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Protestante Digital

 
Las razones de una diferencia (3)
22
 

De bancos y banqueros

La cultura eclesiástica medieval vio siempre mal el préstamo a interés.
LA VOZ AUTOR César Vidal Manzanares 16 DE ENERO DE 2013 23:00 h

La semana pasada expuse cómo el hecho de quedar fuera de la zona de Europa donde triunfó la Reforma marcó una diferencia radical en la cultura del trabajo. El que España, como Portugal o Italia o las naciones hispanoamericanas no asimilaran la ética del trabajo tuvo consecuencias nada positivas que llegan hasta el día de hoy a pesar de los esfuerzos legislativos para eliminarlas.

Con todo, ésa no fue ni es nuestra única diferencia, compartida con otras naciones frente a la Europa donde triunfó la Reforma. También, para inmensa desgracia de un imperio y después de una nación que necesitaba modernizarse, nuestra visión de las finanzas iba a ser también diferente gracias a la iglesia católica.

Hace unos meses el director de un medio económico en internet arremetía contra la Unión Europea y ponía como ejemplo de lo que, a su juicio, debería ser la Europa unida al Sacro Imperio Romano-Germánico, donde supuestamente la iglesia católica había sido la entidad felizmente rectora. Lo cierto es que, como suele suceder en estos casos, el autor de aquellas líneas demostraba más entusiasmo religioso que conocimiento de la Historia. El papa Juan XII (955-964) coronó emperador efectivamente a Otón I inaugurando el Sacro Imperio Romano-Germánico, pero cuando Juan XII fue depuesto, Otón I fue el que autorizó que su sucesor fuera León VIII (963-965), el que a continuación permitió que fuera papa Juan XIII (965-972) y el que tuvo esperando a Benedicto VI (973-974) para subir al trono pontificio hasta que le apeteció. Era el emperador y no la sede romana la que mandaba en aquel imperio y eso que Otón I no fue el emperador peor. Por ejemplo, Enrique III de Alemania designó a cuatro papas –Clemente II, Dámaso II, León IX y Víctor II– en un ejercicio de cesaropapismo que no se habría dado ni en Bizancio. No nos desviemos, sin embargo. Relato todo esto para dejar de manifiesto cómo hay personas que anteponen su prejuicio –en este caso, el aborrecimiento de las finanzas y los mercados– desprovisto de base histórica al razonamiento documentado. Ése ha sido un mal que ha aquejado –y aqueja– a España durante siglos.

De entrada, la cultura eclesiástica medieval vio siempre mal el préstamo a interés. La razón no era que la Biblia dijera nada en su contra –no hay un solo párrafo en el Nuevo Testamento donde se arremeta contra prestamistas o banqueros–, sino porque Aristóteles (un genio, pero no en el terreno de la economía) escribió páginas contra el dinero y los préstamos que santo Tomás de Aquino y otros autores eclesiásticos repitieron con fruición.

No sorprende que con ese punto de vista –de origen helénico-pagano y no cristiano– se multiplicaran las condenas del préstamo con interés. El Segundo concilio de Letrán (1139) prohibió su ejercicio a laicos y clérigos; el Tercero (1179) impuso a los prestamistas la pena de excomunión y les negó cristiana sepultura; el Cuarto (1215) ordenó el destierro incluso de los judíos que lo practicaran. El II Concilio de Lyon (1274) ordenó la expulsión de los prestamistas disponiéndose que los obispos que no los excomulgaran fueran suspendidos. El concilio de Vienne (1311) ordenó que se procediera a investigar a los gobernantes que toleraran el préstamo a interés y el de 1317 incluso calificó como herejía el negar que el préstamo a interés fuera pecado. Son sólo botones de muestra de una corriente continua que no veía la diferencia entre el préstamo con interés y la usura y que además aumentaba las penas – llegó a equiparar el préstamo con el adulterio o la práctica de la homosexualidad – visto que no terminaban de extirpar el pecado de la grey. Algún economista ha afirmado recientemente que incluso la imposición de la confesión auricular a inicios del siglo XIII estuvo directamente relacionada con el deseo de acabar con el préstamo a interés, pero no voy a entrar ahora en ese tema.

Lo cierto es que negar que los préstamos a interés –un instrumento esencial para el tráfico comercial– pudieran ser lícitos tuvo consecuencias perversas. Por un lado, se acabó permitiendo el préstamo a interés, pero a los judíos, lo que los convirtió en chivos expiatorios de los odios que acaban sufriendo los que desean cobrar los créditos. He mostrado en mi libro España frente a los judíos como, a pesar del antisemitismo y de que periódicamente los judíos de corte recibían la muerte por los servicios prestados, los reyes hispanos siempre acababan por volverlos a llamar siquiera porque eran más eficaces y honrados que los clérigos y nobles que los sustituían ocasionalmente. Sin embargo, ésa no era solución. Por un lado, se fue formando una imagen satanizada –e injusta– de los judíos que explica, por ejemplo, la cadena de progromos de 1392 que, comenzando en los territorios de la Corona de Aragón, se extendió hacia el sur y acabó con la mayor parte de las juderías de la Península Ibérica un siglo antes de la Expulsión; por otro, obligó a pensar en maneras para financiarse que acabaron bordeando si es que no entrando claramente en la simonía y, finalmente, los problemas siguieron sin solventarse.

A inicios del siglo XVI, el préstamo a interés había sido sustituido por un contrato trino –buen nombre para una institución derivada del deseo de desbordar disposiciones canónicas– que combinaba el mutuo, el comodato y el seguro. Algo era, pero resultaba abiertamente insuficiente y, desde luego, equivocado moral y económicamente.

Esa condena de la actividad bancaria tuvo funestas consecuencias para las naciones católicas que, como era de esperar, obedecieron los criterios de la Santa Sede al respecto o si los violaron lo hicieron de manera clandestina y con mala conciencia. De hecho, no podrían evitar en los siglos siguientes que buena parte de sus poblaciones relacionara –sigue haciéndolo– la simple actividad bancaria con algo sucio, pecaminoso o indigno. El Flandes católico, Lieja o Colonia sufrieron no poco con esa situación, pero, con todo, la peor parte le tocó a España. Por el contrario, de manera espectacular e innegable, en unas décadas, aquellas naciones en las que triunfó la Reforma desarrollaron la banca moderna y, lógicamente, se hicieron con su control. Incluso naciones especialmente atrasadas en esa cuestión a finales del siglo XVI habían avanzado mucho más que sus rivales católicas.

Los efectos no sólo económicos sino también políticos y militares de esa circunstancia fueron fulminantes. Durante los inicios de la guerra de los Treinta años, Cristian IV de Dinamarca y Gustavo Adolfo de Suecia fueron los campeones de la defensa de la libertad religiosa protestante frente a los intentos católicos de acabar con ella violando pactos como la paz de Augsburgo. Naturalmente, como supo ver Fernando el Católico, el nervio de la guerra es el dinero y Cristian IV basó financieramente su esfuerzo bélico en los hermanos Willem, una firma banquera con sede en Ámsterdam, y después en los Marcelis. Ambas bancas eran de familias reformadas. En el caso de Gustavo Adolfo – un genio militar que ha sido comparado con Federico de Prusia y Napoleón – su base financiera estuvo en Geer y Trip. La firma bancaria, a decir verdad, hubiera podido servir a España, pero la intolerancia religiosa la expulsó del Flandes español obligándola a establecerse en Ámsterdam. Se convirtieron así en lo que algún historiador ha denominado los "Krupp del siglo XVII".

Se podría objetar que como protestantes los banqueros protestantes servían a potencias protestantes. No fue así. Los protestantes –como los judíos antes que ellos– aplicaban meticulosamente una regla contenida en la Biblia, la de mantener la lealtad al rey que fuera siempre que garantizara su libertad religiosa. Puestos a ser santos no iban a serlo más que José que fue ministro de finanzas del faraón o que Daniel que aconsejó al impío Nabucodonosor. Trabajaban, por lo tanto, para los clientes que los requerían y lo hacían con honradez y pulcritud.

Los católicos que conservaron en aquella época un poco de sensatez lo supieron ver y lo aprovecharon. Por ejemplo, el cardenal Richelieu, príncipe de la iglesia católica, pero no hasta el punto de perjudicar los intereses de Francia, supo que la banca segura era la protestante y a ella recurrió. Al igual que el rey Enrique IV, el cardenal sabía que el talento financiero se hallaba en los hugonotes, los calvinistas franceses, y no tuvo problemas de conciencia en utilizarlo. Así, su gran banquero fue el hugonote Barthélemy d´Herwarth. Gracias a él, Francia pudo, entre otras victorias, hacerse con el control de Alsacia. Persona de tanto talento y hereje por añadidura no tardó en despertar las envidias de los católicos franceses. Sin embargo, Richelieu lo defendió ante el niño Luis XIV con palabras tajantes: "Monsieur d´Herwarth ha salvado a Francia y preservado la corona para el rey. Sus servicios nunca deberían ser olvidados. El rey los hará inmortales mediante las marcas de honor y reconocimiento que le concederá a él y a su familia". Luis XIV siguió el consejo del cardenal y lo nombró Intendant des Finances. Mazarino, otro cardenal, mantuvo en el puesto a d´Herwarth que colocó en los puestos de finanzas a gente competente, es decir, calvinistas que creían que el dinero y su gestión no eran algo malo. El resultado fue óptimo para Francia y pésimo para España donde el conde-duque de Olivares no consiguió anular el Edicto de expulsión que pesaba sobre los judíos desde 1492 y, por supuesto, jamás hubiera podido emplear a herejes.

Pero además es que el caso de Richelieu no fue excepcional. Wallenstein, el gran héroe católico de la primera parte de la Guerra de los Treinta años, también recurrió a aquellos que eran buenos banqueros simplemente porque no creían que en la actividad bancaria existiera pecado alguno. En su caso, su hombre de confianza fue un calvinista – ¿sorprende? – de Amberes llamado Hans de Witte. Verdadero artífice financiero de las victorias de Wallenstein, aprovechó su puesto para defender a otros calvinistas que ya sabían lo que significaba tener cerca de orden religiosa tan contrarreformista como los jesuitas. A decir verdad, la Compañía de Jesús ya estaba expulsando a sangre y fuego a los protestantes de Europa central y el caso de Bohemia sólo había sido un cruento ejemplo. De Witte fue respetado mientras tuvo éxito. Cuando Wallenstein fue vencido y De Witte se arruinó, su vida dejó de ser útil. Un día apareció ahogado en un estanque. Había sufrido la suerte de tantos judíos de corte en el pasado o de tantos otros herejes o agnósticos que han trabajado para instancias católicas después.

Durante todo el s. XVII, los banqueros de élite en Europa fueron reformados, pero lo más doloroso es que en su mayor parte habían huido de los Países Bajos españoles donde el hecho de tener otras creencias distintas de la católica les habría costado la vida. Así el deseo de preservar la libertad religiosa y la vida había evitado que pudieran servir al rey de España y los había colocado a las órdenes de príncipes protestantes que creían en la bondad de la banca o de católicos que no veían la necesidad de anteponer la obediencia estricta a las enseñanzas vaticanas sobre los intereses de su patria. El resultado es de todos sabido porque, desde luego, difícilmente pudo resultar más nefasto para España. A decir verdad, nunca recuperaría su posición de potencia de primer orden. Y es que, como ha señalado, H. R. Trevor-Roper, "las sociedades protestantes eran, o se habían convertido, en sociedades con una visión más adelantada que las sociedades católicas tanto económica como intelectualmente".

Sin embargo, España, por desgracia, no aprendió la lección que habían captado Wallenstein, Richelieu o Mazarino. Siguió despreciando los bancos y su actividad durante siglos. Como en el caso del trabajo al que quiso privar del carácter infamante que le daban los españoles, también Carlos III intentó que la nación se desprendiera de sus prejuicios nacidos de una visión católica bien distante de lo que enseñan las Escrituras. También fracasó en ese intento. Hasta mediados del siglo XIX no aparecieron los primeros bancos en España. De nuevo, la nación se había quedado varios siglos – en este caso más de cuatrocientos años – retrasada en relación con la Europa donde había triunfado la Reforma. Por añadidura, el prejuicio continúa a día de hoy. Hace unos meses, Tomás Gómez, un dirigente socialista no caracterizado precisamente por sus aciertos económicos, llamaba a la gente a rebelarse contra los mercados. Lo hacía apenas unos días después de que la Comisión para justicia y paz de la Santa Sede condenara en un documento la "idolatría de los mercados". En el último caso, es bien cierto que algunos economistas católicos se apresuraron a decir por los pasillos que la Santa Sede podía ocuparse de cosas más importantes que disparatar en materia económica. Tenían razón, pero ya era un poco tarde para salvar el imperio español e igualarnos con otras naciones que comenzaron a adelantarnos hace casi medio milenio.

POST – SCRIPTUM:
La desgraciada visión de la banca que España heredó de la visión católica ha tenido pésimas consecuencias que se extienden hasta la actualidad. Por ejemplo, hasta hoy mismo llega la identificación del sistema crediticio con una vía para realizar negocios de dudosa legalidad y nada dudosa inmoralidad, en colusión con el poder político y que luego pagan no sus beneficiarios sino los ciudadanos. A inicios del siglo XX, la oligarquía catalana proporcionó un ejemplo extraordinario de semejante comportamiento al final de la llamada “fiebre del oro”. Tras un período de efervescencia económica derivado de la suma de corrupción política y falta de honradez bancaria provocadas y aprovechadas por la oligarquía catalana llevó a una cadena de quiebras bancarias de terribles consecuencias. Sin embargo, nadie pagó las culpas de aquella conducta. Por el contrario, el lobby catalán en Madrid acaudillado por Cambó logró que en 1921 se promulgara una ley de ordenación bancaria que, fundamentalmente, sirvió para que los agujeros causados a favor de los oligarcas residentes en Cataluña fueran pagados por toda España. El episodio volvió a repetirse a menos escala en los primeros años de la Transición con Banca catalana, una institución vinculada directamente a Jordi Pujol. El político catalán lanzó desde el balcón del palacio de San Jaime el grito de que “quien ataca a Banca catalana ataca a Cataluña” y logró eludir sus responsabilidades ante la justicia. Siguiendo precedentes históricos, el agujero creado por Banca catalana fue pagado por todos los españoles. Naturalmente, semejante impunidad tuvo pésimas consecuencias que sufrimos a día de hoy. Siguiendo directamente el modelo catalán de corrupción política, impunidad judicial y actuaciones financieras heterodoxas, el sistema de cajas pasó en el curso de los años siguientes a corromperse al ser administrado no según las reglas ortodoxas de las instituciones crediticias sino de acuerdo con los intereses de los partidos políticos y los sindicatos que componían sus consejos de administración. Las primeras en quebrar –y las más deficitarias– fueron otra vez más las instituciones crediticias catalanas, pero esta vez el mal se extendió a toda la nación como una mancha de aceite. En apenas unos años, la práctica totalidad de las cajas quebró o por la gestión político-sindical o por verse obligadas a absorber a cajas cuyo agujero era imposible de sanear como fue el caso de Bankia. Al igual que en 1921, los españoles han tenido que pagar una vez más el agujero creado por castas privilegiadas que siguen sin saber lo que es el funcionamiento de un banco. Como era de esperar, ninguno de los responsables de este desastre ha respondido ante la justicia. Los paralelos con otras naciones católicas –recuérdese el corralito argentino o el mismo caso de la Banca Vaticana– saltan a la vista y es que una cultura desarrollada históricamente a espaldas de los principios contenidos en la Biblia y sustentada sobre otras bases sufre siempre desdicha tras desdicha y así seguirá siendo mientras no vuelva de sus caminos equivocados.
 

 


17
COMENTARIOS

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Juan-Antonio
29/01/2013
23:54 h
17
 
Don Domingo, respecto a su comentario #11, le agradezco su dedicación en traer temas que permiten aclarar los mitos del catolicismo; por ejemplo, hay que indicar que en el mencionado Banco di San Giorgio fueron judíos quienes se encargaron de importantes actividades administrativas del mismo. Adicionalmente, don Domingo, los banqueros católicos que usted mencionó, todos quebraron, unos no pudieron pagar sus deudas y otros terminaron en la cárcel debido a la administración fraudulenta de los bancos que dirigían.
 
Respondiendo a Juan-Antonio

Domingo
25/01/2013
15:24 h
16
 
Don Juan-Antonio, al igual que CV usted no aclara cual es la interpretación que ha de darse al tema teniendo lo dicho por el NT que omití citarlo, pues el autor ya lo nombra, cotejado con las lecturas del AT ¿lo explica usted?. Lea mi comentario 4 y 11 y no lance comentarios sólo por lanzar. Saludos.
 
Respondiendo a Domingo

Sergio de Lis
24/01/2013
11:11 h
15
 
Su ofensa, Domingo, consiste en el ensañamiento con que trata, más a César, que los supuestos errores de su artículo. Verá que soy riguroso con lo que afirmo sobre ud. Me molesta, igualmente, que olvide fácilmente que esta es una revista protestante en la que ud., un religioso católico, usa y abusa de la paciencia de la Redacción. Y para finalizar, le recomiendo más humildad al juzgar cualquier artículo o noticia que aquí se publique, ¡usted es tan falible como cualquier otro!
 
Respondiendo a Sergio de Lis

Juan-Antonio
23/01/2013
22:54 h
14
 
Ahhh, don Domingo aunque, obviamente, no nació en la época medieval sí tiene arraigada esa mentalidad; por eso es un católico ejemplar y un destacado terciario. Veamos lo que dice la Biblia respecto a los préstamos '22 Entonces él le dijo: Mal siervo, por tu propia boca te juzgo. Sabías que yo era hombre severo, que tomo lo que no puse, y que siego lo que no sembré; 23 ¿POR QUÉ, PUES, NO PUSISTE MI DINERO EN EL BANCO, PARA QUE AL VOLVER YO, LO HUBIERA RECIBIDO CON LOS INTERESES? 24 Y dijo a los que estaban presentes: Quitadle la mina, y dadla al que tiene las diez minas.' Lucas 19. Con esto vemos que los tipos como don Domingo tienen la costumbre de leer en la Biblia solo lo que les conviene
 
Respondiendo a Juan-Antonio

enrique de Sefarad
21/01/2013
22:47 h
13
 
Alguien,con todo derecho,me dirá iluso e ignorante mas,la verdad,tanto la política como la banca y sus banqueros terminan por dañar el alma de los hombres.Todo tiene su peso y contra peso;todo es pasajero en este valle de lágrimas.Y es que el anhelo ardiente del creyente enamorado de la Palabra,la cual es Cristo,es ese 'nuevo cielo' y sobre todo'esa nueva tierra donde mora la Justicia'-con mayúscula-(2Pe.3:13).En el Nuevo Mundo veo al 'Arbol de la vida',el río que sale de la Nueva Jeursalem ... pero no observo bancos,ni trenes,ni aviones,ni políticas humanas.¡Gracias a D-s! Y digo yo,¿no es eso lo que deseamos y esperamos?.Sí,que venga el Reino de los hijos de D-s.
 
Respondiendo a enrique de Sefarad

Domingo
21/01/2013
13:50 h
12
 
Sr. Sergio, disculpe si se ha ofendido, pero yo opino que si no soy novelista, pues mal podría ser crítico de esa área del saber. CV con su método historico, creo que hace agua por todos los costados, pues haciendo simples consultas de la historia de los mercados, vemos como nace la burguesía mucho antes que la reforma, la acumulación del capital, la banca moderna con sus primeros exponentes en europa, su regulación etc. Lo suyo fue un exceso. Sr. Sergio, en mis intervenciones aporto datos concretos y elementos de juicio claros. Espero lo mismo de usted. Saludos.
 
Respondiendo a Domingo

Domingo
21/01/2013
13:49 h
11
 
Sr. Carlos Sanchez, teniendo en cuenta que el primer banco moderno, el Banco di San Giorgio, fue creado en la católica Génova un siglo antes de que apareciera el protestantismo, es difícil encontrar el fundamento de las afirmaciones de D. César. Resulta increíble que CV no tenga en cuenta a los numerosos banqueros católicos genoveses, venecianos, florentinos, alemanes, etc., en España, los banqueros Espinosa, Domingo de Lizarrazas, Pedro de Morga, Cristóbal Francisquín, Diego Martínez, Juan Íñiguez y Octavio de Negrón. César Vidal lo silencia injustificablemente, había muchos otros banqueros católicos. Sus escritos fueron muy criticados y gracias a PD lo siguen siendo. Lo ha escrito en la s
 
Respondiendo a Domingo

Carlos Sánchez
21/01/2013
02:00 h
10
 
Me gusta el trato que da D. César a la banca en Cataluña y me sorprende que no diga nada de los precursores de las cajas de ahorros: los montepíos. El padre Piquer (católico) fundó el 3 de diciembre de 1702 un proyecto llamado Nuestra Señora del Santo Monte de Piedad de las Ánimas en el Hospital de la Misericordia, mediante el depósito del real de plata que sería el capital inicial del Monte. Dicho Monte fue el germen del resto de montes de piedad existentes en nuestro país y la actual Caja Madrid, cuarto grupo financiero español en 2008. Su objetivo era el préstamo sin usura a los pobres excluídos de los bancos y la posterior obra social. Paz y bien
 
Respondiendo a Carlos Sánchez

Sergio de Lis
19/01/2013
10:23 h
9
 
Domingo, ya sé que pedirle a ud. respeto por alguien es perder el tiempo. ¿Quién es ud. para acusar a alguien de tener un gran ego? ¿Lo hace con el hábito puesto (con el que deben de ser tan hipócritas como para simular que respetan a todo el mundo), o en mangas de camisa y así mostrase como es?
 
Respondiendo a Sergio de Lis

Domingo
18/01/2013
23:53 h
8
 
“Zapatero, a tus zapatos” dice un dicho, ¿tiene un historiador-novelista la capacitación técnica necesaria para llegar a éstas conclusiones?, en esto también tiene mucho que ver las cuestiones climatólogicas y antropológicas ¿a tenido en cuenta estas áreas del saber para dar respuestas como las que da?, ¿puede presentar algún titulo que lo habilite con autoridad? . Cómo profesional contable y enmarcándose mis tareas dentro del área económico-financiero, tengo por sabidos que los fenómenos socio-económicos son mucho más complejos, y eso lo confirma numerosos tratados de especialistas en el área, los que, honestamente hablando, ninguno ha llegado a las conclusiones de CV … ni remotamente. S
 
Respondiendo a Domingo

Sergio de Lis
18/01/2013
11:19 h
7
 
Felicitaciones, César. Interesantísimo, por documentado y actual.
 
Respondiendo a Sergio de Lis

XAVIER
18/01/2013
11:29 h
6
 
Una cosa es la actividad bancaria y otra la usura. No hacer esa distinción es ignorar muchos pasajes de la Escritura y la posición de los reformadores ante esa plaga . Sr. Vidal, España , debido a la intolerancia religiosa se vió privada de la ayuda de excelentes banqueros; es cierto. Pero no es menos cierto que también debido a esa intolerancia, nuestra nación se ha visto privada de fieles y honrados militares y funcionarios de religión protestante que sin duda hubiesen dado otra perspectiva a muchos temas de controversia nacional. Cuando los hugonotes se vieron obligados a salir de Francia, ésta, como lo cuenta la historia, se vió privada no solamente de banqueros, artesanos, orfebres y c
 
Respondiendo a XAVIER

Galo Nómez
18/01/2013
11:19 h
5
 
El problema no es el préstamo a interés, sino el instante en que llega a transformarse en usura, que es lo que está ocurriendo en la relación comercial que pretende establecer la banca alemana con el resto de Europa. Ojo con esto: Merkel es evangélica pero forma parte de un partido católico, y por ende su gobierno tiende a esa orientación. La actual situación financiera de la UE empezó a gestarse cuando en 2008 el Estado germano decidió salvar a los bancos del país mediante el otorgamiento de jugosos rescates pecuniarios sin establecer una pauta de regulación ni un seguimiento acerca del destino de esos recursos. Una situación muy irregular desde el punto de vista de los principios del capit
 
Respondiendo a Galo Nómez

Domingo
18/01/2013
11:29 h
4
 
Si afirmo algo, debo demostrarlo. Oculta CV es que habla de un sistema económico totalmente distinto del actual, en el que el préstamo con interés y sin ningún tipo de regulación, lejos de ser un instrumento de progreso, constituía una vía segura para el empobrecimiento, la cárcel e incluso la esclavitud de las clases más humildes, sujetas siempre a los avatares de la agricultura. De ahi que recibiera condenas, no sólo en el cristianismo, sino tambien en otras grandes religiones. Como se puede ver, el tema es mucho más complicado que la engañosa simplificación de Vidal, recurre a muchas omisiones y silencios. No cuestiono que haga proselitismo, pero que sea leal, pues por ganar uno, puede p
 
Respondiendo a Domingo

Domingo
18/01/2013
11:29 h
3
 
CV dice: 'no hay un solo párrafo en el Nuevo Testamento donde se arremeta contra prestamistas o banqueros'. Curiosa afirmación. La mayoría de los artículos de D. César sobre estos temas se basan en el Antiguo Testamento. Sin embargo, ahora que le conviene (porque el Antiguo Testamento condena el préstamo con interés en multitud de lugares) lo único que vale es el supuesto silencio del Nuevo Testamento. Leer Lv 25,36; Dt 23,20; Ex 22,24; Ez 18,8-9.13.17 o Sal 15,5. ¿Sería por criterios helénico-paganos tal como lo afirma?. Don CV ¿cómo explicar ésto?
 
Respondiendo a Domingo

Rosa Jordán de Franco
18/01/2013
11:29 h
2
 
La Iglesia Vaticana, y todos los que la siguieron, no hubieran cometido tan grandes errores en la Economía si no hubiesen dejado en el museo la Biblia o al menos recordado la Parábola de los talentos en Mateo 25 '...Siervo malo y negligente, sabías que siego donde no sembré, y que recojo donde no esparcí. Por tanto, DEBÍAS HABER DADO MI DINERO A LOS BANQUEROS, y al venir yo, hubiera recibido lo que es mío CON LOS INTERESES. Quitádle pues, el talento, y dadlo al que tiene diez talentos. Porque al que tiene, le será dado, y tendrá más; y al que no tiene, aún lo que tiene le será quitado.' (Los de la llamada 'Teología de la Prosperidad' sí conocen esta parábaola, y lo de 'Pedid y se os dará', ¿
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

luis gomez
18/01/2013
11:30 h
1
 
Cesar en nuestras iglesias conviven el rechazo a los 'ricos'con el beneplacito hacia los pastores a los que la iglesia les regala mercedes de ultima gama y con los pastores que la iglesia les asigna sueldos miserables.Cuando me converti no todo valia y tu te acordaras, pero ahora cuando salgo de la iglesia a la que asisto ,no entiendo nada
 



 
 
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