“La educación es un proceso de plantar y cosechar. Es como una semilla. Las ideas que son sembradas en un pueblo crecerán en el transcurso de los años y producirán fruto, manifestándose en cada aspecto de la vida personal, social, política y económica. Por esto es que la filosofía de las escuelas de una Generación, será la filosofía del gobierno de la siguiente generación”.[i]
América Latina es una de las regiones con mayores problemáticas de desigualdad socioeconómica a nivel mundial. De acuerdo a múltiples expertos
[ii], una de las causas sustanciales y estructurales es la baja calidad de educación, la falta de acceso a oportunidades de capacitación especializada y la escasa innovación científica y tecnológica que produce el subcontinente ante las demandas del sistema del mundo del siglo XXI.
Desde la década del ‘90 y tras las nuevas configuraciones en el mapa geopolítico global, la gran pregunta fue:
¿Cómo articular un sistema de educación que atienda a las variables que promuevan no sólo un crecimiento económico sino que además apunten a un desarrollo social que repercuta en todas las dimensiones de la ciudadanía?
Tras una etapa de ajustes del sistema económico de libre mercado en la región (Consenso de Washington, 1990) se ha llevado a cabo un programa de
reformas a la educación, sostenidas en plataformas de acción economicistas, ajustadas al paradigma de hombre como
agente de producción; en la medida que se han superpuesto las actividades profesionales ligadas a la lógica de mercado, se han menoscabado las artes, las humanidades y lo referente a gestar una visión holística de la educación en donde se busque formar al hombre considerándolo un ser que tiene espíritu, alma y cuerpo.
Los resultados de las “reformas” probablemente han conseguido el propósito de adecuar a la educación a un mecanismo económico hegemónico. Sin embargo los resultados “espirituales” y en la calidad humana de los estudiantes no han sido los mejores. Las cifras muestran que el 25 % de los niños latinoamericanos sufre o ha sufrido bullying
[iii] (Chile es el país que lidera la lista). La maternidad adolescente también es una situación preocupante en la región: en 2004, 76 de cada 1.000 adolescentes entre 15 y 19 años de edad tuvieron un hijo, cifra solo superada por África (103 por mil) y bastante más alta que el promedio de otras regiones
[iv].
América Latina es la región del mundo con mayor índice de homicidios de jóvenes entre 15 y 24 años. El informe RITLA señala que "
las elevadas tasas de homicidio entre los jóvenes de América Latina duplican las africanas, triplican las de América del Norte y son muy distantes de las de Europa. La probabilidad de que un joven latinoamericano sea víctima de un homicidio es 70 veces mayor que las de los jóvenes de países como Grecia, Hungría, Inglaterra, Austria, Japón o Irlanda"
[v].
Podríamos continuar especificando múltiples problemáticas de orden
socio-espiritual como los índices de suicidios, depresión, drogadicción y alcoholismo juvenil, la pérdida de autoridad y de respeto, los altos indicadores de delincuencia, pobreza y cesantía juvenil, y otros que acompañarían la larga lista que son parte de la “crítica realidad” de muchos estudiantes latinoamericanos.
El misionólogo David Bosh apunta magistralmente al indicar que la Iglesia siempre ha requerido del aparente fracaso y del sufrimiento para tomar conciencia de su naturaleza verdadera y su misión
(Hch 8:1)[vi]. Démonos cuenta de que encontrarnos en crisis implica la posibilidad de llegar a ser verdaderamente la Iglesia (Bosh, 2000:17).
Una oportunidad para emprender una transformación
En relación al contexto mencionado, observamos las siguientes oportunidades que se brindan a la Iglesia ante la actual crisis en la educación latinoamericana:
- Asentamiento del ministerio de la Educación en la creatividad
La educación siempre ha sido un tema importante para Dios
(Dt.4:9). Lo extraño es que, para la Iglesia en general, educación solo se reduce a llegar a edificar una “escuela evangélica”, que tiene un rimbombante nombre bíblico pero que funciona exactamente igual que el resto de las escuelas humanistas del país.
Otra forma de reducir
educación se enlista a un paradigma de “escuela dominical” (data su formato del siglo XIX), el cual versa únicamente en una charla
expositiva, que en ningún caso incluye metodologías de aprendizaje situadas en la experiencia y en la aplicación de las palabras de Dios en situaciones tanto cotidianas como profundas de la vida de un cristiano.
Es urgente que se levanten equipos de maestros y educadores, capaces de asentar el ministerio de la educación desde la Iglesia hacia la ciudad, estableciendo una conexión y una multiformidad de estrategias creativas que llenen del conocimiento de Dios a las generaciones que gobernarán prontamente. Se requiere la sabiduría del reino de los cielos y determinación para impulsar proyectos educativos, currículos, metodologías de aprendizaje, espacios para la comunidad escolar, entre otros, que se obtengan desde la imagen del creador.
- Sanando las generaciones de la tierra
Si existe crisis en los adolescentes y niños por causa de la falta de identidad es porque primeramente existe una crisis en la familia, siendo más específico, en la paternidad. La orfandad y el rechazo han dado a luz, en estos últimos años, generaciones inestables, sin propósito, rebeldes y con un corazón endurecido por las heridas y traumas que les alejan más de quiénes son ellos mismos y de quién es su Padre celestial. El profeta Malaquías
(4:6) declara que Dios “
hará volver el corazón de los padres hacia los hijos, y el corazón de los hijos hacia los padres, no sea que yo venga y hiera la tierra con maldición”. La tierra es asolada y maldecida cuando existe rebelión entre padres e hijos.
Esta generación clama por encontrar su identidad en el Padre celestial.
La crisis de la educación es una oportunidad para que los actores de la educación asuman un rol sanador sobre las simientes que vendrán a luz en los próximos años. El rol docente, desde una perspectiva de Reino, debe ser abordado bajo un paradigma bíblico que imprime tanto la formación intelectual como la formación espiritual. A fin de instruir al “
niño en su camino”, en el diseño por el cual fue formado, la sanidad del alma también es parte de la formación, por tanto el desafío es la elaboración de estrategias que logren alcanzar este objetivo no sólo transversal sino, además, fundamental.
- Gestando una transformación en la comunidad
La educación es una puerta para emprender profundos cambios en cualquier ámbito de la sociedad. Lo ha sido desde siempre. El asunto es comenzar un proceso de micro reformas en la visión de comunidad no solo local sino también hacia lo global que, hasta el momento, se ha circunscrito a un diseño de educación contemporánea basada en la filosofía posmoderna que resalta al relativismo moral y al materialismo como fin último.
La educación del Reino de Dios debe integrar su dinámica, que no consiste solo en palabras sino en poder transformador que repercute en todo el quehacer educativo, a fin de gestar una transformación en su comunidad. Las obras
mayores (Jn 14:12) nos aguardan. Quien gobierne la educación, gobernará sobre la próxima generación.
Javier Castro A. – Historiador - Chile
[i]Stephen McDowell y Mark Beliles (2002:44) [ii]Véanse los informes de CEPAL 2010 (www.cepal.org), y el texto “Declining Inequality in Latin America aDecade of Progress? Latin America,Global Poverty,Development,Developing Countries,Global Economics, Luis Felipe López-CalvaandNora Claudia Lustig, eds., Brookings Institution Press and United Nations Development Programme 2010. [iii] Véase, http://www.infobae.com/notas/580584-Un-25-de-los-ninos-de-hasta-18-anos-de-America-Latina-sufre-el-bullying.html [iv] Véase http://www.eclac.org/dds/noticias/desafios/1/27871/desafios_4_esp_Final.pdf [v] Véase, http://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-4687943 [vi] El autor recomienda la lectura reflexiva de los textos bíblicos que se citan, con el propósito de lograr una mejor comprensión del artículo.
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