Así Mateos Gago, mencionado la pasada semana en esta labor, también criticó la cultura de Marselau y Cabrera que habían presentado batalla al que llama Menéndez Pelayo “ardoroso y temible controversista”. Para él eran contrincantes con grandes carencias según lo manifestado en el periódico católico y monárquico
“El Oriente” cuyas preguntas y respuestas eran contestadas en el periódico de Alonso Marselau “
El Eco del Evangelio” y “
El Cristianismo” de Cabrera.
La intención de Gago era desprestigiar la misión de Cabrera que había establecidoel revd. Tugwell en Sevilla en la calle Zaragoza, 13, que disponía de iglesia y escuelas.
Gago no se atrevió a criticar al capellán inglés pero si lo hizo con Cabrera. Decía así Gago:
· Al ocuparnos de protestantes, no tomamos ese nombre en su verdadera significación; esto es, no vamos a referirnos a los protestantes ingleses que tienen su centro en la calle Zaragoza. Estos señores, por más que disten de nosotros en sus creencias, al fin creencias tienen, y respetables son, entre otros conceptos, por el derecho que tiene al respeto de los demás toda persona decente. Se dirigen nuestras palabras a esos desgraciados españoles apóstatas, que atacan nuestro catolicismo saltando por todas las reglas de la moral y la decencia, asentando sus pestilenciales cátedras sobre la mentira y la calumnia.
¿Tenía miedo Gago a enfrentarse dialécticamente con Tugwell o era más bien precaución ante las demandas al consulado inglés?Era evidente que con los españoles podía llamarlos de todo porque nadie los defendería ante leyes que siempre se aplicaban a favor del catolicismo. Por esta causa en otro lugar dijimos que los protestantes españoles no solo eran tenidos legislativamente como extranjeros, sino que nadie nos iba a defender puesto que las leyes solo defendían, por resumirlo en dos palabras, a la Nación Católica.
Dentro de ese ataque a la incultura de Marselau y Cabrera entraban los exsacerdotes colaboradores de sus respectivos periódicos.
· “En ellos –dice-hay hombres que no han podido realizar entre nosotros su aspiración de tener una
capellanía de monjas, porque ni para eso se creyó que podían servir; hay quien en cuatro o cinco cursos no ha podido ganar más que uno; de seguro algunos han precipitado su marcha a la calle del Negro con V., huyendo de los presentes exámenes, porque no sabían una palabra de sus respectivas asignaturas; en fin, hay escritor en su periódico que llevó calabazas en el simple examen de suficiencia al recibir la prima clerical tonsura.
Del mismo modo critica Gago a los himnólogos que en poco tiempo habían llenado de versos los cancioneros para los cultos. Se admiraba sarcásticamente que quienes no habían compuesto ni “una copla de fandango” “ni una plática en nuestra Iglesia” ahora realizasen, en el espacio de semanas, elevados himnos de gratitud y adoración a Dios.
· “En un ambiente de alta tensión proliferaron las controversias epistolares, los artículos periodísticos de elevada temperatura, los apasionados folletos y opúsculos e incluso las peleas callejeras!, en momentos tan significativos como las vísperas de un Concilio en el que la posible definición de la infalibilidad papal afectará a las premisas esenciales del protestantismo”(Ibídem 169).
· Al bando opuesto –dice Cuenca Toribio- tampoco le faltaban cualificados representantes. La inferioridad numérica la compensaban con una acidez en la que Gago hallaría justificación para los repetidos desbordamientos de su pluma. En torno a los tantas veces citados Nicolás Alonso Marselau y Juan Bautista Cabrera se aglutinaba un combativo grupo compuesto en esencia por los colaboradores de «El Evangelio», entre los que se contaban Luis Fernández Chacón -presbítero extremeño que acabaría por regir la secta en Córdoba tras la defección de Simó-, Pablo Pizarro, Sánchez Meneses --que pronto abjuró del «cabrerismo»----, los González Encinas, Pablo Sánchez ---con posterioridad pastor protestante en Huelva-, etc.
No fue solo Mateos Gago el “martillo de herejes” y el apologista católico que atacaba a "los sectarios de las pagas inglesas",aunque fuese de los más atrevidos difamadores. Destacan las sátiras del joven sevillano Luis Herrera, en unos versos titulados “
Un triunfo más” y
Los cánones caprinos de
Cayetano Fernández donde “aplicando la sátira al cabrerismo, se pinta a los protestantes como seres de baja condición moral e intelectual. Su Biblia, por prescindir de los libros apócrifos, es incompleta.
Para el padre Cayetano, los sacramentos no reconocidos como tales y otros puntos de doctrina divergentes, así como los aspectos litúrgicos propios del protestantismo, hacen del cabrerismo no una creencia, sino una religión demencial” –dice Patrocinio Ríos-
[i].
Algunos de los versos dan muestra del lenguaje tan ofensivo y provocador de este cura que exponía en cincuenta y ocho cánones que aparecen citados en los
Opúsculos de Gago. Damos una muestra:
III.- Los fieles, según cantan los registros,
Son cabras, cabreros los ministros.
IV.- Toda cabra, lo mismo que el cabrero,
Debe tirar al monte lo primero.
V .-Para ser simple cabra es suficiente.
El ser tonto, menguado e inconsciente.
VI.- Para ser a cabrero encaramado,
Cien pruebas hay que dar de renegado.
Cita también Patrocinio Ríos entre los críticos a Juan Bautista Cabrera al poeta y periodista Manuel del Palacio con el poema satírico “
Una chispa” al que replicaba Benjamín Consante. Del mismo modo el escritor malagueño Ramón Franquelo y Romero'" fechaba una oda compuesta con motivo de la inauguración del templo protestante en Madrid que aparecía con la inscripción"Cristo Redentor Eterno". En lenguaje agresivo atacaba a Lutero y Calvino, y “apelaba a las damas y a los obispos a que cesen en sus ruegos y, adoptando una postura más agresiva, se lancen al combate al grito de ¡Santiago y cierra España!”
Sobre el tema del templo protestante aparece un mediador en esta España de posturas radicales neocatólicas: Leopoldo Alas Clarín. En su Palique “
Diario edificante” defiende en tono tolerante a la capilla protestante frente a la catedral católica. Dice la primera: “Hoy existe bastante fanatismo para inutilizarme a mi y poca fe para levantar tus paredes, tus torres. De la religión se han quedado con lo peor, con la intransigencia”. Y contesta la catedral: Sí, no hay duda de que falta fe y hay fanatismo. Pero todavía hay fanáticos peores que los nuestros. Los fanáticos descreídos. El fanatismo con dogma tiene esa disculpa: el dogma. Pero ¿qué le queda al impío que ni siquiera es tolerante?
En las
Dos cartas a los ministros protestantes que Mateos Gago, sacerdote “extraviado por la ira y el encono” que diría el diputado Federico Rubio y que dirige a Marselau y Cabrera, insiste en estos ex curas casados llegando sus injurias hasta las mujeres e hijos de estos. Dice:
· “No reverendo Marselau; no tanta risa. Yo me rio de todo lo ridículo y nada mas; por ejemplo de los políticos absolutistas, moderados ó progresistas de ayer y republicanos de hoy, que labran con tanto empeño la felicidad de mi patria por los caminos del ‘medro ‘personal. Me rio de los profetas que vienen a predicarnos el Evangelio puro, trayendo al lado a sus Profetisas con los correspondientes nenes , sin duda para imitar á J. C. y sus Apóstoles; sobre todo me rio cuando esos Profetas han recibido órdenes de manos de un Obispo Católico y se han comprometido solemne y voluntariamente a la ley del celibato, abandonando luego sus creencias y dando su nombre a cualquier cosa, ’por seguir dogmas de género femenino; y me rio 'por último del edificante cuadro de purísimas y primitivas costumbres cristianas que V. cree reproducido en la calle de las Vírgenes donde «en «su meditación ha visto V. a Jesús en medio de sus discípulos cumpliendo así su promesa; de que cuando dos ó «tres estuvieran reunidos en su nombre, allí estaría él en «medio de ellos.»
· Mucho se me ofende V. porque los he llamado adoradores del faldón del frac y de aquel tintero célebre de Martin Lutero; pero no hay que enfadarse; la palabra adoración la tomaba yo en broma, en el mismo sentido en que VV. nos la aplican, cuando quieren expresar el respeto que tenemos a las reliquias de nuestros Santos. Acaso no la admita V. ni aun en ese sentido, pues protesta que ‘no es tan fanático sectario de «Lutero, Juan Huss y Geronimo de Praga;» en tal caso V. me dispensará: creía yo que VV. en su calidad de reformados habrían ido en devota peregrinación a Eisleben, Erfurt ó Witemberg a besar los calzoncillos a la guitarra de aquel reverendo y a tomar en disolución algún polvito del suelo de su aposento contra los dolores de muelas, a para calmar la jaqueca a sus piadosas reformadas.
En la segunda carta dirigida a Cabrera, también toca el tema que entonces parecía escandalizar más, esto es que los ex curas se casen. El voto del celibato que la mayoría de los sacerdotes incumplía era un arma que usó constantemente.
· Resulta pues Sr. Cabrera, que el carácter distintivo de la Reforma, el verdadero espíritu de los Evangelistas puros consiste, en que ni VV. ni sus Maestros han querido «lanzar de sus cuerpos ese género de demonios con la oración y con el ayuno, como nos enseña Jesucristo; y el demonio de la carne con todos sus ascos se ha levantado potente y arrebata a los que debieran ser miembros escogidos del reino de Dios. «Se creyó que la reforma era una «tragedia, pero yo no sé ver en ella mas que una comedia en que todo acaba como siempre por un casorio.» (Erasmo, Epist. ad Fratr. infer. Germ.)
· «Que tenemos dice V. amas y sobrinos y sobrinas,» .y habla V. de «nefandos concubinatos» y «asquerosas poligamias,» ,y no sé que otras cosas que V. se reserva,«porque no ¿(harían mucha gracia a los que se sintieran aludidos.» Pues por mi parte y lo mismo aseguro de la gran’ mayoría del Clero de esta Ciudad, no le doy á V. las gracias por esas caritativas reservas, antes bien lo autorizo para que «suelte» cuanto se le venga a la boca o a la pluma. Es cierto que habrá Sacerdotes prostitutos que vivan escandalosamente; porque el Sacerdote que debe ser un Ángel, no deja de ser hombre mientras viva y el hombre no puede ser continente, según la frase Bíblica, nisi Deus det. ¿Pero el matrimonio es remedio infalible para el hombre vicioso? ¿Qué dice V. entonces de tantos y tantos casados que salen de un adulterio para entrar en otro? ¿Que dice V. que ha estado en Gibraltar, de la vida airada de algunos reverendos reformados a pesar de su Matrimonio? Mas dejando esto a un lado ¿con que derecho puede V. murmurar de los Sacerdotes católicos viciosos, cuando comienza confesando en letra de molde que tiene una esposa? No, Sr. Cabrera; en su día probaré á V. públicamente, que no puede fundarse en las leyes eclesiásticas ni en las civiles patrias para dar tan honroso título a esa desgraciada mujer”.
[i]Poemas satíricos aparecidos en la prensa española sobre a persona y la obra de Juan B. Cabrera.Patrocinio Ríos Sánchez.Anales de Historia Contemporánea, II (1995)
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