La situación era de tanta relevancia que llegaría a provocar un enfrentamiento entre dos personajes que poco antes se habían repartido amigablemente las zonas de actividad misionera.
ENFRENTAMIENTO PABLO-PEDRO
La visita de los judeo-cristianos partidarios de la circuncisión de los gentiles a Antioquía (Hechos 15, 1) no careció de consecuencias. De hecho, entre ellas se encontraría un episodio narrado por Pablo en Gálatas 2, 11-14 referente a un enfrentamiento con Pedro.
Al parecer,
Pedro había visitado Antioquía con anterioridad y había compartido con los miembros de la comunidad de esta ciudad su punto de vista favorable a no imponer el yugo de la ley a los gentiles. La información proporcionada por Pablo encaja, de hecho, con los datos que la fuente lucana recoge en el episodio descrito en Hch 10 y 11 relativo a Cornelio, así como con lo referido a Simón, el curtidor de Jope (Hch 10, 28), y pone de manifiesto que, sustancialmente, Pablo y Pedro tenían el mismo punto de vista en relación con el tema.
De hecho, Pedro "no tenía ningún reparo en comer con los gentiles" (Gál 2, 12), un paso que chocaba, por ejemplo, con las normas relacionadas con la pureza de los alimentos, pero que armonizaba con una evolución destinada a permitir que los gentiles vieran la luz del mesías y se integraran entre sus seguidores.
Esta situación cambió cuando se produjo la llegada de algunos judeo-cristianos palestinos cercanos a Santiago (Gál 2, 12) que sostenían la necesidad de que los gentiles se circuncidaran aceptando el judaísmo si deseaban formar parte de las comunidades de discípulos. Atemorizado, Pedro optó por desviarse de su línea inicial de conducta inicial, lo que provocó -bastante lógicamente dado su peso en el movimiento– una postura similar en los demás judeo-cristianos de Antioquia.
Incluso alguien tan comprometido con la misión entre los gentiles como Bernabé (Gál 2, 13) acabó incurriendo en una conducta similar. No sabemos cuál fue exactamente el mensaje que entregaron aquellos judeo-cristianos palestinos a Pedro pero posiblemente vendría referido al escándalo que tal conducta podría estar causando entre los judíos que no creían en Jesús y a los que aquella conducta hacia los gentiles no ayudaba precisamente a acercarse a la predicación del Evangelio.
T. W. Manson ha sugerido que el origen de aquel mensaje era el propio Santiago y que fue entregado a Pedro por medio de una persona. Sin embargo, tal tesis atribuye a las fuentes más de lo que nos dicen, puesto que atribuye a Santiago directamente lo que éstas relacionan sólo con alguno de sus partidarios.
Para un judío que se tomara la ley en serio, no era posible sentarse a una mesa en que el alimento no fuera "kasher" y el judío que actuara así distaba mucho ante sus ojos de ser observante y, por lo tanto, poco podía atenderse a su testimonio sobre la llegada del mesías o el cumplimiento de las profecías bíblicas. Cabe también la posibilidad de que hicieran asimismo referencia a la revuelta situación política de Palestina y la manera en que creaba tensiones relacionadas con los gentiles. Semejantes criterios de oportunidad – de evangelización de los judíos y de evitar conflictos con los nacionalistas judíos – colocaban a los conversos gentiles ante la disyuntiva de convertirse en judíos para poder seguir al mesías Jesús o la de verse cerrada la puerta de la salvación.
RAZONES DE LA REACCIÓN DE PABLO
La reacción de Pablo fue inmediata por cuanto una conducta de ese tipo no sólo amenazaba con dividir drásticamente la comunidad antioquena sino que además implicaba un retroceso en la postura de Pedro susceptible de influir en el resto del judeo-cristianismo y de limitar, si es que no abortar casi por completo, la prometedora misión entre los gentiles.
Existía asimismo el riesgo de que una insistencia meticulosa en relación con este tipo de normas de cara a los gentiles llevara a los mismos a captar el cristianismo no como una enseñanza en la que la salvación era obtenida mediante la fe en Jesús sino a través de la práctica de una serie de ritos, algo que, a decir verdad, tampoco sostenían los judeo-cristianos palestinos.
Lugar aparte debieron de merecer también las posibles consecuencias comunitarias de la actitud de Pedro. Si un cristiano judío y otro gentil no podían sentarse juntos a comer, tampoco podrían hacerlo para celebrar el partimiento o fracción del pan que era la señal de unión de los creyentes en Jesús. Llegados a ese punto, ¿cuánto tiempo pasaría antes de que el movimiento acabara expulsando de su seno a los gentiles?
Para terminar de empeorar la situación, Pablo parece haber estado convencido -y seguramente no estaba equivocado-de que ni Pedro ni Bernabé creían en lo que ahora estaban haciendo. A decir verdad, chocaba frontalmente con lo que habían defendido durante años. Precisamente por ello, a juicio de Pablo, las semillas de la hipocresía y de la conveniencia podían enraizarse con facilidad en el seno de la comunidad cristiana a menos que se atajara la situación de raiz. No sorprende que el enfrentamiento resultara inevitable. El mismo Pablo lo relataría poco después en términos inequívocos:
“... cuando vi que no caminaban correctamente de acuerdo con la verdad del evangelio dije a Pedro delante de todos : ¿porqué obligas a los gentiles a judaizar cuando tu, pese a ser judío, vives como los gentiles y no como un judío ? Nosotros, que hemos nacido judíos, y no somos pecadores gentiles, sabemos que el hombre no es justificado por las obras de la ley sino por la fe en Jesús el mesías y hemos creido asimismo en Jesús el mesías a fin de ser justificados por la fe en el mesías y no por las obras de la ley ya que por las obras de la ley nadie será justificado” (Gálatas 2, 14-16)
EL CHOQUE
El enfrentamiento de Pablo con Pedro se produjo ante toda la iglesia de Antioquia y quedó definido en unos términos enormemente claros. La salvación no era algo que se ganaba por las obras. No era algo que pudiera comprarse, adquirirse, merecerse por las obras. No, se trataba de un regalo de Dios y ese regalo de Dios sólo podía ser recibido mediante la fe, una fe en que Jesús era el mesías y había muerto expiatoriamente en la cruz para la salvación del género humano.
Si esa concepción del mecanismo de la salvación era pervertido, el mensaje del Evangelio – de las Buenas noticias – quedaría adulterado. ¿Cómo podía sustituirse la predicación de que Dios entregaba gratuitamente la salvación a través de Jesús por la de que era preciso convertirse en judío para salvarse, la de que la salvación se obtenía mediante las propias obras y la de que esto tenía entre otras consecuencias levantar una barrera entre judíos y gentiles a menos que éstos se circuncidaran y entraran a formar parte del Israel nacional?
Para Pablo resultaba obviamente imposible y Pedro –que sabía que tenía razón- no tenía ningún derecho a obligar a los gentiles a actuar de esa manera (Gál 2, 14).
No sabemos el resultado final de aquel áspero encuentro entre Pedro y Pablo. Sí nos consta que el problema no se limitó a Antioquía.
De hecho, los judeo-cristianos partidarios de exigir a los cristianos gentiles la conversión al judaísmo habían decidido imponer sus tesis en las comunidades fundadas por Pablo y Bernabé en Galacia. El conflicto acabaría generando una clara reacción en Pablo y dando inicio al aspecto de su legado que ha perdurado con más fuerza durante casi dos milenios, la redacción de sus cartas.
Por ello, en el artículo de la próxima semana veremos “La carta a los Gálatas”
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