1.- Justicia independiente. Como vale cualquier inversor, el primer requisito para la buena marcha de la economía son los jueces imparciales. Es obvio que no son pocos los que consideran que el juez debería favorecer a los pobres frente a los ricos. Sin embargo, la Biblia enseña algo totalmente distinto. En Levítico 19, 15 (véanse textos paralelos en Éxodo 23, 2-3 o Deuteronomio 16, 18-20) se indica claramente que el juez no debe fallar a favor del pobre por ser pobre ni del rico por ser rico. Su deber es respetar la ley sin acepción de personas. Obviamente, esta enseñanza bíblica choca con la llamada “justicia de clase” o con la denominada “opción preferencial por los pobres”, pero puestos a elegir entre los que las defienden o lo que enseña la Biblia yo me quedo con mi preciosa Biblia.
2.- La laboriosidad. Lejos de primar el subsidio, la Biblia insiste en el trabajo duro y esforzado. De hecho, afirma claramente que la pereza es causa determinante de la pobreza. (Proverbios 6, 6-11). Seguramente, no son palabras gratas para los que se consideran con derecho a vivir de los demás, pero la enseñanza es clara. Un seguidor del Señor debe caracterizarse por su laboriosidad.
3. Honradez en el trato. Otro de los principios expresados claramente en la Biblia es la condena en el fraude en el trabajo. Textos como los de Levítico 19, 36 o Proverbios 16, 11, inciden de manera clara en esa cuestión. Del creyente, se espera que no engañe, que no defraude, que no mienta en su trabajo.
4.- Respeto a la propiedad privada. No deja de ser significativo que en la Biblia hallemos un respeto por la propiedad privada muy superior al de muchos sistemas políticos incluidos los capitalistas. Privar a alguien de su propiedad era castigado en la Torah con la entrega del doble de lo arrebatado (Éxodo 22, 9). El mismo Jesús aplaudió incluso un aumento del monto de la restitución, según podemos ser en la historia de Zaqueo (Lucas 19, 8).
5.- Ahorro. Otro de los principios económicos recogidos en la Biblia es el del ahorro. No deja de ser curioso que José lo aplicara para salvar a Egipto de una recesión económica (Génesis 41, 14 ss) o que la mujer ideal retratada en Proverbios 31, 10 ss fuera precisamente una fémina más ahorradora que gastadora. De hecho, el que atienda a su familia y el que pueda manifestarse misericordiosa con los pobres se debe a una clara combinación de trabajo, buena administración y ahorro.
6. Conocimiento de los principios éticos basados en la Biblia. No es casualidad tampoco que la Biblia señale que la sabiduría se traduce no pocas veces en la prosperidad económica. De manera bien significativa, esa sabiduría tiene un principio que es “el temor del Señor” (Proverbios 1:7). Una nación que vuelve la espalda a estos principios no encontrará la prosperidad económica.
7.- Impuestos reducidos. Constituye un principio prácticamente indiscutible en ciertas ideologías la asociación de la justicia en laa subida de impuestos. Sin embargo, la Biblia coloca la tasa óptima impositiva en un diez por ciento (que además no se pagaba todos los años) y censura acertadamente a los gobernantes que la aumentaron. Si algunos piensan que un gran Estado es la base de la felicidad y de la justicia no encontrará fundamento para ello en la Biblia y, seguramente, debería recordar pasajes como el de I Samuel 8, 10 ss.
8.- Relación con los judíos. La regla aparece expresamente formulada en Génesis 12, 3 ss o Génesis 27, 29, cuando Dios prometió a Abraham bendición para aquellos que lo bendijeran a él y a su descendencia y maldición para los que lo maldijeran a él y a sus descendientes. Voy a ocuparme de este tema en próximas entregas, pero ya lo dejo aquí apuntado.
Históricamente, las naciones que han seguido estos principios bíblicos han progresado mientas que ha sucedido lo contrario con aquellas que le daban la espalda. ¿Opinión subjetiva?. Permítaseme contar una anécdota reveladora. Cuando estudié economía política en la universidad, uno de los catedráticos más destacados que tuve fue Jesús Prados Arrarte. Este catedrático era un socialdemócrata moderado - aborrecía, por ejemplo, la política del PSOE– y había estado durante años exiliado de España, ya que había combatido en el Ejército popular de la República.
Prados Arrarte había realizado su tesis doctoral sobre un tema bien significativo: las
razones por las que la rica España del Siglo de Oro no había logrado avanzar económicamente, mientras que lo había hecho la Inglaterra del mismo período históricamente que, objetivamente, era mucho más pobre. La causa fundamental, según él, era que España había seguido un enfoque típicamente católico en el que la pobreza era una especie de bien espiritual - y así se enseñaba a los pobres - en que el trabajo era considerado una maldición, en el que se derrochaba, y en el que virtudes como el ahorro y la laboriosidad carecían de lugar.
En Inglaterra, se habían aplicado los principios de la ética protestante directamente surgida de la Biblia. Así, la suma de trabajo, ahorro y austeridad habían convertido a la pequeña isla en una gran potencia. El análisis de Prados Arrarte puede complementarse con algunos de los puntos que he expuesto aquí como el temor de Dios o la actitud hacia los judíos. Sin embargo, resulta sustancialmente correcto. Las naciones que siguen los principios bíblicos prosperan, mientras que las que los dan de lado se labran su ruina.
Echar la culpa de su situación a los prósperos, al mercado, al capitalismo o al calentamiento global puede deberse en algunos casos a la buena fe, pero es tan dañino, al fin y a la postre, como decirle al vecino del tercero que la culpa de su cáncer de garganta no la tiene su consumo masivo de cigarrillos, sino el vecino del 4º A que es un burgués y no le ha pagado la clínica.
No nos engañemos: no existe solución para las naciones al margen de los principios de progreso económico y social contenidos en las Escrituras. A ver si nos enteramos .....
(Continuará)
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