Los avivamientos de Europa y América afectaron a los comportamientos de los creyentes cuya forma de vivir supuso un motor de progreso. Eran conscientes que la fe sola no anda sola y que la Reforma debía de afectar especialmente al espíritu y a la educación, sino se quería perder la conciencia social.
En esta Reforma del XVIII,
Avivamiento evangélico, como lo llaman los ingleses o
Gran Despertar, como lo llaman los americanos, lo espiritual invadió lo social. El secreto del progreso social en estos países de Europa no se podía explicar sin la inspiración de los hombres avivados.
Los temas sociales y humanitarios no provenían de las revoluciones como la francesa y hombres como Rouseau o Votaire. La Era de la Razón congeló toda presunción de compasión humana. Los cuáqueros y los iniciadores del Metodismo tuvieron una influencia más considerable que los revolucionarios y filósofos juntos.
Las preocupaciones por la enseñanza de calidad, por las reformas carcelarias, la protección al huérfano, la explotación laboral infantil, las misiones espirituales y humanitarias a la vez o la abolición de la esclavitud, no obedecieron a un plan predeterminado de las iglesias o sociedades sino de los principios cristianos.
Dice Ropero
[i] citando a Percival Pott, cirujano en Londres, que describía así la difícil vida de niños deshollinadores ingleses que en nada tenían que ver con la imagen romántica de Mary Poppins: “Observaba que “el destino de estas personas parece particularmente duro: en su primera infancia frecuentemente se les trata con una brutalidad extremada y casi mueren de hambre y de frio; les obligan a subir por chimeneas estrechas y a veces calientes, donde se magullan, se queman y casi se asfixian; y cuando llegan a la pubertad son particularmente susceptibles de contraer una de las enfermedades más repugnantes, dolorosas y fatales”.
El caso de la esclavitud africana por las potencias europeas era de lo más sangrante y vergonzoso de la humanidad, sin embargo todavía era una institución respetable. Los intereses económicos eran más fuertes que el carácter inmoral y violento de los hechos. Se imponía la superioridad blanca para mantener el espíritu esclavista y no era fácil, ante tantos intereses, entablar una lucha humanitaria como lo hizo Blanco White.
Blanco White y Juan Calderón se habían iniciado en las labores sociales con los españoles liberales que en gran número se habían exilado en Londres. Sólo el número de familias asturianas era de 1000 aproximadamente y tuvieron que atenderlos desde el primer momento desde su propia pobreza pero moviendo a otros para traer ropas y alimentos. Blanco tras su conversión tiene entre sus preocupaciones la abolición de la esclavitud y la defensa de los americanos en su lucha por la independencia. Blanco ya había ensayado en su periódico
El Español, muchas de estas preocupaciones, pues entre 1811 y 1813, en su periódico, emprendió una campaña contra la trata y la esclavitud, participando así en la acción de Wilberforce y de los abolicionistas de la
African Institution. Treinta años después seguiría llamando “mal monstruoso” que hacía padecer a millares de hombres.
Sin embargo
en 1814, se había publicado en Londres, una obra anónima, el Bosquexo del Comercio en esclavos y Reflexiones sobre este tráfico considerado moral, política y cristianamente. Su autor no era otro que José María Blanco White, conocido como el redactor de
El Español. Este Bosquejo y que parece obra menor por su tamaño, no lo es en su contenido, mereciendo un lugar destacado en la literatura y la historia del abolicionismo en España, dice André Pons en su conocido artículo
Blanco White, abolicionista.
Este autor nos lleva a entender las causas por las que Blanco escribe esta obra en español. El haber traducido la
Carta sobre la abolición del comercio de esclavos de William Wilberforce, uno de los miembros más influyentes de la African Institution, cuya pretensión era ilustrar al público español y obtener un decreto de abolición, es cuando Blanco creyó que él también podía aportar algo con mayor conocimiento.
En realidad ya venía apuntando ideas en El Español y era necesario adaptar al público español la Carta de Wilberforce. España era cómplice de ese “abominable comercio” y por eso también quería “hacer un servicio a la humanidad y a su patria”. Uno de los móviles que se refleja en
el Bosquejo es su patriotismo crítico, y “con objeto de diri girme a mis compatriotas en el lenguaje de mi propio corazón”-escribía-, añadiría el testimonio de Mungo Park sobre la trata en África, y sobre todo utilizó copiosamente un documento que situaba el problema de la trata en el contexto español y colonial y le daba para sus lectores una actualidad candente, la
Representación de la Ciudad de la Habana.
Resultaba curioso que la trata con destino a Cuba no había dejado de agravarse y no en beneficio de España, que tenía pocos intereses directos en el tráfico, sino que su actividad redundaba en beneficio de los negreros ingleses. Por esta causa Blanco se propone mantener una idea fuerza constantemente para que no hubiese otras distracciones del tema. Él contesta que la trata de esclavos es un sistema intrínsecamente perverso, inhumano, injusto e inmoral y por tanto debe abolirse. Permanecer en este estado seguirá provocando horrores inevitables, pues la lógica del sistema es el dinero.
Se le ha tachado a Blanco de tibio por reclamar la abolición sólo de la trata de esclavos y no de la esclavitud. Pons desarrolla esta aparente tibieza así:“Precisemos aquí la postura antiesclavista de Blanco White. Pide la abo lición de la trata y no de la esclavitud, y se podría tacharlo de timidez o inconsecuencia (p. 3, nota. 74, 119). Ahora bien, fiel a sus principios de justicia y humanidad, piensa que la esclavitud es un «verdadero mal», que es uno de los fundamentos injustos de la sociedad colonial, y que por tanto debe abolirse
(Esp. n° 20, IV, p. 124; n" 25, V, p. 25). Pero sabe que los negros, por culpa de los europeos, no están preparados para asumir su libertad y que una emancipación repentina y en masa desencadenaría violencias y males más graves que los que existen ya. Eso es lo que había mostrado el decreto de la Convención (28-II-1794): era por cierto una decisión generosa, pero la había seguido la revolución de Santo Domingo
(Esp. n" 14, III, p. 152;
Bosq. p. 119). Por eso Blanco adopta una postura pragmática. Como la esclavitud se perpetúa por la trata, es preciso agotarla en su misma fuente, «cortar el mal radicamen te»; la prohibición tendrá dos consecuencias: primero, mejorará la suerte de los esclavos, pues los colonos, por no poder reemplazarlos, no ten drán más remedio que tratarlos bien; más tarde provocará la desaparición de la esclavitud por la emancipación progresiva y el desarrollo del asala riado
(Bosq. pp. 113-114, 141;
Esp. n" 14. Ill, p. 153)”.
“El antiesclavismo de Blanco White se señala pues por una exigencia de eficacia práctica; este idealista tenía en cuenta las realidades, las lecciones del pasado y las condiciones de la acción. Aquí es donde se entiende como Blanco White, por su pragmatismo, se distingue en general de los liberales gaditanos -aunque Argüelles por ejemplo admiraba a Wilber force y la táctica inglesa. Al dedicar una obra especial a la abolición de la trata, distinguiéndola de la cuestión de la esclavitud, Blanco White aparece en España como un precursor”.
JULIO VIZCARRONDO
No podemos dejar de citar en esta sección a Julio Vizcarrondo Coronado, como uno de los grandes luchadores evangélicos por la libertad de los esclavos. Vizcarrondo es conocido como un hacendado de Puerto Rico cuya actividad abolicionista le llevó a sufrir persecución y liberó a sus propios esclavos.
En 1863 se traslada a España, funda la
Sociedad abolicionista española en 1865 y su órgano de prensa
“El Abolicionista español”.
El 24 de enero de 1869, como presidente del Comité Central de la Unión Evangélica Española, obtuvo licencia municipal para celebrar públicamente culto protestante en Madrid.
Su activismo en la Sociedad Abolicionista llenó de Conferencias los ateneos de toda España y fue importante para obtener de las nuevas Cortes la aprobación de la ley Moret y posteriormente (22 de marzo de 1873) la abolición de la esclavitud en Puerto Rico; no así en Cuba como también se pretendía. En 1888 la Sociedad Abolicionista española se disolvió habiendo sido Secretario en todas las Juntas. Además su actividad en labores de beneficencia fue continuada, destacando el haber fundado el Hospital de los Amigos de los Pobres, la Sociedad Protectora de los Niños y otras asociaciones benéficas. A su muerte en Madrid de 1889 trabajaba en el proyecto de construcción de un hospital de niños incurables.
Al lado de Vizcarrondo vemos otros evangélicos como Federico Fliedner de Madrid, Alexandre Luis de Empaytaz de Barcelona o Segundo Sabio del Valle en Zaragoza.
A la Sociedad abolicionista madrileña de Vizcarrondo pertenecía
Rafael María de Labra, quien en algún tiempo fue presidente y también periodista del “Abolicionista” que vio culminada su lucha por la abolición de la esclavitud.
Contribuyó a fundar la Institución Libre de Enseñanza y fue muy amigo de notables protestantes por toda España.
[i]Teología bíblica del avivamiento. Alfonso Ropero. Philip E. Hughens. Clie 2000
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