Renacimiento filosófico y Reforma protestante europea llegan al siglo XVI de la mano. El Renacimiento cultural y humanístico trae como sello característico, la duda y la especulación. “Sus preocupaciones y curiosidades son ajenas al ideal cristiano. La vida retorna a lo mundano. El hombre y su fortaleza y belleza y la confianza en sí mismo son tan fascinadoras que Dios parece echarse en el olvido” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 287). El humanismo de Erasmo tiene un sentido nítidamente cristiano, nunca mundano. El sentido original que marca el siglo XVI es la espiritualidad del estudio de las Escrituras como dirá el Enchiridion: “Si te dedicas por entero al estudio de las Escrituras, si meditas día y noche sobre la ley divina, nada te atemorizará jamás y estarás preparado para defenderte contra cualquier ataque del enemigo”. “A pesar de su decidida y valiente defensa de una Biblia abierta al pueblo, hay un punto que le separa de las posteriores reivindicaciones reformadoras. Erasmo no cree que la Biblia sea por sí sola la única autoridad requerida. Es la más eminente, pero no suficiente sola. No dice que sea necesaria otra guía, por ejemplo el magisterio romano, pero sí que es peligroso permitir que las masas sometan la fe a examen de la lectura desnuda de la Escritura. En esta cuestión Erasmo se aleja de la actitud y el convencimiento reformado de la Biblia sola y suficiente por sí misma. Pues la Biblia es la mejor intérprete de sí misma” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 302).
Esta actitud humanista hacia la religión, convertiría a la piedad en tarea intelectual destinada a las élites doctas y el verdadero Evangelio se reducía a mera filosofía. Fue necesaria una reforma de la vida religiosa que volviese a las fuentes del cristianismo y a las palabras del mismo Cristo escritas en el Nuevo Testamento y profetizadas en toda la Biblia. Lutero propone renovar el cristianismo, sin una desvinculación de la cultura pero alejada de la jerga de los escolásticos.
Dirá Lutero: “Estoy convencido de que sin la formación seria de las letras humanas no es posible ni crear ni mantener una auténtica teología, pues el único camino para llegar a una revelación de la verdad divina pasa por una renovación y práctica de los estudios de las lenguas y de la literatura. Ciertamente nada hay que yo desee menos que suceda que nuestros jóvenes descuiden la poesía y la retórica. (Carta a Eobanus Hessus de 1523). Sin embargo se sabe que Lutero entendía que el Reino de Cristo no es de este mundo y por tanto está fuera de la razón. La razón se ciñe a los términos de este mundo y en este sentido es autónoma, pero en cuanto pretende entender y explicar a Dios poniéndose la razón al servicio del mundo y el diablo, esto supone una prostitución de la razón (prostituta del demonio) “Por esto todo intento de fundamentar el orden de Dios mediante la razón, a menos que ésta haya sido previamente instruida e iluminada por la fe, es como si yo quisiera alumbrar el sol con una linterna apagada o utilizar un cañizal como cimiento de una roca” (Sobre el papado de Roma 1520) Lutero y la Reforma se quedan con el pensamiento bíblico, toda vez que la filosofía aristotélica que conoce, es utilizada contra el Evangelio. Este será el punto de inflexión y que marca las diferencias de la espiritualidad del siglo XVI, entre quienes creen que la Palabra de Dios es suficiente autoridad y entre quienes acuden a la tradición y al papado. Felipe Melanchton tuvo un intento conciliatorio entre ambas posturas pero como dirá Ropero el “momento filológico no dio paso al desarrollo filosófico en consonancia con la nueva experiencia del espíritu y de la vida” (Ropero Berzosa, 1999, pág. 313).
Dos ideales de la Reforma nos interesan destacar: El libre examen y si la Reforma fue mística o fue otra cosa
. Estamos de acuerdo con Ropero que el libre examen fue la doctrina más importante de la Reforma y no es tan absurda como los críticos católico-romanos quieren hacer creer. Se parte de la idea de que si la verdad es única, es imposible que múltiples explicaciones entre diferentes y contrarias puedan ser equivalentes y verdaderas. Solo una puede ser válida. Sin embargo, aunque la verdad sea única y absoluta, sabemos desde Nicolás de Cusa que el camino hacia la verdad es interminable, por lo que el ser humano solo puede aspirar a tener perspectivas de la verdad. Dice Ropero: “Las notas de única y absoluta verdad se encuentran en Dios, no en el entendimiento humano, que lo más que hace es recorrer tentativamente la senda que conduce a Dios, Verdad máxima, suprema e infinita. Si además resulta que el creyente está asistido por el Espíritu de Dios, es del todo necesario respetar y valorar en lo que tiene de positivo cada contribución individual a la comprensión total de la verdad:” (Ropero Berzosa, pág. 322).
El otro punto es si el misticismo del siglo XIV de Eckhart y sus discípulos Taulero, Suso, etc., llegó a la Reforma a través de Lutero y la Teología alemana. Aunque ya hicimos un pequeño apunte en un artículo anterior manteniendo nuestra tesis sobre la inexistencia de la mística en la Reforma protestante de España y en todos los movimientos evangélicos anteriores, debemos ajustar un poco el tema, al que también Alfonso Ropero mantiene una posición más matizada. Cree Ropero, como también algunas veces Menéndez y Pelayo, que la Reforma rechazó a la filosofía porque la opción protestante fue el apego a la vía mística, aunque –dice Ropero- la mayoría de los escritores protestantes la nieguen o no hayan reparado casi nunca en este punto.
1) Otro de los libros de Alfonso Ropero “Filosofía y cristianismo” pueden figurar como de los más actualizados en el análisis de la Filosofía y Teología cristianas.
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