Entre los extremos a que se comprometían los que pronunciaban este juramento, se encontraba el siguiente: “No daré ninguna droga letal a nadie, aunque me la pidan, ni sugeriré un uso semejante, y del mismo modo, tampoco proporcionaré a ninguna mujer una sustancia que pueda provocar un aborto, sino que, a lo largo de mi vida, ejerceré mi arte pura y santamente”.
En otras palabras,
incluso en un marco como el del paganismo clásico, en el que la vida tenía una consideración muy inferior a la que le dispensa la Biblia, Hipócrates se permitía rechazar tanto la eutanasia como el aborto. Hipócrates no pudo conocer el cristianismo y seguramente tampoco conocía a los profetas de Israel. Sin embargo, presentaba objeciones contra el aborto de carácter moral y, muy especialmente, social. Una sociedad que pretendiera un desarrollo armónico no podía permitirse ni la práctica de la eutanasia ni la del aborto. No podía permitírselo, a menos, claro está, que estuviera dispuesta a despeñarse por un abismo de inmundicia que traería terribles consecuencias.
Desde 1985, el aborto es legal en España en determinados supuestos. El proyecto de ley, presentado por el gobierno socialista de Felipe González, había sido precedido por un cierto número de encuestas que delimitaran hasta donde estarían dispuestos a aceptar los españoles la legalización del aborto sin sufrir demasiados problemas morales.
Esa legalidad coexiste además con una libertad absoluta para utilizar cualquier método anticonceptivo y una información al respecto que se inicia ya en la escuela. A pesar de todo, la cifra de abortos en España no ha disminuido en estos últimos veinte años. De hecho, los datos difícilmente pueden ser más elocuentes.
- Uno de cada seis embarazos en España termina en aborto.
- Esto significa que cada hora se produce una media de casi diez abortos, es decir, 232 vidas son sacrificadas diariamente en nuestra nación.
- Desde la legalización de algunos supuestos de aborto en 1985 se han sacrificado 929.273 vidas.
- La cifra de abortos en 2005 fue oficialmente de 79.788.
- El aborto constituyó en 2005 la primera causa de mortalidad en España superando a la segunda que fue el cáncer con 55.621 vidas y a los accidentes de tráfico con 5.399 víctimas.
- La cifra de abortos lejos de mostrar una tendencia al descenso pone de manifiesto una increíble tendencia al crecimiento. Así, desde 1999 a 2004 la práctica del aborto aumentó en más del 45% pasando de 58.399 abortos a 84.895.
- El aborto constituye un gran negocio en España. Nada menos que el 96,43% de los abortos se realizan en negocios abortistas privados que en no pocas ocasiones están relacionados con cargos y militantes de determinados partidos políticos.
- La mayoría de los abortos además incumplen la ley vigente. De hecho, el 96,7% de los abortos se cometieron acogiéndose al supuesto de riesgo para la salud de la madre, habitualmente refiriéndose a la salud psíquica. Todo indica que el supuesto daño psicológico no es sino la tapadera de decenas de millares de abortos ilegales, aunque lucrativos.
- Si se mantiene el ritmo creciente de abortos, en el año 2007 habremos superado no sólo holgadamente el millón de vidas sacrificadas sino también la cifra de 100.000 abortos al año.
A pesar de todo lo anterior, el gobierno que preside José Luis Rodríguez Zapatero ha manifestado en repetidas ocasiones que tiene la intención de despenalizar todos los abortos cometidos, por cualquier causa, durante las 14 primeras semanas de embarazo.
Aunque la defensa de la despenalización del aborto discurre siempre sobre relatos terribles de muchachas violadas o de criaturas supuestamente condenadas por sus características físicas o psíquicas a la muerte, la realidad del aborto en España resulta muy diferente. La aplastante mayoría de los abortos presenta todo el aspecto de eludir la legalidad y de basarse únicamente en el deseo de que se lleve a cabo.
Por si fuera poco, el aborto se ha convertido en una lucrativa industria. Y por encima de este drama que nadie desea desvelar porque es políticamente incorrecto hacerlo, se cierne la terrible realidad de que se destruyen casi 100.000 vidas al año sin mover un dedo, un hecho que no sólo desde una perspectiva religiosa o espiritual, sino meramente humana es escalofriante.
Muy enferma debe estar nuestra sociedad cuando semejante despilfarro de vidas, cuando semejante sangría demográfica, cuando semejante carnicería colectiva apenas levanta voces en contra y las escasas que se alzan inmediatamente se ven condenadas al silencio o a la burla.
Y es que las características que ha ido adquiriendo la cuestión del aborto en España sobrepasan con mucho el análisis religioso o filosófico para entrar en el de la mera supervivencia social. Pero – no nos engañemos – tampoco anda muy despierto el pueblo de Dios cuando no se moviliza contra semejante estado de cosas e incluso se escuchan voces que defienden la tesis de mirar hacia otro lado porque, a fin de cuentas, cada uno es libre de hacer lo que quiera y no deberíamos imponer nuestras creencias a nadie.
Al paso que van las cosas, el día menos pensado me voy a encontrar a alguien en alguna iglesia exigiendo a Dios que pida disculpas por haber castigado a Sodoma y Gomorra.
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