Hace unos días me llamaron representantes de los desplazados, para invitarme a visitarles y conocer directamente su situación. La información que tenía, a través de algunas notas periodísticas, es que el 26 de junio tuvo lugar un enfrentamiento entre católicos tradicionalistas (identificados con el candidato del Partido Revolucionario Institucional a la presidencia municipal de Zinacantán, que incluye a Nachig), y los evangélicos que respaldaban a un integrante del Partido de la Revolución Democrática para el mismo puesto.
Lo que me hizo viajar a Chiapas fue que prometieron proporcionarme información clara y contundente acerca de que
el diferendo político tenía raíces y orígenes de intolerancia religiosa por parte de los católicos tradicionalistas.
Los representantes de los refugiados comenzaron por mostrarme pruebas de que
no hubo tal enfrentamiento en el contexto de campañas políticas, sino agresión contra ellos por parte de los priístas. Ésta última era la conclusión de una larga cadena de hostigamientos, persecuciones, golpizas y daños contra sus propiedades; mientras que sus agresores siguen viviendo en Nachig y las autoridades gubernamentales de Chiapas se concretan a organizar mesas de diálogo y con su inacción fomentan la impunidad.
La primera impresión fue impactante. Me condujeron a la periferia de San Cristóbal de Las Casas, al barrio San Antonio del Monte. Ahí se localiza el templo evangélico Príncipe de Paz, donde están refugiados, en condiciones muy adversas, la mayoría de los casi quinientos mujeres y hombres evangélicos que temen por su integridad.
Representantes de las siete iglesias protestantes de Nachig iniciaron el recuento de los ataques recibidos. En cierto momento dejaron que llevara la voz principal de la narración José Sánchez Pérez, integrante de la Iglesia Jesús es el Camino.
Conforme iba escuchando su pormenorizado relato supe por qué él tiene la calidad de vocero de todos los desplazados. Es la memoria, el libro parlante, de la comunidad evangélica de Nachig. Sabe a la perfección, fechas, nombres de agresores y agredidos, instancias ante las que han denunciado los ataques a sus derechos humanos y constitucionales, quiénes y qué lesiones han sufrido. Conforme José Sánchez hablaba, otros líderes apoyaban sus dichos con copias de documentos.
Al oír a José Sánchez Pérez recordé el final de
Fahrenheit 451, la novela de Ray Bradbury, donde al final de la obra confluyen varios personajes que se han aprendido de memoria, cada uno, algún libro para preservarlo de quienes buscan desaparecer, por medio de las llamas, valiosos volúmenes de la historia y el pensamiento humanos.
Mientras la de Bradbury es una ficción, el caso Nachig es flagrante realidad, donde la función de José Sánchez Pérez tiene que ver con guardar el memorial de agravios para que sus perseguidores ya no quemen, como lo han hecho, a más evangélicos.
Ocupado en documentar las experiencias de los asilados en San Cristóbal de Las Casas, a lo que debe sumarse que por la diferencia horaria entre México y España casi me alcanza el cierre editorial de
Protestante Digital, debo concluir mi escrito.
En las siguientes entregas me ocuparé de los orígenes, desarrollo y estado actual de la intolerancia religiosa infligida a los evangélicos de Nachig.
En tanto comparto (insertadas en este artículo) algunas imágenes de los refugiados (*), que pude fijar por la anuencia de la comunidad desplazada. Porque
los indígenas chiapanecos, en este caso tzotziles, son muy reacios a dejarse fotografiar. Pero tuve la oportunidad de hacerlo porque ellos y ellas quieren que en otros lugares se conozca su historia.
MULTIMEDIA
Diego Acosta García
entrevista al periodista y defensor de los derechos humanos en México Oscar Moha, sobre la situación de persecución a los evangélicos en Chiapas.
(*)
La autoría de las fotos de las personas desplazadas es de Carlos Martínez García
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