Para abordar este importante asunto, hemos hojeado algunos
cursos de discipulado ya elaborados y editados. En este proceso de investigación, quienes llevamos cierto tiempo en
el Camino continuamos aprendiendo interesantes y útiles enseñanzas que inspiran esta labor esencial para el nuevo creyente. Del mismo modo, en estos materiales didácticos consultados hemos podido observar ciertos elementos que entendemos mejorables, como, por ejemplo, la existencia de una tónica general de falta de contextualización para la cultura española, algo que resulta lógico para los casos en los que el material proviene de fuera del país. A mi parecer, otro elemento que debe corregirse es el tono pueril de varios de estos cursos, tanto en la metodología como en la exposición de unos contenidos y formas que no son los más acordes para las estructuras mentales del hombre postmoderno medio.
Quizás a algunos les sorprenda, pero otra tónica general inherente a estos cursos es la ausencia de nociones elementales sobre la historia del protestantismo y de su legado en la sociedad. En estos escritos formativos apenas se realizan alusiones al hecho de que la fe evangélica o protestante, además de exponer la salvación bíblica para el hombre, también ha sido protagonista en la sociedad como impulsora de acontecimientos trascendentales, como pueden ser la creación de las primeras ONG, la abolición de la esclavitud, la lucha por la liberación de la mujer, la revolución científica, el control del poder político, la educación, las primeras leyes de bienestar social, etc. La realidad de este legado puede parecer obvio para muchos evangélicos, pero la realidad es que el español medio posee una imagen (cuando la tiene) bastante distorsionada del protestantismo y de sus hechos.
Tengo el convencimiento de que no son pocos quienes soslayan el legado protestante en el proceso de discipulado alegando preguntas del tipo:
“Y este rollo histórico, ¿qué le aportará de práctico al nuevo discípulo en su vida diaria? ¡Con todo lo que tiene que descubrir…! ¿No es más propio que esta enseñanza histórica se postergue para los seminarios, para una formación posterior o que se reserve al autodidactismo?" Pues creo que no, porque poseer nociones básicas sobre la historia del protestantismo y de su gran legado puede aportar al nuevo cristiano beneficios fundamentales en su cotidianidad, como, por ejemplo, los siguientes:
El individuo que hasta su conversión apenas conocía lo que era el protestantismo sentirá un
orgullo sano derivado de la constatación histórica de que su fe en Dios tiene poder para el cambio. Los inapelables logros de la historia evangélica le confirmarán al nuevo creyente que
toda la verdad de Dios, cuando se interpreta correctamente, aporta siempre bendición al ser humano. Adquirir este conocimiento supone una gran ayuda anímica y espiritual para cuando lleguen momentos de duda acerca de la practicidad y beneficios reales del mensaje expuesto en la Biblia. Abordar, aunque sea someramente, este aspecto refuerza el convencimiento de que la Biblia no es sólo teoría, sino poder, transformación, justicia y vida real.
Este
orgullo bien entendido será también una
fortaleza cuando el nuevo creyente vea que su fe es ridiculizada y atacada injustamente por sus amigos, conocidos, en la TV… Cuando la gente comente aquello tan manido de:
“No creo en Dios porque la religión sólo crea odio, muerte y opresión”, la fe del nuevo creyente no se verá amenazada por algo que se dice y que ya sabe que no es cierto. El cristiano que conoce lo bueno del legado evangélico sabrá perfectamente que estos dichos son una mezcla de excusa e ignorancia. Por lo tanto,
el nuevo cristiano no sufre absurdamente ante estos ataques, sino que dispone de herramientas para dar la vuelta a la tortilla, pues ahora puede posicionarse en una posición de ayuda y luz para quien ataca injustamente su fe y la Biblia.
Conocer estos detalles históricos también
contribuye a algo tan fundamental como el “no avergonzarse del Evangelio” (Romanos 1, 6) cuando el cristiano da testimonio de Cristo. En un mundo en el que la ridiculización de lo cristiano va en aumento, muchos lo pasan muy mal cuando les identifican como evangélicos. Por esta razón, el hecho de que quien está siendo discipulado tenga fundamentos que le confirmen que tanto escarnio proviene del prejuicio, y no de un motivo real, supone una liberación que aporta dosis de valentía y autoestima reforzada en Cristo y en el poder de su Palabra.
Con este conocimiento, el individuo
se adiestra con herramientas que le ayudan a distinguir lo que es la fe bien entendida de lo que puedan ser, por ejemplo, algunas sectas o los
shows televisivos donde, en
el nombre de Dios, se venden milagros o productos similares. Siguiendo esta línea,
al cristiano le será algo más difícil sentirse confundido o identificado con los manipuladores, pues dispondrá de mayores y mejores parámetros de juicio para distinguir el trigo de la cizaña, la secta de la Iglesia, la herejía de la doctrina, el error del acierto, la verdad de la mentira, el beneficio del perjuicio, la manipulación de la liberación…
Yendo más allá, conociendo algunos datos generales acerca la historia particular del protestantismo en España, el nuevo creyente se sitúa mejor en el tiempo y el espacio, pudiendo entender con más criterio el porqué en España todavía es tan
raro ser evangélico o protestante. Con estas nociones,
el cristiano podrá comprobar que la injusticia y la persecución explican parte de esta incomprensión e, incluso, intolerancia hacia nosotros, haciendo que el nuevo creyente tenga misericordia, empatía y también respuestas serenas para quien le rechaza en el nombre del prejuicio. Por supuesto, con estas nociones históricas acerca del protestantismo en nuestro país,
el cristiano se ve como un privilegiado gracias a la lucha y testimonio de otros hermanos en la fe que le precedieron. Este conocimiento
motiva a no permanecer como un creyente pasivo, acomodado e indiferente, sino que impulsa al discípulo a valorar el sufrimiento que otros han vivido para que hoy podamos predicar el Evangelio libremente.
Con este repaso histórico, que puede ser breve,
el nuevo cristiano se ve desafiado para aprovechar el tiempo con sabiduría y presteza. Por supuesto, si esta premisa se plantea como necesaria para el recién nacido en Cristo, ¡damos por supuesto que debe ser un asunto a resolver por quienes llevan años de cristianos y apenas conocen del legado protestante! Por éstas y por otras razones es por lo que deberían existir contenidos dedicados a la historia del protestantismo en la instrucción que recibe el nuevo creyente, pues aunque no es de sensatos saber pocas cosas, no siempre es más sabio quien sabe muchas, sino quien sabe cosas útiles; siendo lo útil aquello que libera.
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