Los ejes sobre los que va a discurrir la política del gobierno son, según propia confesión, un avance espectacular de la cultura de la muerte mediante la ampliación del aborto y la legalización de la eutanasia, y la continuación de la expulsión de la presencia religiosa en actos oficiales.
Para lograr llevar a cabo hasta el final esas metas de transformación social en que se busca que no haya alternancia en el poder –como ha señalado en su discurso de despedida del congreso el actual presidente del gobierno– se recurrirá a un lavado de cerebro de la juventud a través de la Educación para la ciudadanía y a cambiar la base electoral otorgando el voto a los inmigrantes.
No voy a entrar en la cuestión política que excede con mucho las características de este medio. Sí me interesa –y enormemente- la espiritual. Como ya señalé, en un intento de cambiar la sociedad en torno a líneas ideológicas bien definidas, el gobierno necesita silenciar a las entidades confesionales que son las únicas que podrían alzarse contra sus medidas en torno al adoctrinamiento educativo, a la erradicación de la religión de la esfera pública y a la cultura de la muerte.
Eso explica el intento de articular una nueva ley. ¿Cuál debería ser nuestra actitud ante ella?
1.- Ayuno y oración. Sin duda, el primer paso ha de ser el de colocarse delante del Señor humilde y perseverantemente para pedir su dirección. Es muy posible que nos encontremos ante la peor amenaza contra la libertad religiosa que hemos vivido en décadas y no se puede abordar de manera superficial o despreocupada. Si hay algo que necesitamos es la luz que procede de Dios.
2.- Rechazo de rebajas. En segundo lugar, debemos contemplar de manera negativa cualquier rebaja de la actual libertad religiosa y será siempre una rebaja cualquier incremento en el control de las administraciones sobre los lugares de culto o los creyentes.
3.- Rechazo de rebajas con contraprestaciones. En tercer lugar, debemos tener en cuenta que nada sustituye a la libertad. Lo más probable es que el gobierno intente hacer más digerible el recorte de la libertad mediante contraprestaciones de carácter económico dirigidas a organizaciones o responsables. Algo así como el concejal le puede cerrar la iglesia con la nueva ley, pero a cambio le subvencionaremos la publicación de un libro sobre los evangélicos en Orejilla del Sordete o intentaremos colocar en algún puestecillo a la esposa de algún responsable. Debo decir, humilde pero firmemente, que un comportamiento así resultaría inaceptable desde una perspectiva espiritual. De hecho, implicaría renunciar a la libertad actual a cambio de prebendas para unos pocos.
4.- Rechazo a convertirse en correa de transmisión. Por supuesto, la política de mercedes y contraprestaciones tiene una contrapartida evangélica consistente en nuestro silencio ante cuestiones como el aborto, la eutanasia o la Educación para la ciudadanía o incluso el apoyo a esas medidas señalando, por ejemplo, que el Estado debe decidir al respecto y no seremos nosotros los que lo obstaculicemos. Caer en esa trampa tendría pésimos efectos sobre nuestra misión de ser sal y luz y sobre nuestra fidelidad al Señor. Mal podríamos llamar a esta sociedad al arrepentimiento si condonamos con nuestro silencio o con nuestras palabras el asesinato de miles de seres humanos en el claustro materno o en las camas de los hospitales.
5.- Relación fluida con los medios. Naturalmente, para poder mantener esa actitud de independencia y darla a conocer resulta esencial disfrutar de una relación fluida con los medios de comunicación. No es que podamos esperar mucho de los cercanos al gobierno y es mejor que lo asumamos así desde ahora, pero, en cualquier caso, debemos estar abiertos a comunicar de manera constante por qué no podemos aceptar determinadas modificaciones del derecho a la libertad religiosa y mucho menos convertirnos en voceros de la cultura de la muerte por acción u omisión. De ser así, cualquier intento de recortar la libertad religiosa se vería seriamente afectado y quizá incluso impedido.
Y una última consideración: de que actuemos así en los próximos tiempos o nos durmamos depende mucho. Fundamentalmente, la libertad religiosa para nosotros y para nuestros hijos.
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