Con notable impertinencia –lo reconozco– he indicado en entregas anteriores la necesidad perentoria de estudiar la Biblia e incluso me he permitido dar algunas indicaciones sobre cómo asumir ese edificante placer de manera cotidiana.
Desearía ahora detenerme en algunos
consejos sencillos y prácticos para estudiar con provecho las Escrituras:
- 1.- No le cargue la responsabilidad a la iglesia
: usted no come solo cuando le ponen los alimentos delante de las narices. Si es capaz de aplicar tan sencillo principio al plano material, no vacile a la hora de hacer lo mismo en el espiritual. Bien está – es obligado – que reciba alimento espiritual en la iglesia a la que asiste, pero usted debe también leer y estudiar las Escrituras a diario. En esa actitud, hay más que obligación, devoción (
Josué 1:7-8).
2.- Comience su estudio con oración: las Escrituras son la revelación que procede de Dios y, de hecho, nadie debería ir más allá de lo escrito (
I Corintios 4:6) ya que son las Escrituras – y no otra instancia – las que nos apuntan a Jesús como salvador (
Juan 5:39) o las que nos pueden instruir para alcanzar la salvación por la fe en el mesías (
2 Timoteo 3:14-17). De hecho, como señalan los Hechos, la nobleza espiritual se ve en el hecho de si una persona contrasta lo que escucha con las Escrituras para ver si es o no acorde con ellas (
Hechos 17:10-11). Busque, por lo tanto, la guía de Dios antes de adentrarse en su estudio para que le dé su luz y para que disipe cualquier prejuicio que pueda tener.
3.- Tenga al lado un cuaderno y un lápiz: me permito sugerirle que no solo lea, sino que intente guardar memoria y recuerdo de lo que lee. Con un cuaderno al lado, podrá anotar lo que no comprende, lo que le enseña la Biblia, lo que le sorprende… Con el paso del tiempo, descubrirá que ha llegado a entender lo que una vez le pareció incomprensible, que ha recibido enseñanzas que no hubiera sospechado y que ha ido acumulando una sabiduría más que indispensable para desenvolverse en la vida cotidiana. Y, de vez en cuando, relea lo que fue escribiendo. Se encontrará con una rememoración más que útil de las cosas que el Señor le fue mostrando a través de su Palabra.
4.- Deténgase en aspectos prácticos: la Biblia contiene doctrina, pero no especulación teológica ya que, a decir verdad, ésa es una labor de enredo propia de algunos teólogos. Deténgase, por lo tanto, en esos aspectos prácticos. Por ejemplo, ¿qué le dice la Biblia sobre la manera en que debe vivir su trabajo, su sexualidad, su uso del habla? ¿Qué le dice la Biblia sobre la cultura de la vida y de la muerte? ¿Qué le dice la Biblia sobre la forma en que debe administrar su dinero, su tiempo o su vida de familia? ¿Qué le dice la Biblia sobre callar o hablar? Párese en esos pasajes, tome nota de ellos y medítelos ante el Señor.
5.- Descubra a Dios: no caiga en el error de pensar que la Biblia es un mero manual de instrucciones. Hay muchísimo más. Por ejemplo, ¿qué le enseña la Biblia acerca del carácter de Dios? Descubra cómo es y tire por la borda esas ideas que lo mismo lo equiparan con un aguafiestas que con una versión blandengue de Santa Claus. ¿Puede confiar en El para sus necesidades? ¿Le brindará apoyo frente a las tensiones de la vida y las presiones de los hombres? ¿Cabe la posibilidad de dirigirse a El en todo momento? ¿Es posible ser amigo de Dios? ¿Qué significa ser su hijo? Si llega a extraer esos aspectos de la Biblia y a incorporarlos a su existencia, ésta se convertirá en algo infinitamente más rico, más profundo y mejor.
6.- Consiga algunas ayudas para el estudio de la Biblia: A pesar de que mi biblioteca es bastante nutrida, sinceramente, no creo que sean necesarios muchos libros de ayuda para entender mejor la Biblia. Sin embargo, algunos – sin mucho dispendio – son muy recomendables.
Por ejemplo, consígase:
a) una buena concordancia que le permita ver textos paralelos de las Escrituras; y
b) un buen diccionario bíblico que le indique, por ejemplo, donde estaba Capernaum o quiénes eran los filisteos además de proporcionarle una buena cronología de los profetas. Luego, con el paso del tiempo, puede ir adquiriendo libros que le ayuden a acercarse a los Evangelios, a la vida de Jesús, a Pablo, a los profetas. Son obras que pueden ayudarle a estudiar y que puede prestar a otros hermanos. Y no se engañe. El coste final es muy inferior al de compra o alquiler de DVDs (en la mayoría de los casos pésimo cine), de salir a cenar fuera de casa o de ir al fútbol, y las consecuencias no tienen punto de comparación y
7.- Comparta lo que aprenda: no se guarde lo que halle para usted. Comparta con otras personas – creyentes o no – lo que Dios le muestre en las Escrituras. Sin complejos. Parece mentira la saliva que gastamos a la hora de recomendar una película, un programa de TV o unas rebajas y lo ahorrativos que somos en palabras para referir lo que hemos hallado en la Biblia. No se guarde lo que Dios le ha dado. Hágalo extensivo a otros.Bueno y
con este artículo me despido de los lectores por este año de 2007, pero anticipo que, Dios mediante, regresaré en el próximo 2008 con la continuación de esta serie sobre cómo compartir el Evangelio.
Lo haré dirigiéndome a Dios para que nos de sabiduría en unos meses que no van a ser fáciles.
Hasta entonces, feliz Navidad y próspero año nuevo… y no dejen de estudiar la Biblia.
CONTINUARÁ
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