Espiritualidad en libros de judíos y conversos

Es una literatura diferente y sin duda los conversos y protestantes^[i] entroncan mejor con la espiritualidad europea por su conocimiento de la Biblia y por la persecución de sus vidas puestas siempre al borde de la muerte.

Consideraremos posteriormente, algunos títulos de autores del XV, hasta mediados del siglo XVI, y excluiremos aquellos que solo presentan feroces críticas a la iglesia, sin apenas aportaciones teológicas.

Los versos de Santob o Semtob^[ii]aunque son filosóficos, su filosofía nace del centro de los libros sapienciales. El comentador de estos Proverbios morales, un copista anónimo, al fijarse sobre el texto de Salomón, dice: “El que acrecienta ciencia, acrecienta dolor”, se da cuenta que Salomón siguió acrecentando ciencia y por tanto sabiduría. “Así que se entiende, no lo dijo por mal dolor, pues si lo sintiera por dolor, non se trabajara por acrecentar ciencia. Pero este dolor es asemejado al trabajo del bien hacer: que trabaja hombre en ir luengo camino por alcanzar cumplimiento de su deseo y es aquel trabajo, holgura y gloria, y no dolor aunque pasa por el”.

Este comentario, aparentemente inocente del copista, resume el sentido bíblico que tenía el trabajo y que recogerá Calvino posteriormente. El trabajo como castigo y fatiga y por tanto despreciado por el Medievo, Santob lo considera gloria y holgura, como realización del ser humano. Pero además los versos 665 al 690 describen al Libro, la Biblia como la mejor compañía, donde aparecen todos los sabios y su sabiduría es la de Dios y vale más que la paz. En los Proverbios morales de Santob de Carrión donde se expresa la amargura del despreciado judío, dice Castro que apunta a la ascética del XVI, porque habla de la huida del mundo, el desdén de los honores humanos, la valoración del hombre inferior situado al margen de la sociedad, pero se olvida Castro que el propósito del libro es buscar la sabiduría de lo Alto. La encuentra no en las prácticas eclesiales, sino en los libros sapienciales de la Biblia.

Como dirá Sanford Sephard que comenta los versos de Santob, los Proverbios reflejan que el hombre es un ser singular, es el portador de la realidad, entretejido en las contingencias de la vida y la búsqueda del placer, malinterpreta sus circunstancias pues esto es servicio de Dios. La iglesia no aparece como enseñadora de sabiduría, sino que esta proviene de Dios, de sus normas, sus consejos, su Ley.

Las excepciones, que sin duda las hubo, vinieron del lado converso, como fue el caso de Juan de Lucena que escribió el Libro de la vida beata en 1445 y que además de satirizar las costumbres de su tiempo, se fija en dos conceptos que chirriaban en aquella sociedad: los marranos como él y la necesidad de la verdad evangélica. “¡Vaya, vaya! - le dicen- que es marrano; poco más baxo del polvo... Contrasta, callando, la verdat evangélica, diciendo que la vera lux no illumina los venientes a ella.”(Castro A. , La realidad histórica de España., 1954, pág. 532) Cuando se habla de “Devotio moderna”, (mezcla de humanismo y cristianismo antes del XVI), no podría aplicarse al mundo converso o de los cristianos nuevos de judíos, que no consideraban la sabiduría humana como valor trascendente, y, como iremos viendo, no llegaría a España en los términos que llegó a Holanda o Alemania. El que hubiese llegado traducida “La imitación de Cristo” de Thomas de Kempis, (obra que se editó muchas veces), no suponía que los españoles, todavía en guerras y expulsiones con musulmanes y judíos, buscasen mayor espiritualidad interior y una vuelta al cristianismo primitivo, como se buscaba en determinados círculos del pensamiento cristiano. España era diferente por su situación política y religiosa.

Diferente y compleja era la situación de los conversos, como indicará Américo Castro, unos mejores cristianos que otros, pero siempre manifestando un celo especial por variados motivos. Personajes singulares como el rabino Salomón Haleví que se haría cristiano y llegaría a ser obispo con el nombre de Pablo de Santa María que escribió Dialogus qui vocatur Scrutinium Scripturarum (S.XV) y sería un feroz martillo de herejes ; Ferrán Martínez, Fray Alonso de la Espina, fray Fernando de la Plaza, apoyan la tesis de la necesidad de la Inquisición, porque algunos judaizaban. Sin embargo como también sostiene Américo Castro hay varias contradicciones, como también ha demostrado Netanyahu, sobre tal profesión judía de los conversos o si la mejor puerta de entrada en la Reforma era la espiritualidad conversa: “Comenzamos a entender cómo fue posible la extraña singularidad de la Inquisición española, incomprensible si nos limitamos a decir que fue instituida a fin de proteger la pureza católica de aquellos reinos.

Nada nuevo había acontecido en España en el campo teológico, ni nadie pretendió en el siglo XV fundar una nueva religión, ni derruir los pilares de la existente. Los quemados en Europa (Jan Hus, Étienne Dolet, Miguel Servet, Giordano Bruno, etc.), expresaron ostensiblemente pensamientos adversos a los dogmas de Roma; los ahorcados y luego quemados por la Inquisición española no formularon doctrina alguna, y murieron por haberse conducido en una forma desagradable para aquellos vigías de la conducta, gente chismosa, chinchorrera, rezumante de furia talmúdica y detallista.

Lo peculiar y nuevo de la Inquisición yacía en la sutil perversidad de sus procedimientos, en el misterio de sus pesquisas, en tener como base de sus juicios la delación y el chisme, y en combinar la rapiña y despojo de las víctimas con un pretendido celo por la pureza de la creencia. No hubo en España luchas religiosas; fue propio de ella la sabiduría teológica, más no la doctrina original y organizada, ortodoxa o heterodoxamente.

Las creencias españolas eran lo que el aluvión de los siglos había ido acumulando en las almas teñidas de cristianismo, islamismo y judaísmo -el lujo taumatúrgico de los santos, y el mesianismo y fatalismo de las masas-. Tras de la Inquisición no había plan doctrinal de ninguna clase, sino el estallido furioso de la grey popular, al que sirvió de explosivo el alma envenenada de muchos conversos.”^[iii](Castro A. , La realidad histórica de España., 1954)