Calderón además de ser un gran helenista, filólogo y gramático manchego, conocedor del lenguaje y pensamiento cervantino, es también el propagador (que no
propagandista) de su nueva fe tanto en Inglaterra como en España y para ello usa como novedad los periódicos que estos sí podían pasarse con facilidad a España. También Ángel Romera sabe sacarle partido al Calderón filósofo y teólogo en la encrucijada de un liberalismo todavía sometido y servil pero que lamentablemente tenía que expatriarse a Londres y otros lugares.
Lo que nos agrada de esta construcción histórica sobre la vida de Juan Calderón, es la constante ayuda que el autor nos va prestando sobre el devenir de su personaje. Un personaje con todos los ingredientes para un libro de éxito cinematográfico pues pasa de la vida tranquila de fraile a tener que subsistir a duras penas como zapatero, haciendo alpargatas o
pantuflas como él las llama, oficio este que había aprendido de unos humildes milicianos españoles emigrados en Francia. El intelectual que es Calderón no dejará nunca de fabricar sus sandalias, ni se apagan sus deseos de ser colportor y llevar la Sagrada Escritura a sus compatriotas.
También en esta obra sobre Juan Calderón, se asoman a cada instante las biografías de muchos liberales, de muchos pensadores y muchos teólogos colocados en el contexto justo, sin chirriar ninguna de sus expresiones mostradas y con la sencillez del erudito que es Ángel Romera.
Este autor ya nos tiene acostumbrados a sus apreciaciones filológicas y también a ser un buen constructor de la historia, pero desconocíamos la faceta del conocedor teológico que tiene que lidiar entre el pensamiento de Balmes y Calderón, el escotismo, el nominalismo, el sensualismo o el jansenismo entre otras cosas.
Igualmente el autor nos acerca al pensamiento filosófico spinoziano, como al de la Institución Libre, la Institución Tayloriana o a la Alianza Evangélica. Nos deslumbra Ángel Romera por su capacidad de dar importancia y convertir lo local en universal, lo manchego y más concretamente su Alcázar de San Juan, en el lugar donde nacen aspiraciones y hombres universales.
El autor curiosea en cada rincón del alma de Calderón y de cada uno de sus familiares y amistades, dejando al hombre sabio y pobre, espiritual y luchador que es Calderón, en una figura que debe ser revisada y puesta a la luz para las letras españolas.
La curiosidad constante por el personaje y el trabajo que más nos ha sorprendido en este autor es el conocimiento de primera mano de las fuentes protestantes, pese a las dificultades profundas de la poca producción crítica que se ha hecho por parte de los protestantes españoles. Evidentemente no ha sido así con las fuentes francesas que son más abundantes como las de Emile Guers, Eugene Casalis, Henri Pyt o Nogaret que para el que suscribe solo este último nos era conocido.
Antes de Ángel Romera solo se conocía la amistad de Usoz con Calderón y la ayuda de este a la producción de los
Reformistas españoles y poco más.
Pero vayamos por partes para hacer la reseña de un libro tan completo como “Juan Calderón” de Ángel Romera Valero, que representa el análisis pormenorizado de uno de los primeros hombres de la llamada Segunda Reforma en España.
(Continuará)
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