Muchos de los seres que hasta ahora hemos asumido como inferiores demuestran, en ciertos ámbitos, tener capacidades y habilidades que les permiten actuar de forma bastante más inteligente que nosotros. Esta consideración se ha dado así especialmente desde que dejó de considerarse la inteligencia simplemente como un coeficiente intelectual que medía la capacidad académica para convertirse en una variable que pone de manifiesto muchas otras posibilidades y matizaciones más allá de lo puramente intelectual.
Hoy no se habla tanto, entonces, de inteligencia en términos generales, sino más bien de aptitudes o de múltiples inteligencias, lo cual arroja bastante más luz sobre el tema y nos hace entender cuestiones que el anterior enfoque no nos dejaba ver.
Sobre la dichosa comparación humanos-animales, para los creyentes debería estar bastante claro:
el hombre y la mujer son diferentes al resto de los animales, sí, y por muchas razones, pero están alejadas del foco del debate que hasta ahora se ha tenido.
Aprovechando la cobertura, y aunque no es nuestro tema hoy, aprovecharé para dar, al menos tres razones que considero de peso para justificar el papel que el ser humano tiene en la creación, muy al margen del debate sobre la inteligencia:
- El ser humano es hecho a la imagen del mismo Dios, lo que marca una diferencia con el resto de los animales
- Dios en primera persona le sitúa al frente de Su creación para que se enseñoree de ella, como vemos en los primeros textos del Génesis
- El Señor dota a las personas de la posibilidad de tener una relación personal con Él y pone todos los medios posibles, incluso el sacrificio del propio Hijo de Dios, para que ese plan sea viable debido a la separación que el pecado impone, algo que no ha sucedido respecto al resto de criaturas.
Si nos fijamos, ninguna de estas razones se sostiene sobre las capacidades del hombre y mucho menos sobre su inteligencia sino, en todo caso, sobre las que Dios ha tenido a bien otorgarle, algo que encaja de pleno con el enfoque Bíblico. Pero, volviendo al asunto del que partíamos, la Palabra nos muestra algo más acerca de la inteligencia que, por supuesto, no se tiene en cuenta desde los estudios seculares al respecto.
Como ya comentamos líneas atrás, la inteligencia pasó de considerarse un concepto unitario reducido a un coeficiente intelectual para empezar a verse como un conjunto de aptitudes que explicaban por qué las personas éramos capaces de desarrollar acciones inteligentes, efectivamente, pero en áreas distintas. Por decirlo de otra manera,
no todos hacemos todo igual de bien ni tenemos las mismas habilidades, pero no por ello podíamos decir que unos estaban dotados de inteligencia y otros no. Así comenzó la andadura hacia lo que hoy entendemos por inteligencia, una serie de capacidades, todas ellas usadas como medio para alcanzar un determinado fin, pero que se ponen de manifiesto de forma diferente en las distintas áreas.
Algunos tienen aptitudes lingüísticas, o matemáticas, otros para la percepción espacio-temporal, otros para el razonamiento abstracto…
y así prácticamente de forma indefinida incluyendo, por ejemplo, áreas tan de moda como la de los sentimientos, dando forma a un concepto absolutamente aceptado ya como es el de inteligencia emocional.
Éste tipo de inteligencia tiene que ver con la capacidad para distinguir emociones, saber expresarlas, recibirlas, gestionarlas adecuadamente para uno mismo y para el medio en que el individuo se desenvuelve y se ha relacionado directamente con la posibilidad real de las personas para conseguir éxitos a todos los niveles adoptando, incluso, mayor peso en muchos de ellos que la propia inteligencia académica. Esto explica que haya, por ejemplo. estudiantes brillantes a los que, por sus comportamientos semi-autistas les costará mucho desenvolverse en la vida y, al revés, personas con poca o nula capacidad académica pero que son capaces de orientar su vida de forma más que beneficiosa para él o los demás, alcanzando las metas que se propone. Este concepto está, por tanto, especialmente relacionado con otros similares, como la competencia social y con lo que se ha llamado inteligencia exitosa.
Ahora bien, arrojemos algo más de luz acerca de la inteligencia en campos nada explorados por los estudiosos de este tema a nivel psicológico. Cuando nos acercamos al enfoque bíblico nos topamos con una nueva idea: la de la inteligencia espiritual, que tiene que ver con el conocimiento de Dios y Su voluntad y que lleva consigo “agradarle, llevar mucho fruto y crecer aún más en ese conocimiento” (palabras del Apóstol Pablo en
Colosenses 1:9-10). Aparece este concepto en esa misma carta contrapuesto a otra idea relacionada con el asunto y refiriéndose a lo que éramos antes de conocerle: “enemigos en nuestra mente”. Y es que, aunque para muchos la Biblia sea un libro extraño y ajeno a la vida cotidiana del hombre, a poco que uno empiece a acercarse con cierto detenimiento e interés descubre ante sí que sobre muchos de los temas de estudio hoy la Palabra ya se pronunció en el pasado, aunque con énfasis distintos, desde luego.
Este es uno de esos casos. Lo que algunos estudiosos consideraron como inteligente, otros lo desestimaron en cierta medida por considerar que no lo era suficientemente o, al menos, de forma completa. Pero a la luz de lo que Dios revela en su Palabra, estas concepciones de inteligencia desde el punto de vista humano tampoco son suficientes, ya que nos cumplen con el objetivo primordial de Dios respecto al hombre: su reconciliación con Él. En el evangelio de Lucas (
12:16-22) se nos hace un retrato no muy alejado de lo que podría ser la vida de todos nosotros, orientada hacia nuestros propios objetivos aquí y ahora, hacia nuestros propios éxitos (lo que los humanos consideramos inteligente hoy). La consecución de nuestras metas inmediatas, sin embargo, queda muy lejos del propósito último de Dios para nosotros, trascendente más allá de nuestra vida aquí. Y el protagonista de esta historia expuesta en Lucas, alguien rico preocupado por sus bienes aquí, es considerado necio al dedicarse exclusivamente a lo que sus ojos humanos alcanzan a ver, pero obviando lo que hay más allá y que le haría inteligente espiritualmente, garantizar qué será de su vida en mayúsculas cuando le sea requerida. Y se le llama necio.
(“Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto, ¿de quién será? Así es el que hace para sí tesoro, y no es rico para con Dios”. Lucas 12:20-21)
Desde luego, como Dios mismo expresa, nuestros caminos no son Sus caminos, ni nuestros pensamientos Sus pensamientos (
Isaías 55:8), pero el ejercicio de esa inteligencia espiritual sigue siendo un llamado de Dios a Sus criaturas para una reconciliación de consecuencias eternas.
El conocimiento de Cristo es la esencia misma de esa inteligencia, el corazón mismo de Dios, pero para muchos sigue siendo, simplemente, locura, necedad y la peor de las opciones posibles. ¿Qué puede haber más inteligente que volverse hacia el Creador, aun cuando el mundo lo considera locura? Y es que, a la luz de estas realidades, aún cuando no las podamos tocar de manera tangible ahora, todos tendremos que dar cuentas de nuestros actos y de nuestras acciones, inteligentes desde el punto de vista humano o no. Y si lo que muestra la Palabra de Dios es cierto (que así lo creo), que está establecido que el hombre muera una vez y después de esto, el juicio, ¿cuántas de nuestras decisiones en este mundo se sostendrán de pie por ser verdaderamente inteligentes a la luz de lo que Dios demanda?
Comentábamos al inicio la exposición del Apóstol Pablo sobre la inteligencia espiritual y terminamos considerando otras de sus conclusiones a este respecto, absolutamente frontales a lo que los supuestos sabios espirituales de la época (los judíos) y los más entendidos a nivel humano (los griegos) promulgaban.
La pregunta es ¿coinciden con las tuyas?
“Porque la palabra de la cruz es locura a los que se pierden; pero a los que se salvan, esto es, a nosotros, es poder de Dios. Porque los judíos piden señales, y los griegos buscan sabiduría; pero nosotros predicamos a Cristo crucificado, para los judíos ciertamente tropezadero, y para los gentiles locura; mas para los llamados, así judíos como griegos, Cristo poder de Dios, y sabiduría de Dios. Porque lo insensato de Dios es más sabio que los hombres, y lo débil de Dios es más fuerte que los hombres.1 Corintios 1
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