“Mas si aun nosotros, o un ángel del cielo, os anunciare otro evangelio diferente del que os hemos anunciado, sea anatema. Como antes hemos dicho, también ahora lo repito: Si alguno os predica diferente evangelio del que habéis recibido, sea anatema. Pues, ¿busco ahora el favor de los hombres, o el de Dios? ¿O trato de agradar a los hombres? Pues si todavía agradara a los hombres, no sería siervo de Cristo” (Gálatas 1: 8-10)
No hay peor mentira que la que se parece a la verdad.Eso es cierto. La iglesia romana presume de ser “
Semper eadem”, queriendo decir con eso que ella es la iglesia que Cristo fundó y que perdura por los siglos. Eso no es cierto; y sin embargo, su dogma contiene mucha verdad doctrinal, la suficiente como para haberse levantado como el peor de los engaños dirigidos por las tinieblas hacia la humanidad.
Usando a
motu proprio la suficiente verdad bíblica, la iglesia de los papas ha hecho de su
Tradición, la piedra angular sobre la cual ha edificado su bastión.
¿Sucesión Apostólica?
Enmarcada en esa
Tradición fraudulentamente basada en la Escritura, el canon romanista enseña como verdad que todo buen católico debe creer que existe la que llaman “
Sucesión Apostólica”, la cual pretende ser un nexo continuo de unión papa tras papa. Esto, además, no se ajusta ni en la más mínima expresión a la realidad histórica.
Roma enseña que, cito:
“Cristo, al instituir a los Doce, formó una especie de Colegio o grupo estable y eligiendo de entre ellos a Pedro lo puso al frente de él” [i], y:
“Así como, por disposición del Señor, San Pedro y los demás apóstoles forman un único colegio apostólico, por análogas razones están unidos entre sí el Romano Pontífice, sucesor de Pedro, y los obispos, sucesores de los apóstoles”[ii].
Pero no sólo eso es así, lo cual sería suficientemente reprobable, sino que – cito:
“El Pontífice Romano, en efecto, tiene en la Iglesia, en virtud de su función de Vicario de Cristo y Pastor de toda la Iglesia, la potestad plena, suprema y universal, que puede ejercer siempre con entera libertad” [iii].
Hacia el siglo VII de nuestra era, la catolicidad le dio permiso a un hombre a ejercer “
potestad plena, suprema y universal” sobre el resto de los mortales y sus posesiones”
[iv].
Cuando el obispo de la ciudad de Roma logró exaltarse a sí mismo por encima de todos los demás obispos, a poco fue adquiriendo más títulos y poder, llegando a ser un nuevo César romano, denominándose: “
Sumo Pontífice”, es decir
Sumo Mediador entre Dios y los hombres, el título y función de Jesucristo hombre
(1 Ti. 2: 5-7); “
Santo Padre”, título que sólo Dios Padre tiene; y por fin, cuando habla
ex-cátedra, es
infalible, cualidad que corresponde además de al Padre y al Hijo, al Espíritu Santo. Así pues, un hombre
logrósu (“
deificación”).
La iglesia de Roma, la cual dice de sí misma ser la única y verdadera de Cristo, y sin la cual no hay salvación
[v] [vi], también exalta a ese hombre al cual llaman “
Santo Padre”; “
Su Santidad”; “
Vicarius Filii Dei” (Vicario del Hijo de Dios); “
Vicarius Generali Dei in Terris” (Vicario Principal de Dios en la Tierra), etc., y ahora ellos tienen a
Francisco, el nuevo paladín de la catolicidad… un papa humilde… un contrasentido aparente.
Ciertamente vemos en
Francisco a un hombre en apariencia humilde, sobrio, amigo de los pobres, cordial, amigable, pero eso no nos va a impresionar demasiado, ya que esas mismas características las encontramos en el
Dalai Lama. Dicho esto, echemos con suma brevedad un atisbo a su agenda.
Jesús sólo lavó los pies de sus discípulos. Francisco va más lejos, besando los pies de todos. Esa falsa humildad no impresiona a los verdaderos hijos de Dios, sino todo lo contrario.
Francisco y sus dos antagónicas metas
¿Qué es lo que realmente persigue
Francisco en cuanto a los cristianos de la Biblia? Por un lado su denostado interés en buscar
“más lo que nos une que lo que nos separa” (típico discurso ecuménico jesuita), hasta el punto de permitir que le impusieran manos pastores evangélicos
[vii] y, sin embargo, y al mismo tiempo, ¡impedir el avance de lo evangélico! En cuanto a esto último, el obispo emérito de Washington, Theodore McCarrick
, “sostiene que la ‘personalidad humilde’ del nuevo Papa obstaculizará el rápido avance de los evangélicos, no sólo en América Latina, sino en el resto de países en vías de desarrollo” [viii].
Dos metas dispares. La primera, es decir, la meta del ecumenismo, no es más que el engaño para avanzar en la segunda, cual es la verdadera:
frenar el avance evangélico.
Esa es
la manera jesuita de hacer las cosas en este tiempo.
Ante tal realidad, no podemos sino atender al manido, pero no menos cierto adagio:
no es oro todo lo que reluce.
SOLI DEO GLORIA
Miguel Rosell Carrillo – Pastor - Madrid (España)
[i]Lumen Gentium, 19
[ii]Lumen Gentium 22; cf CIC can. 330
[iii]Lumen Gentium 22; cf CD 2; 9
[iv]Pedro de Rosa, Vicars of Christ; Crown Publishing, inc., 1988 Pp. 34, 45
[v]Dominus Lesus art. 17
[vi]Flannery, op. Cit, tomo 1, pp.365-366
[vii]III Encuentro Fraterno C.R.E.C.E.S. (Buenos Aires, Argentina)
[viii]El avance en América Latina de la Iglesia evangélica, principal reto del Papa (http://internacional.elpais.com/internacional/2013/04/08/actualidad/1365440704_778230.html
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