y admiran a los más que deplorables teólogos de la liberación.
A todo lo anterior debería añadir otra observación y es la relativa a los nacionalismos catalán y vasco. Todo lo dicho sobre la izquierda se les puede aplicar en términos psicológicos, pero no debería extrañar. Ambas corrientes políticas fueron creadas directamente por la iglesia católica como una manera de debilitar a una España que pudiera ser liberal, fuerte y, por lo tanto, enfrentada con los privilegios de siglos de su confesión mayoritaria. Véase donde están los obispos en ambas regiones españolas y sáquense consecuencias. O ¿es que alguien piensa que cuando el obispo Uriarte logró que Benedicto XVI emitiera un comunicado público de apoyo al mal llamado “proceso de paz” impulsado por ZP lo movía sólo la caridad cristiana?
Así, la pobre España se ha convertido en una nación de menores de edad que en lugar de seguir lo dispuesto por Dios Padre a la vez que asume con responsabilidad sus deberes ansía, desea, se despepita porque cuiden de ella o papá estado o la santa Madre iglesia o, si es posible, ambos.
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