Muchas canciones se quedaron grabadas en mi corazón desde niño. Doy gracias a Dios por aquellas cintas de casete que se amontonaban en mi casa, casi siempre copias de copias, de procedencia desconocida para mí; cantantes anónimos que llenaron el baúl de mis recuerdos, el cual abro hoy día y puedo extraer de él muchas cosas que me son de bendición.
Una de esas canciones, la recuerdo bien, decía lo siguiente:
Mi buen Dios, permite en mí la soledad,
Si eso me ayuda a quererte más.
Mi buen Dios, permite en mí el miedo y la duda,
Si eso me ayuda a cobijarme en Tu hermosura.
Mi buen Dios, permite en mí el fracaso,
Si eso me ayuda a ser más cristiano.
Mi buen Dios, si quieres no sanes mi herida,
Si por medio del dolor se afirma más en ti mi vida.
Y por todo lo que suceda en mi vida,
Ayúdame, Jesús, a comprender
Que al cristiano verdadero
Todas las cosas le ayudan a bien.
¡Cómo me gustaría saber quién compuso esa canción! Ahora bien, yo me pregunto tres cosas:
¿Estaba equivocado el autor? Dados los tiempos que corren y las doctrinas que se predican, puede ser que este mensaje no cuadre con las mentalidades de muchos cristianos de hoy en día.
Pues siento decir que los equivocados son los teólogos del bienestar y la prosperidad, que citan los versículos de la Biblia diciendo que recibiremos casas, tierras y hermanos y hermanas en abundancia, omitiendo que vendrán acompañados con tribulaciones y persecuciones; los que gritan que en Jesús hemos vencido al mundo, pero evitan mencionar que en el mundo tendremos aflicción… y ésta no siempre será por causa de nuestros pecados, no se ajustan a la verdad.
¿Era un valiente? ¿O un insensato? Yo quiero creer que era un valiente. Un insensato sería quien usara estas palabras en una oración sin pararse a pensar en lo que dicen. Ningún rey prepara a su ejército para hacer la guerra contra otro sin antes pararse a pensar si tiene suficientes hombres para vencerle, dice la Biblia.
Les contaré una experiencia: un día oré fervientemente:
“¡Señor, que no pase de mí ninguna prueba sin que entienda qué es lo que Tú quieres decirme a través de ella!”. A los pocos meses estaba clamando:
“Señor, no sé qué es lo que estás tratando de decirme, ¡pero sácame de aquí!”. Como dice un refrán:
“Ten cuidado con lo que pides, porque puede ser que Dios te lo conceda”. Yo quiero parecerme más a Cristo… ¿Estoy dispuesto a pagar el precio?
La tercera pregunta es: ¿Lo crees?
¿Crees que lo malo que está ocurriéndote en la vida es para tu bien? ¿Crees que Dios te está formando a Su imagen cuando permite que pases por esos momentos tan desagradables? ¿Crees que pasada la prueba –o en medio de ella- serás una persona más madura, más aferrada a Dios, más bendecida o preparada para bendecir? La respuesta a estas preguntas es importante, porque puede cambiar tu percepción de todo lo que te está ocurriendo. Puede cambiar nuestra respuesta hacia las adversidades. Puede cambiar nuestra actitud en las tribulaciones. Puede cambiar nuestro lamento en paz y nuestra tristeza en alegría.
¿Lo crees?
No dejes pasar este día sin leer
Romanos 8:28-39. Dios te bendiga.
Juan Sauce Marín - Dibujante – España
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