Una mano no necesita que la muñeca le enseñe cómo debe mover los dedos; pero es indudable que la mano depende y se sujeta a su coyuntura superior, que es la muñeca; la cual, a su vez, depende del antebrazo y éste del codo, y el codo depende del brazo y el brazo está sujeto al hombro. Y todos los miembros en conjunto, y no de forma independiente del resto del cuerpo, dependen de la cabeza: como cuerpo y no como miembros individuales. Pues si así fuese, la mano surgiría directamente de la cabeza; lo mismo el pie.
La cabeza anhela que todos los miembros del cuerpo funcionen en armonía los unos con los otros, unidos por las coyunturas: "… de quien todo el cuerpo, bien concertado y unido entre sí por todas las coyunturas que se ayudan mutuamente, según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento para ir edificándose en amor" (Ef 4.16 y Col 2.19).
Destaco la frase "se ayudan mutuamente". Entonces, no se concibe un miembro fuera del cuerpo viviendo de manera independiente porque no quiere depender de los demás miembros.
Resalto también, la siguiente frase: "según la actividad propia de cada miembro, recibe su crecimiento". Entonces, no se recibe su crecimiento directamente de la cabeza, sino a través de la actividad propia de los otros miembros. Claro, esto no quita el hecho de que todos los miembros dependen orgánicamente de la cabeza.
¡Qué complejo es el cuerpo! Hay miles de órganos, músculos, tendones, coyunturas, venas, arterias, células, huesos... ¿Cómo puede funcionar tal complejidad? Es gracias a la cabeza, que coordina y ordena las funciones en el cuerpo. Pero también es porque cada miembro no pretende funcionar de manera independiente, sino que se sujeta al cuerpo, a las coyunturas, a los otros miembros; y todos, en definitiva, sujetos a la cabeza que es Jesucristo.
Es cierto que, en un sentido espiritual, todos pertenecemos al único cuerpo de Jesucristo, la iglesia, cuya cabeza es el mismo Señor. Pero es la Palabra de Dios la que ordena que debemos congregarnos como un cuerpo local en alguna de las iglesias diseminadas por todo el mundo: "No dejando de congregarnos", dice el Señor (Heb 10.25).
Esto significa que, sin dejar de pertenecer al cuerpo de Cristo, se pudiera no congregarse en una iglesia local, unidos al cuerpo. Y la Escritura no dice: "No dejando de pertenecer al cuerpo espiritual cuya Cabeza es Cristo" sino, "no dejando de congregarnos". ¡Son dos verdades a observar, y no una sola!
Pero, ¿qué sucede si hay iglesias locales que aceptan las herejías, cuyos pastores se abrogan el derecho de tomar señorío de las ovejas que están a su cuidado y cuyo dueño es el Señor Jesucristo? (1º Pe 5.3). ¿Qué podemos hacer si vemos que evangelistas, pastores, profetas y apóstoles hacen uso de sus funciones o tareas como un título jerárquico, desvirtuando su condición de sirvientes del Señor?
En primer lugar, exhortar a los tales a que depongan su actitud. Si no atienden a razones, luego de un tiempo de oración y buscando la dirección del Señor, salir de Babilonia y congregarse en una iglesia sencilla, llena de amor al Señor, a los hermanos y a las almas perdidas, donde las Escrituras constituyen el único libro de texto exclusivo y excluyente en el cual se basan.
Si luego de una responsable búsqueda tal iglesia no es hallada, no quedarse sin congregación; comenzar un testimonio en la propia casa, en el hogar, invitando a otros hermanos en las mismas condiciones, atrayendo a familiares, vecinos y amigos para compartir juntos la Palabra de Dios, con oraciones y canciones espirituales.
¡No pasará mucho tiempo hasta que ese lugar quede pequeño para tanta gente y deban pensar en adquirir un inmueble en donde poder reunirse con mayor comodidad! Que no será llamado templo, porque cada uno de nosotros es templo del Espíritu Santo; recinto que no será llamado iglesia, porque donde hay dos o tres congregados en su Nombre, allí está el Señor en medio de ellos, y ésa es la iglesia local que el Señor ha levantado.
"...Y Él mismo [en Persona] constituyó {estableció, asignó} a unos, apóstoles; a otros, profetas; a otros, evangelistas; a otros, pastores y maestros...”.
Así que en la iglesia local hay quienes son apóstoles, profetas, evangelistas, pastores y maestros. ¡Hay maestros! Entonces, ellos te enseñan a ti y tú eres un alumno, te guste o no.
Algunos dicen: “Pues no me importa lo que diga Dios en su Palabra; no voy a sujetarme a ninguna autoridad, porque mi maestro y mi pastor es Jesucristo”.
Si piensas así, tienes un problema con Dios y su santa Palabra y necesitas ser humillado en su presencia, el Rey de reyes y Señor de señores.
El pecado inicial de Eva y Adán fue la rebelión, el no querer sujetarse a Dios, el no obedecer Su Palabra que les permitía comer de todo fruto del huerto menos del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. No podemos estar bien con Dios cuando su palabra no es obedecida, cuando su mandato es despreciado y tenido en poco.
"Así que, los que recibieron su palabra fueron bautizados; y se añadieron aquel día como tres mil personas. Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones" (Hch 2.41-42).
"Obedeced a vuestros pastores, y sujetáos a ellos; porque ellos velan por vuestras almas, como quienes han de dar cuenta; para que lo hagan con alegría, y no quejándose, porque esto no os es provechoso" (Heb 13.17).
Mi padre fue pastor en una congregación evangélica en Buenos Aires; y conversando con un miembro, éste le dijo: "Usted tiene razón, pastor; pero yo no cedo".
Marcos Andrés Nehoda – Pastor – Argentina
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