Que así sucediera tenía su lógica dados los presupuestos teológicos con los que éstos trabajaban. Explica también la resistencia de judíos, protestantes conservadores, católicos y ortodoxos. Sin embargo, a mediados del s. XX, y muy especialmente tras el Vaticano II, la Hipótesis documentaria había saltado a los seminarios católicos –incluso los más conservadores- donde a día de hoy también se enseña de manera acrítica como la única explicación válida para la redacción del Pentateuco.
A día de hoy, sólo las iglesias ortodoxas, las iglesias evangélicas conservadoras y algunos sectores del judaísmo se resisten a aceptarla manteniendo frente a ella un profundo escepticismo. Con todo, suele ser común que en traducciones interconfesionales de la Biblia, como las publicadas por las Sociedades bíblicas, hagan referencia a la Hipótesis documentaria.
En esta entrega y las siguientes intentaré poner de manifiesto que la denominada Hipótesis documentaria es insostenible y que las razones para esa afirmación son fundamentalmente de carácter histórico y no sólo teológico.
La
Hipótesis documentaria –o Hipótesis JEDP– es de aparición relativamente reciente. En 1895, Julius Wellhausen articuló de manera casi canónica la teoría, avanzada en parte por Graf y otros autores novocentistas, de que
el Pentateuco o Torah no había sido escrito por Moisés como afirma la Biblia y habían sostenido judíos y cristianos durante siglos, sino que, por el contrario, era un recosido de documentos procedentes de distintos redactores y, en cualquier caso, muy posteriores a Moisés.
De acuerdo con la tesis de Wellhausen, en el Pentateuco se entrelazan, en realidad, cuatro documentos a los que se denomina
J (yahvista o de Jehová),
E (de Elohim),
P (de Priesterkodex) y
D (de Deuteronomio).
El J o también yahvista – por el nombre de Dios utilizado en él – habría sido el primero y se habría redactado en torno al s. IX ya durante los reinados de David y Salomón. El E o elohista – por el nombre de Dios Elohim - escrito algo después del s. IX a. de C., recogería fundamentalmente tradiciones del reino del Norte. Estos dos documentos habrían sido unidos en uno solo, el JE, quizá hacia el 650 a. de C., aunque el que supuestamente los juntó preservó ocasionalmente los relatos distintos que sobre el mismo hecho hicieron J y E. Durante el exilio de Babilonia, se escribió un tercer documento, el P, de origen sacerdotal. Dedicado fundamentalmente a cuestiones de carácter ritual, pero también a las genealogías, en algún momento del s. V a. de C., este código sacerdotal se habría entrelazado con J y E. Con la suma de D, un texto que pudo aparecer durante la reforma del rey Josías en el s. VII, nos encontraríamos con todos los materiales que forman el Pentateuco aunque la forma actual no la tendría hasta el 400 a. de C.
Aunque, en sus líneas maestras, la descripción de las líneas anteriores corresponde con la Hipótesis documentaria que se enseña en seminarios y facultades, no es menos cierto que es difícil encontrar dos defensores de la Hipótesis documentaria que estén de acuerdo en todos los detalles.
Por ejemplo, Rudolf Smend (1912) sostuvo que, en realidad, no había un documento J sino dos a los que denominó J1 y J2. Otto Eissfeldt (1922) defendió que dentro de J hay además un documento L redactado en el 860 a. de C. R. H. Kennett (1920) negó – y otros lo han seguido – que D fuera un libro relacionado con la reforma de Josías y lo dató con posterioridad. Autores como Martin Kegel (1919), Adam C. Welch (1924) y Edward Robertson (1936, 1941, 1942, 1944) acentuaron este aspecto y retrasaron considerablemente D. Max Löhr negó la existencia de un documento P y atribuyó la redacción final del Pentateuco a Esdras. Por su parte, Julius Morgenstern y Robert Pfeiffer se apuntaron a la existencia de documentos adicionales señalando el primero la existencia de uno denominado K dentro de J y el segundo, la de otro llamado S también en el seno de J.
Aunque –insistamos en ello- la exposición anterior no pretende ser ni mucho menos exhaustiva, no cuesta mucho ver que los defensores de la Hipótesis difieren en muchos aspectos y que no ven con tanta claridad la delimitación de los documentos -¡suele ser habitual en los comentarios que una parte de un versículo sea adscrita a un documento y otra parte a un segundo documento!– pero
sí puede decirse que coinciden en algo de no escasa relevancia, que Moisés no escribió el Pentateuco sino que éste fue redactado con notable posterioridad.
No cabe duda de que semejante conclusión reviste una enorme relevancia. Las bases aducidas para la misma las examinaremos en la próxima entrega.
Continuará
La hipótesis documentaria (II): las razones de su existencia
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