Y para este efecto, querría me buscase y enviase los libros que Osiandro escribió: De la Justificación del hombre Cristiano, donde prueba que esencialmente Cristo se comunica a los fieles. Y sobre este punto, querría que me declarase un lugar de San Juan 17. Vt omnes unum sint, sicut tu Pater in me, et ego in te, ut et ipsi in nobis unum sint, ut credat mundus quod tu me miseris, etc. Item, holgaría mucho saber qué opinión se tiene por allá de Velsio, y del señor Acontio, italiano, de los cuales, un ministro de Sancta fe me dio nuevas meneando la cabeza. Y preguntándole por usted, mostró haberse contentado muy mucho. Y entonces yo dije entre mí: Si scires donum Dei, et quis est qui loquitur tecum, etc. Me dijo éste que esa gente ha mal entendido un librico de Pedro Martir, De Christi natura, escrito contra la Ubicuidad. Sobre el cual punto holgaría saber lo que usted siente. Sit necesse, nec ne, Christum esse ubique secundum humanam naturam. Y de qué serviría al cristiano la afirmación de esta doctrina y presencialidad. Y, sobre este punto, holgaría de ver un librico impreso en Alemania, cuyo argumento es: Christium esse ubique, etc.
Item, deseo mucho saber, qué manera de celebración de Cena, tienen en uso las Iglesias donde reside el señor Crotoaldo, y qué interpretación dan a las palabras de Cristo. Porque en estos tratadicos, más emplea su tiempo en impugnar la falsedad, que en mostrar lo que entiende de la verdad. “ (Corro, 2006, págs. 3-5)
Muchos son los frentes doctrinales abiertos y aunque Corro sólo pregunte sobre determinados métodos y escuelas, será acusado de “servetismo”. Algunos dicen que hace referencia a la obra de Johan Brenz, porque cita a Pedro Mártir que estaba en contra de la teología de la ubicuidad y que también denostaba Calvino. El que esta carta fuese conocida y crease incomodidades a Corro, se debió a que Reina se había ido de Londres y había caído en manos de la iglesia francesa que la usará diez años mas tarde para acusarle de heterodoxia.
Está claro que no eran tiempos de relativismo, todo era radicalmente fundamentalista en cada parcela religiosa y se defendía con uñas y dientes cualquier estudio novedoso que se suponía inclinarse a la heterodoxia.
Después del edicto de 1564 en Francia, se prohibió, a católicos y hugonotes, el tener ministros extranjeros, por lo que Corro se refugiará en el Montargis de la calvinista Renata de Francia, manteniendo una actitud pacífica y conciliadora. Renata le hizo capellán y a su lado llamó Corro a Juan Pérez de Pineda y a Casiodoro de Reina. Sin embargo François Morel sería sustituido por Antonio del Corro y esto traería envidias y descalificaciones de heterodoxia para Corro. Aunque la princesa apareciese como una ortodoxa calvinista sin embargo no le gustaban los ataques que Morel dirigía contra el Papado y el catolicismo.
En 1566 Corro estaba en Amberes con el propósito de formar una congregación de españoles e italianos en los Países bajos. Pero en Amberes Corro entrará de nuevo en conflicto al no querer firmar la Confesión de fe Holandesa que condenaba a la reforma radical. En Amberes también entrará en contacto con marranos calvinistas como Marcus Pérez y Martín López y se enfrentará a la implacable oposición católica.
El 2 de enero de 1567 escribirá en Amberes el tratado conocido como la “Carta a los ministros luteranos de la iglesia flamenca de Amberes” en el que, como buen conocedor de los conflictos religiosos en toda Europa,
quiere ser “firme defensor de la libertad religiosa, incluso para los papistas, con su firme defensa de una confesión de fe que en, líneas generales, tenía una clara inspiración calvinista”.
Dirá esta carta: “fue la cosa más deplorable ver que se predicaba la discordia en el púlpito [...]. Lutero y Melanchthon, [...] a quienes el Espíritu Santo había concedido muchos dones, [...] no eran infalibles [...]. Lutero ignoraba muchas cosas al iniciar la Reforma que el Señor le reveló más adelante.”
Corro finaliza esta parte con una llamada a todos los luteranos y calvinistas a no “hacer dioses de nuestros ministros, o, más bien ídolos, y a no mantener nuestras disputas y divisiones a causa de ellos”. (Rivera García, 2006, pág. 4) Este autor dirá que sus obras están llenas de expresiones injuriosas, lo que en contadas ocasiones se puede demostrar, máxime siendo una persona conciliadora y que buscaba la paz.
En medio de una Europa poco dialogante los protestantes españoles dieron una nota alta en cuanto a “la libertad para seguir lo que Dios les enseñase” y en cuanto a mediación y reconciliación ante las graves acusaciones que se le hacían.
Si quieres comentar o