Dependiendo de su credo, su origen cultural y sus emociones, la Navidad puede ser una etapa con gran contenido sentimental que en el signo positivo supone reuniones familiares, castañas tostadas en una fogata o en la estufa, nieve, ropa de época –roja, verde o con estampados de renos o nochebuenas- y, en el negativo, recuerdos tristes, soledad, dolor.
En el ámbito religioso, es el recuerdo del nacimiento del hijo de una familia israelita, que vivió poco más de tres décadas sanando, enseñando y anunciando su muerte, al tiempo de asegurar ser el camino, la verdad y la vida enfatizando que nadie puede llegar al Padre si no es por El.
El recuerdo de ese evento ha variado en forma y tiempo. Todavía hoy hay quienes ubican el advenimiento del Cristo humanado en el mes de enero[i].
Cambian también los elementos culturales asociados con el nacimiento de Jesús. En México y, en general, en los territorios del continente americano que tuvieron colonización española, la representación con figuras de la familia, acompañada de un ángel y visitada por sabios y pastores contiene un sin fin de personajes.
La mayoría de las iglesias reformadas –evangélicas o protestantes- entran en desuso de estas esculturas, atentos a la letra original del decálogo que ordena no hacerse de imágenes de nada que esté en el cielo, la tierra o debajo de la tierra, ni mucho menos adorarlas.
La piñata que hoy se ha hecho elemento casi obligado en cualquier tipo de cumpleaños, originalmente era utilizada solo en el novenario católico previo a la Navidad, supuestamente como herencia de creencias italianas.
La estrella y sus picos estaban asociados con los siete pecados capitales, y hay que castigarla golpeando hasta reventar, como lo haríamos con Satanás.
Estudiosos meticulosos y quisquillosos aseguran que la Navidad se ha hecho “pagana”, pues en lugar de tener como centro el nacimiento del hijo de Dios, en negociaciones tramposas ha permitido el mimetismo con costumbres que en sí mismas son contrarias a la esencia del llamado “nuevo pacto”.
Seguramente muchos cristianos -católicos y evangélicos- rechazarán esta postura acerca de la observancia actual de la Navidad, salvo en el tema de la exagerada comercialización de infinidad de símbolos que se han ido asociando a la misma. El árbol, por ejemplo, parece tener antecedentes históricos en diversos rituales de nacimiento entre los normandos, celtas y sajones para mantener alejadas a las brujas; y con variables culturales en Egipto, la palmera, y en Roma el abeto, fueron prominentes para luchar contra espíritus malignos y fantasmas.
Pero si a paganismo vamos, quien se llevaría el premio de la mayor efectividad es Santa Claus. En el moderno mito norteamericano de Santa –un personaje que pasa 364 días en la oscuridad, ocupado de fabricar juguetes[ii] -, vive en algún recóndito lugar del polo norte a donde se le escribe, aunque jamás ofrece respuestas, pues este obeso viejito vestido de rojo no se involucra en nuestro quehacer diario.
Hasta los budistas, que afirman no ser una religión, y los musulmanes, que solo reconocen a Jesucristo como un profeta, reverencian al viejito gordo de traje rojo, asegurando que podrían sumarse al ecumenismo afirmando que “es mejor dar que recibir”, siempre y cuando lo que se regale haya sido comprando en sus establecimientos.
Lo más grave de estos personajes sustitutos se da al convertir al Niño en un cínico, y a sus padres en cómplices, a partir del juego de “si eres malo te castigo, si te portas bien te premio”, aunque al final a todos Santa, los renos o sus duendes les dan algo, sin considerar las consecuencias emocionales de un infante en desarrollo que siente ansiedad por la culpa, miedo frente a un superior amenazante[iii], envidia respecto a lo recibido por el hermano o el compañero de escuela.
¿Estará aquí la semilla de impunidad de la cual todos nos quejamos? ¿Habrán recibido regalos de Santa los delincuentes sin castigo y los políticos pagados aun sin ser buenos?
En lugar del consumismo criminal, el jolgorio y libertinaje de jóvenes y adultos, que comen, beben y consumen muchas cosas en exceso so pretexto del nacimiento de Cristo, deberíamos en cambio reflexionar, no solo por los accidentes y las enfermedades, sino porque en esta parodia que rodea a la Navidad moderna estamos borrando su verdadero significado.
Esta Navidad ocurre en un mundo donde se lanzan bombas contra planteles escolares, se secuestran niñas para obligarlas a llevar un camino distinto al de sus padres, se asesina a seres humanos por consigna y se presiona para comprar, aun cuando los fondos económicos de las familias estén mermados por la depreciación, la devaluación y la escasez de empleo.
Y esto en términos espirituales es una magnífica oportunidad para reexaminar su significado. ¿Podemos regalar sin comprar? ¿Nos estaremos tornando insensibles y duros si en una interpretación estricta dejamos de lado el atractivo sentimental del espíritu navideño? ¿Cómo hacer realidad la buena voluntad entre los hombres y promover la paz en el mundo sin viajar a las playas o los centros vacacionales de invierno? ¿Encontraremos el verdadero espíritu de navidad involucrándonos en una campaña anti-consumista? Un buen sermón religioso ¿nos hará recuperar el espíritu de la auténtica Navidad?
¿Cuál es el verdadero significado de la Navidad? Influidos por siglos de tradición y nostalgia, a veces resulta casi imposible plantearnos tales cuestiones. ¿Cómo discernir si su celebración navideña es auténtica?
Tampoco se trata de llegar al extremo de quienes se asumen “ateos a Dios Gracias” y niegan la Navidad solo porque ellos no la entienden.
Por mi parte les deseo momentos de paz y tranquilad suficientes para el estudio de esta festividad en todos los aspectos –históricos, antropológicos, culturales, comerciales, paganos, espirituales, etc.- augurándoles que, si lo hacen desprendidos de prejuicios, seguramente se saciarán del amor que los sabios de oriente buscaron con afán, hasta llegar al nacimiento del Niño de Belén.
Lilia Ana Cisneros Luján - Abogada - México
[i] Nadie conoce realmente el día del nacimiento de Cristo. El 25 de diciembre es una fecha altamente improbable. Quizá en los albores del cristianismo, tal vez el siglo III, se decidió celebrarlo en diciembre como una forma de rechazar la costumbre babilónica denominada saturnalia, jolgorio dedicado al nacimiento del sol, generalmente cuando entraba la primavera.
[ii] Actividad simpática pero carente de significado, y en muchas ocasiones muy perversa.
[iii] Una de las razones más frecuentes para que los adolescentes se alejen de las iglesias es haber aprendido que Dios es justiciero y manda a los malos al infierno, en vez de asimilar que es amor y ofrece salvación eterna de manera gratuita.
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