También el protestante y reformador español, licenciado Cristóbal de Villalón, graduado en Sancta Teología, en su libro “
Provechoso tratado de cambios y contrataciones de mercaderes y reprobación de usura” tratará de los daños que los arrendamientos de los obispados y beneficios eclesiásticos hacían a la gente pobre con intereses rayanos en la usura.
En este estado tan lamentable, aparecerán en el campo religioso los “alumbrados” entre devotos, beatas y frailes, los“erasmistas” entre intelectuales y los “luteranos” entre eruditos pertenecientes al clero, entre profesionales y mercaderes, y en la clase media.
Estas tres corrientes reclamaban una Reforma universal, pero las tres tropezaron con la resistencia de las estructuras tradicionales que encarnaba la Inquisición española y un poder político imperial.
Sin embargo, insistiremos lo suficiente para que nos demos cuenta que
estos tres movimientos se expresaban en “lenguaje evangélico”.
En el
Tratado de oración de 1552, el doctor Antonio Porras decía: “¿Cómo? ¿Nuestro Señor Christo enseñó cosas tan oscuras e inculcadas que solo los theólogos las pueden entender? Y si es así que la doctrina de Christo enseñó es clara y distinta y necesaria a todo el universo ¿Por qué causa se ha de retener a pocos lo que es común? Y si es así que Christo desea que sus misterios sean universalmente divulgados y de todos entendidos y sabidos ¿porqué se han de alzar con ellos los theólogos? Oxalá que todas las muxeres no se ocupasen en leer otra cosa sino los evangelios y epístolas de San Pablo… Plugiese a Dios que los labradores y oficiales no cantasen otros cantares para relevar su trabaxo sino el sancto evangelio. Y ojalá que en tales cuentos y fábulas pasassen su camino los caminantes. ¡Que todas las pláticas de todos los christianos no fuesen sobre otra cosa sino sobre la doctrina evangélica¡… ¿Cómo se puede crerer que solamente el saber y entender la evangélica doctrina avia de querer Dios que fuese aplicado a pocos?” El deseo de una vuelta al Evangelio sin teólogos que monopolizasen las doctrinas era parte del programa de la Reforma, pero además se proponía el debate y estudio constante de las mujeres, labradores o caminantes y no solo de los entendidos.
Pero este entusiasmo reformador que acallaba los espírituos mas sedientos y los impulsaba al testimonio personal y a la práctica religiosa, pronto se desvaneció. Dice Adolfo de Castro, quien tiene una visión tiránica y opresora de Felipe II: “No hay disculpa para los daños que sobrevinieron a España por la política suspicaz y desacertada de Felipe II, pues al querer este evitarlos trajo sobre su patria desastres parecidos a los que esperimentan las naciones en las guerras civiles. Si el deseo de este monarca era mantener en sus estados la
unidad religiosa, pudo servirse de medios mas humanos. Y si creyó útil la tiranía de las conciencias y la esclavitud del pensamiento, ejemplos mejores tuvo para destruir a los que segían en España la Reforma y para manifestarse al mundo con menos aparatos de crueldad y con la misma firmeza de ánimo”. Sigue diciendo Castro con encendida prosa: “ El perpetuo destierro de los que consideraba delincuentes en materias de fe, o las penitencias no tan rigurosas que impuso el Santo Oficio de la Inquisición a aquellos eclesiásticos y seglares que se llamaban “alumbrados”, hubieran sido remedios de igual eficacia para conseguir los mismos fines. Bien se que al llegar aquí esclamarán muchos que Felipe II al destruir a los herejes se sirvió de las leyes establecidas y de un tribunal constituido al efecto en otros reinados. Pero cuando las leyes son inicuas y mas inicuos aun los jueces, los castigos merecen tambien el nombre de iniquidades”
Henry Kamen(1) dice que el historiador oficial de los papas, Ludwig Pastor, consideró a Felipe II enemigo del papado, mientras que algunos historiadores españoles como Ricardo García-Villoslada diga que estaba «nutrido de las más puras esencias castellanas, supo penetrar en lo más hondo del alma española”. Lamenta Kamen que los historiadores españoles no han producido ninguna investigación sobre su política religiosa ya que esta fue única en Europa. Especialmente con los protestantes dice Kamen, es un dogma de la historiografía tradicional que detestaba a estos, aunque la inevitable convivencia con ellos ya en Alemania por 1548 y en Augsburgo en 1549 mejoraría su comprensión y hasta agradecimiento por el trato dispensado. Sin embargo, los consideraba una seria amenaza para la paz especialmente después de las guerras civiles en Francia.
Dice Kamen que aún así no era “un odiador fanático de los protestantes” a pesar de la leyenda negra.
Creemos que Kamen presenta una realidad diferente no solo como la presentan en sus escritos los reformistas antiguos españoles (Valera, Juan Pérez, del Corro o Reinaldo Gongález Montes) sino que dulcifica hechos que no son ciertos.
Cuando dice que en cuarenta años, después del nacimiento de la Reforma en Alemania, España parecía inmune a ella, ignora la actividad inquisitorial contra los Iluministas, erasmistas y luteranos españoles. Dice Kamen: “En España, a diferencia de otras naciones occidentales, brillaba por su ausencia la represión religiosa, lo cual creaba un clima de refrescante libertad. «Lo interpretábamos todo libremente”, comentaba un sacerdote. “En aquellos días no había necesidad de sospechar de nadie”. Estas frases, de un reconocido historiador de la Inquisición, me han sorprendido. ¿Acaso desearía Kamen un auto de fe todas las semanas? ¿Es que solo el martirio era la única posibilidad en España de manifestar la fe? La tesis de Kamen es preventiva. Si Felipe II actuó con contundencia contra los protestantes era para que no se matasen entre si como en Francia y su apoyo inquebrantable a la Inquisición para que las matanzas no fueran como en Inglaterra o los Países Bajos. Un razonamiento demasiado débil para hechos completamente distintos.
Esta forma de ver de Kamen plantea un problema historiagráfico que tiene que ver con el Evangelio y la Espada o como lo expresó la iglesia primitiva: “la sangre de los mártires es semilla de la iglesia”. Se plantea el dilema de si la resistencia con la espada como lo hicieron los albigenses, los bohemios, los protestantes franceses, ha dado el resultado de perecer por ella en humillante derrota. Por otra parte quienes sus armas han sido “la sangre del Cordero” y su testimonio hasta el martirio, son los que han triunfado, dirá Andrés Fuller en
Patriotismo Cristiano.
Sin embargo no todos los casos han sido iguales y solo Dios sabe el porqué de esos triunfos o derrotas. Por ejemplo los albigenses que lucharon y resistieron no fueron exterminados, mientras que españoles e italianos tuvieron ese fin. Las guerras defensivas de protestantes en Alemania, Suiza, Escocia y los Paises Bajos tuvieron éxito, mientras los protestantes franceses levantados en armas, mientras están con la espada en la mano no fueron exterminados y si lo serán cuando permanecieron amparados por edictos y podían manifestar su fe públicamente.
Los valdenses y bohemios que lucharon y han defendido sus vidas, han permanecido. Sin embargo, tampoco podemos decir que los mártires españoles han dado la vida en vano ya que su testimonio traspasó fronteras y ha llegado hasta nosotros. Así pues queda claro que diferentes actuaciones frente al martirio de los santos han dado resultados diferentes.
1) Política religiosa de Felipe II. Henry Kamen (Artículo)
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