Quien esto escribe, tiene varios homónimos en el protestantismo español, como es el caso de José Manuel de León que nació en Vizcaya el 9 de abril de 1925, fue ordenado sacerdote católico en el 49 y se dedicó a la enseñanza por ocho años. Después iría de misionero a Rocha, Uruguay y dos mujeres venidas de Buenos Aires, le harían ver la necesidad de salvación y tener paz con Dios. El febrero de 1959 el obispo lo expulsaría de la diócesis “por predicar como un protestante”, por lo que tomó la decisión de ir de cura a Rio de Janeiro y sería allí donde no pudiendo luchar mas contra su conciencia se convierte al Evangelio de Cristo. Volvería a Madrid para reunirse con José Borrás que fue compañero de seminario, y comparten experiencias de su camino de Damasco. Su experiencia de conversión la relata en el libro “Lejos de Roma, cerca de Dios” de Bennet y Buckigham, recopiladores de experiencias de ex sacerdotes católicos de todo el mundo.
El sevillano Manuel León no figura entre los hombres excepcionales pero si como uno de los mas evangelizadores y entregados a la obra. Fue convertido por la labor infatigable de José Vázquez, colportor, agente oficial del Comité de Edimburgo y uno de los pilares para la fundación de la Iglesia Reformada Española(1). Posiblemente la figura de este colportor sería el mejor ejemplo de vida para Manuel León quien enseguida fue acosado por el clero y las autoridades civiles al ver la cantidad de Bíblias y otros libros que aparecían por todas partes. Fue metido en la cárcel cuatro veces, por realizar “propaganda protestante” y en alguna ocasión estuvo hasta diez meses. En Marzo de 1860 fue detenido con algunos otros mas y en diciembre de ese mismo año, que es cuando arrecian las persecuciones. También será encarcelado y sometido a incomunicación por cuatro días, el peluquero Fernando Bonhome también singular de la iglesia sevillana, que lograría huir a Portugal.
Dice José María Martinez(2) que Manuel León, que había recobrado su libertad, fue encarcelado de nuevo. Se dice que saludó al carcelero afablemente y añadió estas palabras: “No ha durado mucho mi ausencia de esta morada de aflicción y desolación. No valía la pena turbar el reposo que yo disfrutaba aquí. Pero el Señor quiere, sin duda, probarme un poco más. No importa; hágase su voluntad”
La experiencia carcelaria serviría para aconsejar a Matamoros, que se encontraba en situación de soldado, pues no podía librarse del Ejército, la suficiente prudencia y necesario conocimiento del Evangelio. Dice Matamoros en su diario: “Cuando Bonhome se dio cuenta de mi sinceridad y llegué a inspirarle confianza, me llevó a su casa donde a una hora determinada de la tarde me presentó a muchas personas que componían la congregación reformada de Sevilla, entre las que figuraban varias personas importantes de la ciudad y también señoras, muchos de ellos los había visto ya en el establecimiento de mi amigo(2). Bonhome me manifestó en nombre de todos que les dirigiera la palabra en uno de los estudios bíblicos que se levan a cabo regularmente por ellos. Posteriormente y con el traje militar, hice algunas meditaciones cristianas, pero aunque pobres en elocuencia y erudición, tenían el valor de frutos de las mas puras sensaciones de mi espíritu, de los mas elevados sentimientos de mi corazón, frutos, en fin, de mi ardiente fe cristiana”
Antes de que saliera Matamoros para Málaga, perseguido por el capellán del Regimiento, la iglesia de Sevilla sentiría su marcha por el refuerzo que suponía el fuego de este pionero del protestantismo de la Segunda Reforma. Pero no hemos de olvidar que a su lado estaban Manuel León y Fernando Bonhome que le recomendaron a Francisco de Paula y Ruet y le entregaron un carta de Matamoros relatando su conversión y su situación militar.
Sin duda las vejaciones de carceleros y capellanes, además de las de los ladrones y criminales de la cárcel habían forjado un carácter probado y sereno. Ante los jueces daba testimonio Manuel León, con tal valentía y firmeza que asombraba a quienes le interrogaban. Usaba la Palabra de Dios, como buen conocedor de ella, con ardor y fe encendida, de tal manera que sus paisanos le apodaban “El Profeta”.
El juez que le juzgó le absolvió, pues Manuel León mantenía que sus constantes persecuciones eran por motivos de conciencia y por tanto en este sentido solo Dios podía juzgarle, pues solo Él era Juez Supremo. Por ello suplicaba no se le interrogase mas pues no contestaría. Moría Manuel de León poco tiempo después de las prisiones, resentida su salud de las vicisitudes de la persecución y maltrato.
1) “La iglesia evangélica española” Pablo García Rubio
2) “La España evangélica de ayer y hoy” pag 165
3) Peluquería de la Plaza de la Puerta Real de Sevilla
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