Mi nombre es Aránzazu Álvarez, una joven cordobesa graduada en educación primaria, con mención en necesidades educativas especiales en el año 2014, en la Universidad de Córdoba.
En mis años de estudios universitarios todo era un caos en mi mente, cada año descubría una nueva área de la educación que trascendía a lo que imaginaba al comienzo. Para concluir este caos, en mi último año de universidad cuando comencé a estudiar todo el área de necesidades educativas especiales, descubrí esa área de la educación destinada a contextos de exclusión social. Esto era realmente lo que a mí me gustaba, hacia donde me quería dirigir. Ese desorden en mi mente comenzó a tomar forma, a pensar en un futuro concreto y empecé a enfocar mis intereses dentro de la educación y ya mirando hacia el aspecto profesional.
Todo llegaba a su final y llegó el momento en la que una tenía que decidir tras terminar la carrera universitaria y tras llegar a esa meta que todo a tu alrededor te plantea. A partir de ese momento donde una consigue lo que la sociedad le propone, una misma comienza a descubrir un amplio y complejo abanico de posibilidades.
Posiblemente la opción más llamativa es buscar trabajo, una detalla su currículo con dedicación y comienza a moverse por su ciudad o dentro de su país, sin embargo, como todos los jóvenes sabemos en la España de hoy esto es una labor que se ha convertido en algo bastante difícil.
Por otro lado, cruzar el océano y emprender una nueva aventura hacia un camino poco conocido, dejando atrás nuestra zona de confort, que aunque parece ser más llamativo e interesante, al menos desde la óptica del niño aventurero y soñador que siempre llevaremos dentro, el solo hecho de desprenderse de tu familia, amigos y, por qué no decirlo, tus facilidades, la convierten en un paso más difícil.
Cuando una quiere aprender y descubrir nuevas experiencias elige la segunda opción, cruzar el charco hacia un país que levita en un torbellino de problemas y con un nivel de vida de más desigualdad en relación al de pertenencia, donde desde el mismo instante en que una va aterrizando comienza a observar la estructura de una nación totalmente diferente a la que se percibía cuando despegaba.
Poco después de poner los pies en tierra la curiosidad te invita a mirar alrededor; las casas, los negocios, los carteles reflejan una importante influencia norteamericana, que poco tiene que ver con la realidad que se vive el día a día. Es como si ese ambiente crearía una atracción casi magnética que te empuja a buscar del sueño americano. Una imagina que va a ser una experiencia diferente a lo ya vivido, pero ese concepto se queda corto, cuando una comienza a trabajar con vidas que con tan poca edad han recorrido ya un largo camino, en muchos casos espinoso. Una deja su comodidad para trabajar en pleno campo de batalla de lo que es la exclusión social y la infancia en riesgo.
Cada niño tiene su historia personal, incomparable con la que podría contarte acerca de mí misma. Niños abandonados, abusados, desnutridos que han sido acogidos por lo que ellos describen como su hogar, aquel lugar y aquellas personas que les dan una esperanza. Ellos son supervivientes de la despiadada jungla en que nos movemos a la que llamamos mundo. Cruzar al otro lado es, primeramente observar y callar, para poder aprender y actuar conforme lo que ellos desarrollan porque cuando se va como voluntaria a trabajar a un país diferente, lo primero que debe recordar es que ellos estaban en ese lugar antes que tú, por lo que es una la que debe adaptarse a ellos y no que ellos a nosotros. Cuando se aprende y pone en práctica esta lección comienza a disfrutar de su experiencia. Escribo este artículo después de 7 meses en Honduras, ese país que entra dentro de los países menos seguros del mundo y con un alto grado de violencia. Pero puedo escribir que en este tiempo me he sentido segura aun caminando por las calles del centro de Tegucigalpa, he aprendido, he llorado, he conocido y también he disfrutado. Esta experiencia trabajando en el Hogar de niños Renacer (Cofradía, Tegucigalpa) y en la Escuela Mundo Feliz (San Marcos de Colon, Choluteca) en el área educativa, tanto organizando reforzamiento escolar como capacitando al personal y maestras de ambos proyectos en temas como son la atención a la diversidad, convivencia escolar y creación de recursos educativos. El haberme graduado como maestra de educación primaria con mención en necesidades educativas específicas, cobra hoy un sentido profundo, ya que me ha dado herramientas para contribuir a que este periodo sea inolvidable, ya que asignaturas concretas de la universidad me han aportado no solo conceptos sino estrategias para todo este tiempo. Cada día es un reto y a la vez un incentivo que me alienta a seguir aprendiendo, y avanzar en mi formación. Particularmente el encontrarse con situaciones para las que no se tiene respuesta, hace de ésta una etapa de aprendizaje continuo, para ello se debe reconocer que una no tiene la respuesta, al menos inmediata, para todo y que cada día tiene su propio afán.
Planificar a largo plazo en un país como Honduras es una tarea compleja puesto que a veces los días son una caja de pandora y no puedes adivinar con qué te vas a enfrontar. Es entonces cuando hay que improvisar y aprender solucionar aspectos que a escala humana parecen ser imposibles, pero que a la divina sin duda no tienen gran trascendencia.
Una decisión que me llevó a una aventura que ha cambiado mi focalización y mi visión para mi futuro y que aconsejo que todo joven pueda buscar el modo para realizar una aventura de este tipo.
Si queréis conocer más acerca de esta aventura podéis visitar el blog https://viajehonduras2015.wordpress.com.
Aránzazu Álvarez, Honduras.
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