Maldonado, que defiende al emperador, admira también este movimiento reformador: “Increíble parece cuanta tristeza y llanto se apoderó de todos los pueblos de España luego que se supo la muerte de Padilla y la derrota de las tropas, pues las ciudades que aún no se habían levantado, siempre hasta aquel día habían esperado una nueva ocasión y estaban pendientes del éxito de Padilla; pero su desgracia afligió mucho más a los pueblos. Al principio de llegar los rumores de la desgraciada batalla vierais en todas partes a los populares con las cabezas bajas, mirándose mutuamente de reojo, indicando su tristeza en sus movimientos, llorando entre ahogados gemidos lo grande de la desgracia, y afirmando que no faltaría ó Acuña ó algún otro que tratase de vengar los males de Padilla y quisiese mirar por los pueblos. Los hombres trataban esto con silencioso murmullo y por señas, pero las mujeres no se abstenían de proferir toda clase de injurias públicamente; todo lo llenaban de aullidos y maldiciones, principalmente las de Valladolid, que aun después de haber entrado los virreyes con el ejército, en los primeros días con dificultad se las pudo contener en sus lamentos é imprecaciones, ¿Pero qué no doma el tiempo y el terror? Después que a los que habían obtenido los corregimientos y habían brillado mucho entre los populares los vieron arrastrar al suplicio y ahorcar en medio de la plaza, ó hechos cuartos ofrecer a los viajeros un espectáculo aterrador, cesaron en los lamentos y maldiciones”.
La reconquista de la alta Navarra por parte del rey de Francia, Francisco I, sin costarle ningún esfuerzo, también es descrita por Maldonado con cierta benevolencia. Los de Pamplona les habían abierto las puertas voluntariamente y también habían puesto sitio los franceses en Logroño. Antonio Acuña y María Pacheco, esposa de Juan Padilla, la cual pasaba revista a los soldados, arengaba bastante bien y desempeñaba las funciones de un valiente general, habían solicitado a los franceses para que pasasen los Pirineos. Maldonado califica a los navarros franceses de “ansiosos de novedades” y a sus hermanos españoles de no poner resistencia y abrirle las puertas voluntariamente. ¿Fue España siempre un muro contra la Reforma? No lo parece en este caso temprano, aunque solo se hablase de asegurar la libertad de los pueblos. Lo que deja claro Maldonado respecto al movimiento religioso de la Reforma, en la introducción del libro, es que deseaba la unión de los cristianos, donde el emperador trabajaba para que se celebrase un Concilio, “con el fin de apartar a los alemanes e ingleses de las novedades y opiniones impías”.(Maldonado,1840, pág. VIII).
Werner Thomas nos resume esta situación religiosa-política de la siguiente manera: “Durante las dos primeras décadas del siglo XVI el Santo Oficio experimentó ataques continuos de varios sectores de la sociedad española que quisieron reformarlo. El partido felipista desempeñó un papel importante en estos ataques. El momento culminante del movimiento anti-inquisitorial fueron las Comunidades. Pronto los comuneros pidieron la abolición de la Inquisición y se descubrió que los conversos divulgaron entre ellos escritos de Lutero en apoyo de su petición. Los erasmistas y alumbrados también estaban vinculados al partido comunero. Propagaban además una espiritualidad interiorizada que eliminaba el papel de la Inquisición, y los alumbrados incluso querían eliminar la Iglesia en la relación entre Dios y el hombre, ambición que, por lo menos en opinión del partido ortodoxo, compartían con Lutero“.
José C. Nieto en su obra
“El Renacimiento y la otra España” considera que este tema no está cerrado historiográficamente.(1) Pero aún menos estudiados son los elementos religiosos y sus ideas de libertad no solo política sino religiosa. Muchos autores se han preguntado por lo que hubiese sido España con aquellas ideas políticas, económicas y sociales, pero es lamentable que casi nadie se haya preocupado no solo por un movimiento en busca de la libertad religiosa sino también del éxito de la Reforma en España si esta revolución hubiese triunfado. Sin lugar a dudas Nieto tiene las mismas preocupaciones que nosotros en este capítulo y se atreve a decir que la historia de los comuneros pertenece también a la historia de la Reforma en España.
Jaime Contreras (2) considera que las comunidades expresaron, substancialmente, una profunda crisis de la sociedad castellana del XVI, pero que se entroncaba en el contexto de la crisis y conflictos de Europa occidental.
En primer lugar para Contreras está el conflicto político donde diversas fuerzas debatían y entendían de modo divergente el sentido de la naturaleza y ejercicio de la soberanía: “El Reino no pertenece al Rey sino a la comunidad”. Aunque no estaban claros los conceptos de “reino” y “comunidad” se entendía que en la comunidad no estaban los Grandes, ni el príncipe, aunque este fuese su custodio e intermediario con Dios.
Tras el conflicto social estaba el conflicto económico. Las fuerzas productivas luchaban por el control de los mercados. Bajo el grito de “Viva la santa Comunidad” los campesinos de los grandes señores reclamaban los derechos que eran patrimonio común de las ciudades o de las comunidades de aldea.
Pero hemos de añadir de seguido que tras los problemas sociales y económicos estaban los religiosos. La solución de los múltiples problemas que existían en el proceso de Reforma de la Iglesia, “tanto en la cabeza como en los miembros” y por tanto reforma en la comunidad cristiana enfrentada entre si. Para Contreras las Comunidades tuvieron siempre un componente profético y apocalíptico. Un movimiento “justo y santo” donde franciscanos y dominicos anunciaban una Edad de Oro, de justicia y paz. Los destinatarios del mensaje profético eran la chusma radical convertida en pueblo de Dios –comentará Contreras-. Con este fondo ideológico de justicia y paz escatológicas, Juan Gaitán, caballero de la Orden de Santiago consideraba la Comunidad un movimiento irreversible y cuyo futuro no pasaba por el emperador sino por la Comunidad. Según una profecía antigua que Juan Gaitán había traducido, y según un astrólogo, “les hacía entender que el Emperador nunca había de venir a estos reynos ni entrar en ellos y que las Comunidades habían de prevalecer y que por eso estuvieran firmes”. Según este profetismo, el emperador era el Anticristo.
Pero reconocerá Contreras que este fermento de reformas políticas y religiosas no se puede entender si se desvinculan unas de otras. Cisneros emprendió ambas reformas y fue su protagonista. Sin embargo la reforma que se ejercía desde las conciencias y sin imposición, nunca dio los resultados apetecibles, ni tuvo un desarrollo unitario. Aparecerían, contrariamente, irreprimibles deseos de conciencia individual, cristianos evangélicos al principio próximos a Erasmo pero también a Lutero, pequeños conventículos ocupados en las obras del amor de Dios, eclosionando por todas partes con un evidente compromiso vital. Contreras cita a Maravall y José C. Nieto quienes sostienen que entre los comuneros había gentes de los conversos, erasmistas y de la Universidad de Alcalá, cuya religiosidad no era la conservadora, sino que si hubiese triunfado esta revuelta, habría permitido la consolidación en nuestro territorio hispánico una prerreforma como la de Alemania. Fundamentalmente en todos estos autores se insinúan posiciones trasversales con el luteranismo y en este sentido también es el luteranismo el que mata al movimiento comunero. Como expone Jesús Sanmartín Payo (3) “el movimiento comunero no terminó en el cadalso levantado en Villalar, que dejaba intactas sus fuerzas, sino en la primera propaganda llegada de los escritos luteranos y en la difícil posición en la que se encontraba D. Carlos por la rebelión de Lutero”. Los Grandes y Prelados de Castilla y Aragón consideraron no pertinente hacer volver a Do. Carlos de Alemania “cuando su majestad cesárea defendía en Alemania nuestra santa fe católica y a la Iglesia Romana nuestra Madre”. Con Villalar o sin Villalar el movimiento comunero está herido de muerte, porque el Emperador estaba luchando en defensa de la Iglesia y contra el “toro mugiente del luteranismo”
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(1) Dice Nieto que las aportaciones de los estudios de Maravall, Pérez, Gutiérrez Nieto y las últimas de Haliczer no resuelven el movimiento comunero que fue una revolución moderna con ideología egalitaria y democrática. Comenta Contreras la cita de Alfonso M. Guilarte: “Me interesa eso sobremanera (el conflicto comunero) porque aún no veo clara la génesis y el alcance de aquella rebelión, ni siquiera después de leer a mi admirado Maravall y al mejor enterado y afortunado intérprete del movimiento comunero, Joseph Pérez”
(2)
Profetismo y apocalipsismo: conflicto ideológico y tensión social en las comunidades de Castilla. Jaime Contreras Contreras. Universidad de Alcalá. En torno a las comunidades de Castilla: actas del Congreso Internacional ... por Fernando Martínez Gil
(3) La Institución “Tello Téllez de Meneses” en sus cinco primeros lustros. Jesús Sanmartín Payo, pág. 14
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