Jesús jamás dijo que sus discípulos se identificarían por la capacidad de capturar, disecar y reducir su mensaje a fórmulas dogmáticas inflexibles, más bien todo lo contrario.
Al leer el Nuevo Testamento, así lo hagamos superficialmente, no puede pasar desapercibido el constante enfrentamiento de Jesús con los fariseos y los escribas. Con frecuencia, tendemos a considerar que estas personas eran malignas, mentirosas o que habían retorcido las Escrituras. Pero, si leemos objetivamente los relatos, no encontraremos nada de eso, más bien todo lo contrario. Jesús reconoce el celo, la religiosidad y la radicalidad de los fariseos; la crítica de Jesús hacia ellos es que, aunque guardaban y explicaban la Ley rigurosamente, habían perdido el espíritu de la misma.
"¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que separan para Dios la décima parte de la menta, del anís y del comino, pero no hacen caso de las enseñanzas más importantes de la ley, que son la justicia, la misericordia y la fidelidad. Esto es lo que deben hacer, sin dejar de hacer lo otro." Mateo 23.23
La práctica regular de la exégesis bíblica llevó paulatinamente a los doctores de la Ley a compilar un gigantesco conjunto de “interpretaciones” que, agregado a la ya imperiosa letra de la Ley de Moisés, caía en las más bizarras sutilezas. Con el tiempo, las interpretaciones, comentarios, comentarios de las interpretaciones e interpretaciones de los comentarios, llegaron a ser considerados “la ley oral”, con el mismo grado de autoridad, o inclusive mayor, que la Ley de Moisés, revelada por Dios.
Aunque dificilmente alguien se reconozca fariseo, lo cierto es que el fariseísmo abunda entre los profesos seguidores de Jesús. No importa qué nombre se le ponga, o con qué excusa se haga, cuando las palabras de los Doctores, de las Tradiciones y de los Concilios; cuando las interpretaciones, comentarios, comentarios de las interpretaciones e interpretaciones de los comentarios, llegan a ocupar el lugar de la palabra de Dios, entonces estamos ante la presencia del fariseísmo.
Probablemente la mayoría de nosotros haya visto alguna vez esas estructuras en forma de reja que se colocan en los jardines para que las enredaderas y las flores puedan trepar y así exhibir de forma más llamativa su natural belleza. Las formulaciones ortodoxas son parecidas a esas estructuras. Permiten que la natural belleza de la palabra de Dios pueda ser vista en toda su plenitud, pero de ningún modo son la palabra de Dios. Dios creó las enredaderas y las flores, los bastidores, rejas y estructuras son obras humanas.
Los fariseos, tanto los de la antigüedad como nuestros contemporáneos, son magníficos constructores de vallas, estructuras y bastidores. Con finísimas maderas y metales, las hacen fuertes y durables. Pintan. Barnizan. Pulen. ¡Qué trabajo! ¡Qué arte! ¡Qué precisión! Pero jamás plantan una flor. Nunca un aroma, ni la frescura del rocío sobre los pétalos. Abismados en lo intrincado de su propia y magnífica labor, se pierden el encanto de la vida, creación de Dios.
Recientemente, un hermano en Cristo me presentó una analogía muy interesante: las fórmulas teológicas ortodoxas vienen a ser como un mapa que señala el norte del recorrido, proporciona una visión panorámica del territorio y sirven como testimonio de viajeros que recorrieron el territorio antes que nosotros. La analogía es buena y acertada, siempre que recordemos que “el mapa no es el territorio”, ningún mapa, por bueno y detallado que sea, describe perfectamente el territorio, y que ningún viajero, por más detallista y minucioso que sea, consigue captar, y menos aún plasmar en un mapa, la riqueza que sólo el terreno real tiene.
El diccionario define ortodoxia como la opinión o creencia tenida por correcta y verdadera; en oposición a la heterodoxia, tenida por falsa, en ambos casos desde la perspectiva de la autoridad que fija tal ortodoxia, o en ausencia de tal autoridad, desde la perspectiva de las ideas o prácticas generalmente admitidas por consenso. Dentro del cristianismo, en su sentido más antiguo, el término se aplicaba a la conformidad con la fe de la iglesia primitiva.
La palabra de Dios es clara y en ella podemos encontrar e identificar la verdad sin confusión. Cuando los cristianos reflexionamos sobre las verdades de la palabra de Dios, y es natural que lo hagamos, invariablemente llegamos a conclusiones y las expresamos por palabra o por escrito. Si lo que hablamos o escribimos está en conformidad con la clara enseñanza de la palabra de Dios, podemos sin duda llamarlo ortodoxia. No reside allí el problema. El problema viene cuando se toman las formulaciones dogmáticas, los Doctrores, Tradiciones y Concilios en lugar de la palabra de Dios.
Para quien profese una ortodoxia al modo del fariseísmo, estas palabras sonarán a blasfemia. El fariseo no defiende en realidad la doctrina, defiende la doctrina que él profesa por la sola razón de que la profesa él y él, de ningún modo, puede estar equivocado. Como dijera un buen amigo: “Cualquier orientación, norma, ley, determinación o reglamentación religiosa debe ser comparada, interpretada y evaluada según las palabras, orientaciones y actitudes de Jesucristo”; sin embargo, los que se atribuyen a sí mismos una “ortodoxia inflexible” buscan domesticar a Jesús y adaptarlo a sus preciadas e intocables fórmulas confesionales.
1. Ciertas "ortodoxias" no son más que excusas para hacer nula la Palabra de Dios en nombre de tradiciones particulares. "Jesús les dijo: —Para mantener sus propias tradiciones, ustedes pasan por alto el mandato de Dios." Marcos 7.9
2. La "ortodoxia" que deba usar la fuerza y el terror para imponerse cojea a causa de su propia hipocresía. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que recorren tierra y mar para ganar un adepto, y cuando lo han logrado, hacen de él una persona dos veces más merecedora del infierno que ustedes mismos." - Mateo 23.15
3. Hay quienes llaman "ortodoxia" tan sólo a la proyección de sus miedos, frustraciones y rencores. "Tú serás discípulo de ese hombre [Jesús]; nosotros somos discípulos de Moisés."- Juan 9.28
4. Algunas "ortodoxias" viven, como los buitres, de cadáveres. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que construyen los sepulcros de los profetas y adornan los monumentos de los justos, y luego dicen: “Si nosotros hubiéramos vivido en tiempos de nuestros antepasados, no habríamos tomado parte en la muerte de los profetas.” Ya con esto, ustedes mismos reconocen que son descendientes de los que mataron a los profetas. ¡Terminen de hacer, pues, lo que sus antepasados comenzaron!" - Mateo 23.29-32
5. Muchas "ortodoxias" son fachadas para quienes no tienen fe. "¡Ay de ustedes, maestros de la ley y fariseos, hipócritas!, que cierran la puerta del reino de los cielos para que otros no entren. Y ni ustedes mismos entran, ni dejan entrar a los que quieren hacerlo." - Mateo 23.13
6. Llamar "ortodoxia" a la negación de enfrentar el desafío de la fe, es una terrible falacia. "Vivimos por fe, no por vista." - 2 Corintios 5.7
7. Se escudan tras su "ortodoxia" las sanguijuelas de la fe; esos que basan su fe en la fe de otros. "Los maestros de la ley y los fariseos enseñan con la autoridad que viene de Moisés. Por lo tanto, obedézcanlos ustedes y hagan todo lo que les digan; pero no sigan su ejemplo, porque ellos dicen una cosa y hacen otra." - Mateo 23.2-3
Un ministro de la palabra de Dios, del cual nadie se atrevería a poner en duda ni su celo ni su ortodoxia, escribió una vez: “La Iglesia no reconoce ningún intérprete humano de la Escritura cuya interpretación deba ser recibida como infalible y vinculante a causa de su Oficio a ningún individuo, ni a ningún Orden, ni a un Concilio particular ni general, ni a la totalidad de un Cuerpo Eclesiástico”. Las fórmulas dogmáticas tienen una razón y una función análoga a las fórmulas químicas. Estudiando ciencias es perfectamente adecuado saber y decir que el agua se compone de dos atómos de Hidrógeno y uno de Oxígeno, no obstante, tan sólo el agua concreta calma la sed. "Vienen días —afirma el Señor— en los cuales mandaré hambre a la tierra; no hambre de pan, ni sed de agua, sino hambre de oír la palabra del Señor." Amós 8.11
Los fariseos de nuestros días, como los fariseos de la Biblia, sólo saben de Doctores, Tradiciones y Concilios, pero nada de la Palabra de Dios, viva y eficaz. Ellos precisan entender la gracia, la justicia y la verdad de Dios como Él mismo las reveló en su santa Palabra. Ellos deben aprender el Evangelio de redención para ser salvos.
Jesús jamás dijo que sus discípulos se identificarían por la capacidad de capturar, disecar y reducir su mensaje a fórmulas dogmáticas inflexibles, más bien todo lo contrario. Él dijo: "Te alabo, Padre, Señor del cielo y de la tierra, porque has mostrado a los sencillos las cosas que escondiste de los sabios y entendidos." Eran los escribas y fariseos quienes despreciaban, y sin disimulo decían: "esta gente, que no conoce la ley, está maldita." Lo que identifica a los discípulos de Jesús, la marca inconfundible de haber entendido recta y precisamente su mensaje es el amor: "Si se aman los unos a los otros, todo el mundo se dará cuenta de que son discípulos míos."
La auténtica ortodoxia no consiste en reclamar de forma histérica la posesión exclusiva de la verdad. La ortodoxia, viviendo de la viva palabra de Dios, busca conformar su fe a la "fe que una vez fue entregada al pueblo santo". La auténtica ortodoxia no consiste en violentar la conciencia para creer algo sólo porque otros creyeron así. Ortodoxia es beber el agua viva de la eterna palabra de Dios. Un balde puede ayudar a sacar agua del pozo, pero beber el balde nos puede llevar a la muerte. La ortodoxia es una forma de ver y buscar en la fuente inagotable de la revelación divina, una forma de vivir, de pensar, amar y aprender de la palabra viva de Dios que ajusta nuestras creencias al fundamento de la Escritura, y no la Escritura a nuestras creencias. El foco de la ortodoxia no es ella misma, ni siquiera la Escritura, el centro de la ortodoxia es Dios.
Andrés Omar Ayala – Doctor en Teología – Filadelfia (Paraguay)
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