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El culto: ¡quién lo ha visto y quién lo ve!

Rubén Gómez
SIN DEFINIR 19 DE MARZO DE 2013 23:00 h

Los tiempos cambian que es una barbaridad. Siempre ha sido así, pero en las últimas décadas esos cambios han sido auténticamente vertiginosos.

Es cierto que en cualquier período histórico han convivido distintas formas de entender y practicar el culto cristiano. Más clásicas o más contemporáneas, más rígidas o más flexibles, más solemnes o más informales, más internacionales o más étnicas, más racionales o más experienciales. En lo personal debo decir que me importa bastante poco el debate sobre qué tipo de culto resulta más apropiado, relevante o atractivo. Se trata de una discusión demasiado trufada por elementos puramente subjetivos. Lo que sí me importa, y mucho, es el contenido que se esconde detrás de cada una de las posibles manifestaciones cúlticas. No es que la forma, la liturgia, no sean importantes. Sencillamente es que son algo secundario.

Tuve un profesor de filosofía que le daba mucha importancia al concepto de “descentramiento” a la hora de analizar la historia del pensamiento humano. Dicho en términos sencillos, en filosofía se suele entender por descentramiento el efecto de apartar o deshacerse de un modelo que servía hasta entonces como principio rector, como referencia o base comúnmente aceptados. Todo descentramiento implica una sustitución. Se puede sustituir a Dios por el hombre, al hombre por una cosa, etc., pero siempre se sustituye lo anterior por algo distinto. Con permiso de ateos, nihilistas y posmodernos de diverso signo, los seres humanos no podemos concebir realmente el vacío, la nada, el “no ser”.

Pues bien, haciendo una pequeña aplicación práctica de este concepto, me atrevería a decir que en el culto cristiano de hoy día se han producido varios tipos de descentramiento; a saber:

El descentramiento de la Palabra, tanto leída como predicada. Por un lado, la Biblia no se lee mucho ni se lee bien en público. Además, es perfectamente comprobable que en muchos ámbitos la predicación ya no ocupa el lugar central del culto. Reflejo, tal vez, de que las Escrituras tampoco son el centro de la vida diaria de los creyentes. La música, entre otros elementos llamados a tener un papel importante pero complementario, ha ido ocupando paulatinamente el hueco dejado por la Palabra.

El descentramiento del sermón expositivo, que ha dado paso al sermón temático o, peor aún, a la charla de autoayuda. Esto no hace sino abonar el terreno para que surjan grandes desequilibrios. Las personas no escuchan “todo el consejo de Dios” (Hechos 20, 27). No sé si será por un seguimiento sesgado de la consigna atribuida al teólogo Karl Barth, cuando afirmaba que el predicador debía sostener la Biblia en una mano y el periódico en la otra, pero lo cierto es que en muchos casos nos hemos quedado sólo con el periódico.

El descentramiento de la razón. Se busca alimentar las emociones. El objetivo último es sentir, experimentar. El baremo que nos hemos autoimpuesto a la hora de calificar el culto es cuánto hemos podido sentir o no la presencia del Señor. No si hemos aprendido algo, o si se nos ha estimulado a la acción. Como efecto colateral, nuestra vida cristiana se ha convertido en una especie de montaña rusa, de caminar vacilante al albur de las circunstancias.

El descentramiento de la verdad en favor de la opinión. De las categorías universales hemos pasado a lo anecdótico, al relativismo. Del “así dice el Señor” al “depende”. De “la Biblia dice” a “este autor comenta”. Claro que, más grave todavía, si cabe, es ese terrorífico “Dios me ha dicho…” o “el Señor me ha mostrado…” que se emplea tan a menudo para cubrir nuestras inclinaciones e intereses particulares con un barniz de espiritualidad totalmente desencaminada.

Los resultados de estos descentramientos esbozados de forma necesariamente somera han sido realmente devastadores. El “culto” se ha convertido en un espectáculo. De lo que se trata es de entretener, y como la capacidad de atención de los hombres y mujeres de nuestro tiempo es tan corta y se dispersa con tanta facilidad, hay que ser muy variado y muy dinámico. Todo acto que no se corresponda con ese objetivo (las lecturas, la predicación, la ofrenda, el silencio contemplativo, la cena del Señor…) hay que abreviarlo, cuando no eliminarlo.

Otro efecto pernicioso, a mi juicio, es que este tipo de “culto” que tanto abunda en la actualidad está pensado para personas extrovertidas. No hay lugar para el recogimiento, para la reflexión. Esto, de entrada, significa dejar al margen a una parte sustancial de la congregación, que además se siente culpable, o incluso estigmatizada, porque no es “como los demás”.

Siento que mi diagnóstico no pueda ser más positivo, pero es que muchos “cultos” giran en torno a las personas, a sus intereses y a sus necesidades. Y digo yo: ¿el culto no era, por definición, para el Señor? ¿Dónde y por qué se produjo el cambio? ¿No se trataba de que Dios fuera exaltado y nosotros menguáramos? Precisamente.

Concluyo. Si renunciamos a ser el centro de atención, a nuestro esnobismo cronológico y a tantas otras cosas que nos han desnaturalizado como discípulos de Cristo, posiblemente haya esperanza de retornar a las “sendas antiguas” (Jeremías 6, 16) de las que, seguramente, no debíamos habernos apartado.

Ni todo lo nuevo es malo, ni todo lo antiguo es bueno. Ahora bien, recordemos que dentro de la necesaria flexibilidad y enculturación en lo formal, hay un Dios, un Señor, una Palabra, un mensaje, una vida, un testimonio, que no se pueden sacrificar en el altar de la modernidad. Son la esencia, el núcleo al que debemos regresar una y otra vez.

Quiera el Señor llevarnos a un profundo examen de conciencia, y que nuestras reuniones solemnes sean de verdad un aroma agradable delante de él. Dicho de otro modo, que el culto nunca deje de ser la exaltación majestuosa del único Soberano y Rey, la ocasión en que su Palabra autoritativa sea proclamada con poder y el momento en que todo nuestro ser caiga postrado delante de su santidad y gloria infinitas, para levantarnos renovados y convertidos en hacedores de la Palabra.

Rubén Gómez - Pastor, autor y traductor – España
 

 


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COMENTARIOS

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Sammy
26/03/2013
16:50 h
24
 
El costumbrismo en las congregaciones evangélicas es un hecho. Por más que nuestros ancestros entendían de una manera a la Obra, y fueron bendecidos, mantener o cambiar las formas no es garantía de éxito. Una manera de frenar la obra de Dios es no cambiar nunca 'porque así lo hemos hecho siempre' o cambiarlo todo porque 'hay que actualizarse'. Dios es el mismo ayer, hoy y siempre: Él nos llama a considerar qué, cómo y por qué hacemos lo que hacemos. Si dejamos de oir su voz lejos de no marcar diferencias terminamos mimetizados con el mundo.
 
Respondiendo a Sammy

Rosa Jordán de Franco
23/03/2013
01:38 h
23
 
Quise decir: Pablo #5, y Mercedes #8. Perdón por el error y gracias por la corrección.
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Paulina
21/03/2013
21:20 h
22
 
Gracias por este artículo y por esta página que acabo de descubrir. Bendiciones y saludos desde Polonia.
 
Respondiendo a Paulina

José María
21/03/2013
15:57 h
21
 
en mi opinión lo que había que hacer es volver a la iglesia que vemos en Hechos. Dirigida por obispos (ancianos) en plural, con participación de todos los creyentes (cada uno tiene salmo, doctrina..). Escudriñando las Escrituras unánimes como los de Berea. Si dejamos que la enseñanza caiga en un 80 % o más en una sola persona (pastor), conseguiremos una congregación con un conocimiento superficial de las Escrituras por muchos años.
 
Respondiendo a José María

María Company
20/03/2013
22:56 h
20
 
Magnífico artículo, que razón tienes Rubén completamente de acuerdo. Un abrazo.
 
Respondiendo a María Company

Tere
20/03/2013
20:03 h
19
 
Me encanta que hagas referencia a que los que no son como la mayoría de 'extrovertidos' no son considerados buenos cristianos, aunque sean fieles y trabajen en silencio. Tampoco entiendo a los 'clanes' de líderes que surgen, viajan y son tristemente adorados allá por donde van, pasando por encima de los que trabajan a diario en aquellas iglesias.
 
Respondiendo a Tere

Marta
20/03/2013
20:03 h
18
 
Gracias!! Se necesita algo asi en este tiempo....no vamos al culto a 'pasarlo bien' ni a 'ver un espectaculo' vamos a concentrarnos en adorar juntos a Dios....Jesus debe de se el centro de nuestras miradas!no 'el grupo de adoracion q Esta delante' o cualquier otra distraccion....
 
Respondiendo a Marta

Rafael Gomez P
20/03/2013
20:03 h
17
 
100% de acuerdo con este magnífico articulo y con las opiniones vertidas sobre él hasta este momento. Gracias Rubén.
 
Respondiendo a Rafael Gomez P

Monica Garcia Rodriguez
20/03/2013
18:06 h
16
 
Estoy de acuerdo con todo.Es mas aveces pienso que pecamos de exceso o de defecto.La canción de Marcos Vidal -CRISTIANOS-lo refleja bastante bien,y es una pena.Que nuestro GRAN DIOS nos guíe hacia El y hacia la buena y sana doctrina.
 
Respondiendo a Monica Garcia Rodriguez

José María Carpintero
20/03/2013
18:06 h
15
 
Gracias Rubén por tu artículo. Un abrazo
 
Respondiendo a José María Carpintero

Fernando Gonzalez Pereira
20/03/2013
18:06 h
14
 
Así nos va. El autor de este artículo se ha olvidado de la dictadura que existe en algunas iglesias, en que solo les está permitido hablar a unos cuantos, ¿quién determina esto?, pues el pastor de turno, el líder o los líderes de turno, ancianos, etc. Solo hablan los que parece ser tienen el Espíritu y eso se sabe porque el pastor de turno, el líder o los líderes de turno, ancianos, etc. Poseen un don divino para ver el Espíritu a sus hermanos. Se coarta la libertad individual de las personas por la buena marcha del culto. Así es como se dice ahora, en definitiva, para que el culto salga bonito. Pero vacío de contenido y de compromiso. QUE Dios nos perdone y tenga misericordia de nosotros
 
Respondiendo a Fernando Gonzalez Pereira

Rosa Jordán de Franco
20/03/2013
18:06 h
13
 
De acuerdo con Pablo, #4, con Mercedes, #6, y con la esencia del artículo, que es el párrafo final: 'Quiera el Señor llevarnos a un profundo examen de conciencia, y que nuestras reuniones solemnes sean de verdad un aroma agradable delante de él. Dicho de otro modo, que el culto nunca deje de ser la exaltación majestuosa del único Soberano y Rey, la ocasión en que su Palabra autoritativa sea proclamada con poder y el momento en que todo nuestro ser caiga postrado delante de su santidad y gloria infinitas, para levantarnos renovados y convertidos en hacedores de la Palabra.' Amén. (El servicio de anoche en mi iglesia, fue un culto de verdadera adoración a nuestro soberano Dios, donde Su Espíri
 
Respondiendo a Rosa Jordán de Franco

Eva LR
20/03/2013
18:06 h
12
 
Estupendo artículo que nos da ánimos para seguir ...bendiciones
 
Respondiendo a Eva LR

Ana
20/03/2013
20:03 h
11
 
Comparto su opinión. Por lo visto es un fenómeno bastante extendido y ¡Así nos va!. Existen demasiados 'adornos', 'distracciones', 'discursos personalistas' que constituyen verdaderas distorsiones de la Palabra de Dios que necesariamente ha de ser predicada en los cultos, explicada y aplicada . EL CULTO A DIOS Y LA PREDICACIÓN DE SU PALABRA DURANTE EL MISMO,SON IMPRESCINDIBLES PARA QUE EXISTA DIRECCIÓN EN CADA UNA DE NUESTRAS VIDAS Y CUANDO ACUDIMOS DISPUESTOS A RENDIR ESE CULTO Y ESTAR ATENTOS A SU PALABRA Y SE NOS PRESENTAN MENSAJES DE 'PACOTILLA', CHIRIGOTAS INCLUÍDAS, QUE EN NADA MUESTRAN EL PODER DE DIOS, ACABAMOS DESANIMADOS Y NOS PREGUNTAMOS SI SOMOS LOS ÚNICOS QUE PERCIBIMOS ESA SIT
 
Respondiendo a Ana

Andrés
20/03/2013
18:06 h
10
 
Magnífico artículo.
 
Respondiendo a Andrés

Andrés
20/03/2013
12:32 h
9
 
Magnífico artículo.
 
Respondiendo a Andrés

Mercedes
20/03/2013
12:32 h
8
 
Pienso que hay que tener mucho cuidado, y no estoy del todo de acuerdo con el artículo, creo que no hay que generalizar y pertenezco a una iglesia pentecostal, porque efectivamente y como dice mi pastor, el culto no es un sitio de 'entretenimiento', ni hay que juzgar la presencia de Dios solamente por emociones, porque donde hay dos o tres reunidos ahí está el Señor. La Palabra debe ser siempre la que use el predicador para enseñarnos más y aprender más y no se debe sustituir por 'otras cosas' ni tampoco dejar de predicar todo, lo que nos gusta o lo que no nos gusta.
 
Respondiendo a Mercedes

Noemi Sanchez Tena
20/03/2013
18:06 h
7
 
Bien dicho, Ruben. Yo haria la lista aun mas larga, incluyendo la ropa que nos ponemos para reunirnos como iglesia, el orar en voz alta (una pesadilla para los timidos), el tener que ser correctos politicamente (lo que descarta seguir la Biblia literalmente), etc., etc. Mi padre, predicador toda su vida, se lamentaba de la falta de preparacion de los predicadores de hoy en dia y de la carencia de cuidado pastoral (visitas entre semana). Espero que los cristianos vuelvan a sus raices y a ser radicales. Recomiendo el libro de John Stott que trata este tema.
 
Respondiendo a Noemi Sanchez Tena

MArta
20/03/2013
09:45 h
6
 
En sí, me gustó el artículo, buena definición de lo que ocurre mayormente en nuestras iglesias. Se ha pasado al culto espectáculo y al entretenimiento de la semana, al 'voy a ver que me ofrecen' en vez del 'que puedo ofrecer a Dios y a mis hermanos'. Mucha actividad y pocas nueces.
 
Respondiendo a MArta

Pablo
20/03/2013
09:45 h
5
 
Entiendo que la música en un culto puede ser errónea si se lleva a un mero espectáculo, si tratamos que haya grupos Hillsongs en cada culto para poder tener un cumulo de sentimientos mayor. Pero entiendo la alabanza como parte fundamental igual que el sermón expositivo. Hoy en día la gente se centra en recibir, cuando el culto está para dar gratitud al señor, servir al señor. Con la Biblia delante entiendo el culto como reunión de gratitud al señor, en compañía de mis hermanos. Entendiendo que el verdadero evangelio se vive de Lunes a Sábado, en el trabajo, con los vecinos, con los amigos del fútbol, etc. Y el domingo es simplemente un acto de gratitud y alabanzas a Dios, y escuchar su pa
 
Respondiendo a Pablo

Esther Troitiño
20/03/2013
09:45 h
4
 
No conozco a Rubén Gómez, pero quiero agradecerle desde aqui por compartir esta clara y contundente exposición que comparto en su totalidad. Que Dios le bendiga hermano, y que Él nos ayude a mantenernos fieles y con la mirada centrada en CRISTO JESÚS, en medio de este mundo que tanta influencia tiene en nosotros. Qué triste !!!!.
 
Respondiendo a Esther Troitiño

antonio
20/03/2013
09:45 h
3
 
Cuanta razón tienes Rubén. Un abrazo.
 
Respondiendo a antonio

Fer Pereira L.
20/03/2013
09:49 h
2
 
Muy interesante artículo...saludos!
 
Respondiendo a Fer Pereira L.

20/03/2013
20:04 h
1
 
TODO LO EXPUESTO EN ESTE ARTÍCULO ES LA REALIDAD CONTEMPORÁNEA ...!
 



 
 
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