Espero que mis hermanos, con esa paciencia que los caracteriza, reflexionen sobre las siete cifras que indico a continuación:
1.- El
92,8 % de las mujeres que abortan en España sufren violencia de género porque han sido ´coaccionadas´ para ello por sus parejas, según datos de un estudio de la Asociación de Víctimas del Aborto.
2.- Desde la legalización del aborto por el gobierno socialista de Felipe González el número de abortos practicado en España roza el
millón de víctimas.
3.- Según el
Ministerio de Sanidad, la tasa de abortos española en 1995 era de 5,53 abortos por cada 1.000 mujeres; en 2002 de 8,46; y en 2004 de
8,94.
4.- Las tasas de aborto entre adolescentes españolas casi se
duplicaron en la pasada década, según un estudio del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) siendo las referidas a adolescentes de entre 15 y 19 años las que registraron un mayor incremento.
5.- La tasa de consumo de cocaína en España entre los ciudadanos de 15 a 64 años ha superado este año, por primera vez en la historia, la de Estados Unidos y
cuadruplicado la media europea, según ha informado la ONU.
6.- En 2006, el número de divorcios en España se incrementó en un
51 por ciento. Esta circunstancia convierte a España en el país con mayor tasa de divorcios de la Unión europea porque en nuestra nación tiene lugar un divorcio cada cuatro minutos.
7.- España es el primer país europeo en intervenciones de cirugía estética, con unas
400.000 en el último año y la cifra aumenta entre un 8 y un 10% anual, según Antonio Porcuna, presidente de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE).
Se podrá decir lo que se quiera, se podrán hacer todos los matices que se deseen y se podrán diseccionar los datos por regiones, municipios o comunidades de vecinos, pero
la verdad innegable es que la sociedad española en su conjunto está espiritualmente muy enferma.
De hecho y a la vista de las citas mencionadas, no es exagerado afirmar que su enfermedad resulta incluso más grave que la de otras sociedades del entorno. Es posible que algunos sectores sociales se consideren moralmente superiores porque, por ejemplo, les preocupa el cambio climático (efectivamente, este mes de julio está haciendo mucho más calor que en enero) o la defensa de la lengua de los indios mapuches, pero las realidades de nuestra sociedad – aquella en la que vivimos y tenemos que dar testimonio – van por otro lado.
Se trata de una sociedad en la que la cultura de la muerte prevalece sobre la de la vida, en la que la apariencia tiene un valor desaforadamente extraordinario (porque supongo que nadie se creerá que las españolas son horrendas en comparación con las noruegas, las belgas o las griegas y por eso se operan muchísimo más...), en la que la familia se desploma de una manera sin precedentes y en la que –lo siento por algunos hermanos, pero así es– no cabe echar la culpa de todos los males a la iglesia católica porque, gracias a Dios, ninguno de nosotros ha estado amordazado ni ha pasado por la prisión por razones de conciencia en tres décadas.
Este cúmulo de síntomas no podrá curarse jamás con un aumento de subvenciones o un mayor gasto público por muy útiles que puedan resultar en algunos casos. La única salida es asumir que combatimos una formidable batalla espiritual en la que, por un lado, tenemos que enfrentarnos con ideologías medularmente diabólicas y, por otro, debemos apuntar a nuestros compatriotas que la única salida para los males humanos es Jesús el mesías e Hijo de Dios. A ver si nos enteramos...
(CONTINUARÁ)
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