Dios sabe la intención del corazón de quien que va en el camino, él sabe de dónde viene la persona y adonde llegaría si no se le cerrara el paso.
Es globalmente conocida la costumbre argentina de cortar calles, caminos, rutas y autopistas en cualquier momento y por cualquier razón. Esta práctica nació en la Patagonia hace unos veinte años y se llama “piquete”. Se hacen para pedir aumentos, subsidios, vivienda, reclamar por despidos, etc. El piquete es una metodología empleada por un amplio abanico que va desde organizaciones registradas, grupos autoconvocados, militantes variopintos y grupetes de toda laya.
La cantidad de gente en el piquete no es importante (se ve una decena de estudiantes cortar una avenida para solidarizarse con esto o aquello). Lo que importa es la atención que provoca el acto y los resultados que se consiguen. Muchas veces tiene la sola intención de “ganar la calle” y demostrar fuerza, ya sea para adentro del grupo como para afuera. No faltan mujeres embarazadas ni niños. Tampoco faltan políticos que primero los han sufrido y luego, con el tiempo, ya fuera del poder, los estimulan y usan para sus propios intereses. Cualquier día "normal" en Buenos Aires ocurren varios piquetes a la vez, llegando a contabilizarse por varias decenas en un mes cualquiera. En los últimos tiempos vivimos asediados. Mientras tanto la enorme mayoría de los que transitan (¿intentan?) son rehenes impotentes, frustrados.
Argumento conocido y falaz es el que pretende igualar al piquete con el derecho a huelga que es concedido por nuestra Carta Magna. El piquete es todo lo contrario, no es un derecho. Es acto ilegal, violento y extorsivo, que impide ejercitar derechos como el de libre tránsito y circulación, por mencionar solo uno. Un ejemplo demuestra lo contaminado que está todo. Son grupos que reclaman por la crisis económica pero están con la cara cubierta, armados con palos y con sincronización cuasi militar. Pero es que actúan con impunidad total.
¿Hará falta decir que rechazo de cuajo esta manera de reclamar?
Pero para mi sorpresa, y supongo que debido a esta realidad social, he descubierto algo parecido en la Escritura. Para mi mayor sorpresa todavía, parece que Dios en algunas ocasiones actúa para cerrarnos el camino e impedir que avancemos. Observo lo que podría llamarse “los piquetes de Dios”.
1. El “piquete” del Padre a un profeta contaminado: Balaam tiene momentos de cumbre y profundidades oscuras. Finalmente sucumbirá quedando como símbolo y advertencia en contra de su intención, influencia y doctrina. En Números 22 Dios le dice “He aquí yo he salido para resistirte, porque tu camino es perverso delante de mí”. A esto el interpelado respondió: “He pecado, porque no sabía que tú te ponías delante de mí en el camino…”. Dios mismo se le planta para frenarlo, y lo hace por medio de una asna. En palabras argentinas: ¡le hizo un piquete!
2. El “piquete” del Padre a un profeta rebelde. Rescatemos al profeta Jonás tanto de las lecciones infantilistas como de las fauces de los críticos que lo siguen destrozando. Acabo de pasar varias horas en su lectura y sigo aprendiendo. Conociendo al Señor y su Palabra, Jonás decide no ir donde Dios lo había enviado y en cambio ir donde Dios no lo había enviado. Así comienza una serie de siete descensos según encuentro en su historia. Nada menos que en pleno mar, lugar impensable para cortar el paso, Dios le hace un “piquete” y su fuga finaliza en las profundidades (Jonás capítulo 2).
3. El “piquete” del Hijo a un religioso fanático: Saulo fue precursor del tipo de líder religioso violento que luego encontraremos en todas las épocas, muchas veces dentro de la propia iglesia. Su estricto sentido del deber y de mantener la “ortodoxia” contra los adversarios preanuncia el espíritu de los cruzados y lo pone en la categoría de un yihadista. “Respirando amenazas y muerte”, dice Lucas en Hechos 9. Pero en el camino es Jesús el que le hace un “piquete” y Saulo termina temblando, temeroso, sin respuestas y sin vista hasta que llega Ananías enviado como intérprete de una nueva realidad.
En las instancias anteriores hay algunas semejanzas. Solo menciono que Dios sabe la intención del corazón de quien que va en el camino, él sabe de dónde viene la persona y adonde llegaría si no se le cerrara el paso. Ser forzado a detenernos cuando blandimos el derecho de seguir nuestro propia senda a toda costa no es algo sencillo de aceptar. La cosa podría quedar aquí, pero el último “piquete” es todavía más sorprendente.
4. El “piquete” del Espíritu a un misionero pionero: Pensemos ahora en Pablo. Está en pleno desarrollo de la misión para la cual fue llamado desde el momento mismo de su conversión. Siguiendo ese mandato está dispuesto a ir a zonas remotas de las entonces provincias romanas de Asia y de Bitinia, pero el Espíritu de Dios le impide el paso. En otras palabras, y llevando al extremo esta idea, ¡Europa recibe el evangelio como consecuencia indirecta de un “piquete”! Sin duda este es uno de los temas que más se abre a profundizar. La entrada del evangelio es impedida a una región y reconducida a otra. El impedimento provino del mismo Dios aun cuando estaban haciendo lo que él pidió. ¡Cuánto discernimiento nos hace falta también hoy!
Parafraseando al autor de los Hebreos: el espacio me falta para hablar del “piquete” de Dios a Moisés, y el hecho a toda la nación de Israel (Os 2:6, RVA).
Las diferencias son obvias entre los piquetes de Dios y los que se padecen en Buenos Aires. Aquí las autoridades no han querido, podido, sabido resolver esto. Por su parte, los piqueteros argentinos se repiten hasta el hartazgo y la sociedad reclama poner coto a esta desmesura. Aquellos que tienen reclamos legítimos deben reclamar por medios también legítimos.
Dios en cambio es creativo y tiene muchas maneras de actuar. Aunque a veces cierra el camino, en muchas otras envía mensajeros para abrirlo y allanarlo. Aun en otras ocasiones él mismo se une a transitarlo con nosotros para redirigirnos al camino del cual no debimos apartarnos: “Sucedió que mientras hablaban y discutían entre sí, Jesús mismo se acercó, y caminaba con ellos...”. (Lucas 24).
Daniel Bianchi – Director Regional de Lausana para América Latina – Argentina
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