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Participación de Monsiváis en actos protestantes

Carlos Monsiváis: escenas de temor (una) y amistad (muchas) (V)

Siempre encontró tiempo para aceptar nuestras invitaciones. Carlos Mondragón y el redactor de este escrito invitamos incontables ocasiones a Carlos Monsiváis para que participara en simposios, mesas redondas, presentaciones de libros, conversaciones con grupos pequeños y, particularmente, nuestros más o menos trimestrales tradicionales desayunos.
KAIRóS Y CRONOS AUTOR Carlos Martínez García 24 DE JULIO DE 2010 22:00 h

Varias de las conferencias a que invitamos a Monsiváis, y que él generosamente dio ante distintos públicos, quedaron grabadas en audio, capturadas en video, impresas en papel. El tema de esas exposiciones casi siempre tenía que ver con el origen, desarrollo y prospectiva del protestantismo mexicano.

También tocó invariablemente el tópico de la intolerancia contra los cristianos evangélicos, sobre todo la padecida por los indígenas. En no pocas ocasiones hizo referencias a su experiencia personal y familiar de pertenencia a la minoría protestante. Reiteraba lo escrito en su Autobiografía (escrita a los 28 años): “me correspondió nacer del lado de las minorías”, y saber, de primera mano, el significado de tal hecho en un país que invisibilizaba a los diferentes.

En el marco del Primer Encuentro Iglesias y Sociedad Mexicana: Relaciones Estado-Iglesia(s), 24 y 25 de enero de 1992, a Monsiváis le correspondió cerrar el evento. Su conferencia llevó por título “Tolerancia religiosa, derechos humanos y democracia”.

Habló de la intolerancia histórica sufrida por los protestantes, de los avances culturales contra el clericalismo y fundamentalismo católicos, de la inacción de las autoridades para hacer valer la libertad de cultos en todo el país. Pero también se dio tiempo para hacer observaciones críticas a un protestantismo mexicano que se encerró en sí mismo, y perdió capacidad para dialogar con su entorno social, cultural y político:
En el periodo 1950-1980, el protestantismo mexicano se repliega, de algún modo nulifica su pasado, vuelve ritual la asistencia a la marcha del 21 de marzo [natalicio de Benito Juárez, quien promulgó el 4 de diciembre de 1860 la Ley de Libertad de Cultos], que se va diluyendo, deja morir la protesta por las violaciones a los derechos humanos, etc., y se vuelve un protestantismo ahistórico, en el sentido de explicación de su origen, de discusión de su origen, y de reivindicación de logros y personajes con cualidades; el caso más notorio es Rubén Jaramillo [asesinado por elementos castrenses junto con familiares, el 23 de mayo de 1962], el pastor metodista y agitador agrario del estado de Morelos.(1)
Los protestantes, esta es una hipótesis que tal vez se me contradecirá, se dejaron conquistar por el status marginal, lo tenían, pero lo reivindicaron como la posibilidad de mantener la actitud religiosa que les fuera importante, esto hace que pierda el perfil histórico, en parte por la ignorancia (no es una ignorancia que sea privativa de los protestantes), la ignorancia respecto de la situación histórica es, digamos, una bendición o una maldición generalizada pero en esta pérdida se extravía la idea de lo que fue el protestantismo histórico. Se utiliza como única fuente de fe la Biblia, lo que en el sector rutinario tiene toda la razón, pero desde otro punto de vista empobrece la comprensión de lo que ha sido el desarrollo religioso, y también la pérdida de historia equivale a la pérdida de identidad. No de la identidad religiosa, pero sí de la identidad comunitaria y entonces pese al énfasis en las comunidades, lo cierto es que son comunidades de individuos más que comunidades claramente integradas, debido a la pérdida de identidad. Esta es una impresión que espero no me comprometa, porque quizás me convenzan de que no tengo razón.
En lo que podemos llamar una cierta evaluación informal de ese Primer Encuentro, Monsiváis nos confió su buena impresión por los trabajos presentados, el interés de los asistentes, el diálogo establecido con los mismos y su expectativa de ahondar en la organización de eventos similares.(2)

Un año después organizamos el Segundo Encuentro Iglesias y Sociedad Mexicana: Protestantismo, Educación y Cultura (12 y 13 de febrero de 1993). Con gusto aceptó Carlos Monsiváis participar nuevamente. Esta vez el tema desarrollado por él fue “Si creen distinto no son mexicanos, cultura y minorías religiosas”. Al principio de su exposición, Carlos insertó un testimonio:
En mi experiencia personal, y tengo que recurrir a ella porque por desgracia ésta sigue interponiéndose en mi visión del mundo (yo hubiera querido extirparla y ser completamente objetivo, pero tengo nombre y Registro Federal de Causantes, y todo eso me retrotrae a mi experiencia personal), la idea de lo cultural en las comunidades protestantes de los cuarentas en adelante (que es lo que puedo atestiguar) se restringía a unos cuantos sabios de cada comunidad, apasionados por los libros, y por las discusiones teológicas, y depositarios de todo lo que los demás no había leído. Tenían la comisión, no explicita, pero no por ello menos poderosa, de leer por todos, de reflexionar por todos, de saber quién era Orígenes, quien había sido Melanchton. Y a todos los demás les parecía suficiente que estos pocos dedicaran tiempo a la lectura. La mayoría, por el contrario, se conformaban sólo con la lectura de la Biblia, que iba de la memorización a la explicación reiterativa, y de la explicación reiterativa a la memorización.(3)
Por cierto que a Monsiváis, y por iniciativa de él, le tocó ser beneficiado en su adolescencia y juventud por la enseñanza de algunos de esos sabios que leían por todos. Recibió clases de Biblia por parte de Gonzalo Báez-Camargo.(4) Estudio detenidamente cada libro bíblico con los cuáqueros, y en ese círculo adquirió su decidido pacifismo.

En el Segundo Encuentro dijo distinguir, en el panorama cultural protestante, a cinco generaciones. Hizo caracterizaciones de cada una de ellas, y respecto de la quinta, la que comenzaba a ganar presencia y organización (como se evidenció en la convocatoria y realización del evento en que Carlos expuso sus ideas), externó que
Una quinta generación es un poco más crítica hoy día; con nuevas inquietudes y ganas de participar nacionalmente (aunque no es un fenómeno generalizado). Esto significa un cambio muy importante en algunos sectores del protestantismo, ya que representa un salto mental y cultural que debe ser valorado. En la actualidad hay interés por la historia, por hablar desde una corriente, desde una actitud cuya validación es su persistencia.
Finalizó su intervención contextualizando la presencia del protestantismo en una sociedad mexicana crecientemente plural. Pluralización que, por otra parte, en buena medida se debe a la persistencia de creyentes que defendieron su derecho a elegir y reproducir su nueva creencia.
Quiero terminar subrayando el hecho de que el protestantismo es legítimo porque ha persistido legalmente. Acrecienta su legitimidad porque la diferencia ya es legítima y cada vez más aceptada socialmente; aunque para llegar este punto el protestantismo ha pasado por una batalla muy larga. Finalmente, la sociedad tendrá que convencerse de lo evidente: la diferencia es el sustento de la pluralidad en todos los ámbitos de la vida social.
Son muchas las escenas que podríamos compartir sobre el apoyo dado por Carlos a los proyectos de los que esbozamos sus primeros trazos en los desayunos/tertulias que tuvimos con él.(5) Detallar los mismos, así como exponer aquí más participaciones de él en mesas de discusión que organizamos, nos llevaría un espacio muy considerable. Dejamos en el tintero/teclado bastantes de esos momentos.

En el 2008, cuando Carlos cumplió 70 años, diversas instituciones organizaron múltiples actividades para celebrar el acontecimiento. Consideramos que desde la comunidad protestante/evangélica, por lo menos desde un sector de ella, debíamos sumarnos a la celebración y al reconocimiento por la obra de Monsiváis a favor de los derechos de las minorías religiosas. De nueva cuenta fue compartiendo viandas con él que le hicimos saber que se le otorgaría la primera edición del Premio de Derechos Humanos Miguel Caxlán.

Ya que entre la extensa falta de registro de atrocidades cometidas contra las minorías en México, las infligidas a los protestantes son de las más invisibilizadas, consideramos que la excepción a la anterior regla la representaba muy bien Monsiváis. En su extensa y variada obra, hay un reiterado esfuerzo por ir contra esa corriente que simplemente ni ve ni oye la discriminación, la violencia simbólica y física de que han sido objeto los indios e indias protestantes.

En la investigación que realicé y la publicación del caso de Caxlán tuvo parte fundamental un comentario que me hizo Monsiváis cuando verbalmente le describí cómo había sido el asesinato del personaje. Fue por eso que en el prefacio del libro respectivo dejé constancia del estímulo que representó el “empujón” que me dio para rescatar la historia del líder indígena protestante.

Incluí en ese prefacio aseveraciones de Carlos Monsiváis sobre el valor de no dejar en el olvido historias de precursores que allanaron el camino de los derechos para los demás. Porque es cierto que “Ninguna historia nacional lo cubre todo, pero en la visión histórica a nuestro alcance lo omitido o ni siquiera registrado es abrumador… Y tampoco se acepta lo histórico de la lucha a favor de los derechos humanos y contra la intolerancia, como no se registra el genocidio por acumulación, ejercido contra los protestantes… Como se quiera ver, el mero registro público de una matanza es un espacio ganado a la impunidad que ha invisibilizado sus crímenes. Por supuesto, la impunidad todavía prevalece y muchos de sus grandes crímenes son económicos, pero si se minimiza lo avanzado se le reduce todavía más. En la lucha contra la impunidad ningún adelanto es insignificante, así como ninguno es todavía permanente. Hace falta la historia de las luchas y el destino de los heterodoxos mexicanos del siglo XX, [como la de] los protestantes (la segregación bárbara, los linchamientos de todo tipo y la terquedad en el ejercicio de su fe)”.(6) Y precisamente de lo último trata mi intento por registrar el martirio de Miguel Caxlán: de su segregación bárbara (por parte del tradicionalismo caciquil chamula y las autoridades gubernamentales que lo dejaron en el desamparo), el linchamiento simbólico y físico de que fue víctima, y de la obstinada defensa de sus creencias.(7)

Un muy emocionado Carlos recibió el reconocimiento en un acto que tuvo lugar el 29 de agosto de 2008, en la capilla del Seminario Teológico Presbiteriano de México. Los otorgantes fueron el Centro de Estudios del
 
Protestantismo Mexicano, Comunidad de Estudiantes Cristianos, Fraternidad Teológica Latinoamericana-México, Editorial Cajica y la institución que albergó el acto.

En el documento recibido por Carlos, al término de su exposición que levantó entusiastas aplausos de los asistentes, se refleja la causa por la que se le distinguió: “Por su continua defensa de los derechos de las minorías religiosas, particularmente de la comunidad protestante evangélica. El reconocimiento lleva el nombre de Miguel Caxlán como un recordatorio y homenaje al líder histórico indígena chamula protestante, quien fue atrozmente asesinado (24 de julio, 1981), por los caciques tradicionalistas de San Juan Chamula, Chiapas”.

Doy fe de que durante toda la ceremonia, que incluyó himnos interpretados por el coro del Seminario Presbiteriano, lecturas bíblicas, semblanza de Miguel Caxlán (a mi cargo), palabras de Carlos Mondragón y discurso de Monsiváis; “se vio [al escritor] al punto de las lágrimas”. Porque sólo él sabía el significado profundo de “que protestantes le [reconocieran] lo que incondicionalmente él ha hecho por el protestantismo, y en general por toda minoría religiosa, en defensa de la libertad de creencias, en su postura crítica contra la persecución y la intolerancia religiosa”.(8) Nuca antes lo había visto tan conmovido.



1) Para una idea sobre las causas defendidas por Rubén Jaramillo y sus seguidores, ver Tanalís Padilla, “Rubén Jaramillo: el muerto incómodo”, La Jornada, 19 de mayo de 2007.
2) Las ponencias fueron recogidas en el libro Las iglesias evangélicas y el Estado mexicano, Casa Unida de Publicaciones, México, 1992.
3) Texto completo en Carlos Monsiváis y Carlos Martínez García, Protestantismo, diversidad y tolerancia, Comisión Nacional de los Derechos Humanos, México, 2002, pp. 29-34.
4) Una semblanza del personaje la proporcionamos en los números 234 y 235 de Protestante Digital.
5) Algunos pormenores de uno de tales encuentros en Protestante Digital número 212.
6) Entrevista de Bolívar Echeverría con Carlos Monsivaís, “El breve siglo veinte mexicano”, Contrahistorias, marzo-agosto de 2005, núm. 4, p. 44.
7) Carlos Martínez García, El martirio de Miguel Caxlán: vida, muerte y legado de un líder chamula protestante, Editorial Cajica, Puebla de Zaragoza, 2008.
8) Jaime Hernánde Ortiz, “Por su defensa de las minorías religiosas, un reconocimiento para Carlos Monsiváis”, La Jornada-Jalisco, 1º de septiembre de 2008.



Artículos anteriores de esta serie:
 1Cómo conocí a Carlos Monsiváis 
 2Monsiváis y la Biblia Reina-Valera 
 3Protestantismo, diversidad y tolerancia según Monsiváis 
 4Monsiváis y los himnos protestantes 
 

 


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