En el mes de julio del año 51 d. de C., llegó a Corinto Lucio Junio Galión. Su misión era hacerse cargo del cargo de procónsul de Acaya. Galión pertenecía a una familia de rancio abolengo hispano. Era hijo de Marco Anneo Séneca, un extraordinario profesor de retórica, y hermano menor de Lucio Anneo Séneca, el famoso filósofo estoico que, a la sazón, era preceptor de un joven que, pasado el tiempo, se convertiría en el emperador Nerón.
Originalmente, Galión se había llamado Marco Anneo Novato pero cambió su nombre al ser adoptado por Lucio Junio Galión. La adopción era una institución muy peculiar en Roma –de hecho, su finalidad no era tener hijos sino transmitir a alguien apreciado el patrimonio familiar– y eso explica que alguien pudiera ser adoptado y, a la vez, mantener una relación estrecha e incluso cordial con su familia natural. En el caso de Galión, estaba ciertamente muy unido al filósofo Séneca con el que mantendría a lo largo de su vida una interesante correspondencia.
Apenas se había hecho cargo Galión de su cargo en Corinto cuando fue llevado ante su presencia un ciudadano romano, nacido en Tarso, de nombre Saulo aunque más conocido como Pablo. La acusación formulada contra Pablo –actuar "en contra de la ley"– procedía de la comunidad judía de Corinto y las causas eran,fundamentalmente, religiosas. Pablo había sido en su juventud un perseguidor del cristianismo, pero, tras experimentar una visión del Jesús resucitado cuando iba por el camino de Damasco, había abrazado la nueva fe y se había dedicado a propagarla con verdadero ardor. Su salto al continente europeo había tenido lugar poco antes comenzando por Macedonia y llegando a Grecia. En Corinto, de hecho, había obtenido un eco no pequeño. A pesar de que la ciudad griega se jactaba de su nivel intelectual y de que la población judía en la misma era importante, Pablo se había negado a adaptar su mensaje proponiéndose, según sus propias palabras, "predicar sólo a Cristo y a éste crucificado". Al igual que era normal en aquellas décadas iniciales de la expansión del cristianismo, los primeros conversos habían sido judíos a los que se había anunciado la llegada del Mesías prometido, que no era otro que Jesús.
Como era de esperar, las autoridades de la sinagoga no tardaron en sentirse molestas al ver cómo algunos fieles aceptaban la predicación de Pablo. Sin embargo, la crisis sobrevino cuando Justo, uno de los gentiles que asistía a los cultos y que vivía al lado de la sinagoga, y, sobre todo, Crispo, el mismísimo principal de la sinagoga, se convirtieron a la fe de Jesús. No sólo es que los gentiles interesados por el judaísmo se volvían hacia la nueva fe sino que además ésta conseguía adeptos entre judíos de especial peso en la comunidad. La reacción de las nuevas autoridades de la sinagoga consistió en presentar una denuncia contra Pablo y, según los términos de la misma, todo parece indicar que pretendían que se declarara el cristianismo como relligio ilicita. Si Galión adoptaba su punto de vista, su decisión en calidad de procónsul establecería un precedente y la predicación del Evangelio durante los siguientes años se habría visto seriamente comprometida. De entrada, no sólo es que sobre Pablo habría caído todo el peso de la ley romana, sino que además los seguidores del cristianismo se hubieran visto perseguidos por pertenecer a un culto ilegal.
Suele ser común, incluso entre algunos autores de libros de Historia, referirse a la tolerancia religiosa de los romanos. Sin embargo, ésa es, como mucho, una verdad a medias. Es cierto que los romanos solían no oponerse a los cultos de los países conquistados. Sin embargo, actuaban así porque, siendo profundamente religiosos e irrenunciablemente pragmáticos, no deseaban indisponerse con divinidades desconocidas. Una vez que creían conocer al dios en cuestión y cómo tratarle, por supuesto, no tenían empacho en declarar determinadas religiones como ilícitas y en adoptar medidas represivas concretas, si así lo juzgaban conveniente. Augusto, por ejemplo, ordenó quemar libros sagrados de la religión etrusca porque le parecía que podían contener profecías incómodas políticamente. Por lo que se refiere a Tiberio – y con él otros emperadores – no se sintió cohibido a la hora de descargar su cólera sobre determinadas religiones orientales. La situación para Pablo, por lo tanto, no resultaba fácil. De hecho, ya existía un precedente que podía usarse para condenarle y proscribir el cristianismo, e incluso unos de sus colaboradores lo había sufrido en carne propia.
Ayudando a Pablo en la tarea evangelizadora, se encontraba otro judío, llamado Aquila, que había vivido anteriormente en Roma y se había visto obligado a abandonar la ciudad en virtud de una disposición del emperador Claudio. El libro de los Hechos de los apóstoles no se detiene a explicar las razones de esa expulsión. Sin embargo, Suetonio, en su Vida de los doce césares, indica claramente que la razón fue una disputa teológica relacionada con Jesús impulsore Christo. Claudio había tomado una decisión salomónica expulsando por igual a los judíos partidarios del Mesías y a sus adversarios. Sin embargo, como señala Suetonio, el motivo era la disputa sobre las credenciales de Jesús a la mesianidad.
Ahora podía resultar relativamente fácil usar ese precedente para lograr la condena de Pablo y detener la expansión del cristianismo en Europa. Sin embargo, Galión adoptó un punto de vista radicalmente distinto y que, de hecho, cambió la Historia de Europa y con ella la del mundo. ¿Por qué?
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