Para qué enredarte en contiendas. ¡Ponte a disfrutar de tu solaz!
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Sé leal aunque desfallezcas, aunque viertan en tus oídos palabras zalameras u ofrecimientos con anzuelo.
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Has visto disciplinadores que, con urgencia, necesitaban ser disciplinados.
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No te adiestres para el embuste.
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Cuánta contradicción en lo referente a economía y crisis. Unos cuantos expertos analizan, pronostican, recomiendan ajustes… por mucho dinero, que, en definitiva, sale del dinero (o esfuerzo) de los que padecen la crisis. Crisis, por cierto, que es resultado (en gran medida) de anteriores recomendaciones y/o silencios interesados de esos mismos expertos.
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Telaraña de miel son tus abrazos. Prevalece el deseo de quedarme ahí, aprisionado para siempre.
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¿Qué amigo, hermano o lector no tiene una idea, al menos vaga, de lo que significa ser un Quijote por la vida? Pero no caigamos en los tópicos frecuentes, en esas bromas donde se ridiculiza al Caballero de la Triste Figura, al perdurable personaje creado por la imaginación de Miguel de Cervantes, nuestro referente en cuanto a la trascendencia de la obra literaria y a su repercusión en el idioma mismo.
Cervantes no hace trajinar aventuras al Quijote por los campos de esta Castilla La Vieja donde me vivifico desde hace cinco lustros, sino por la otra Castilla, esa Nueva de entonces. Pero bien que tenía presente a la Salamanca de los Saberes, a la Universidad y a la ciudad del Tormes. En otra obra suya,
El Licenciado Vidriera, el genial escritor empieza así: “Paseándose dos caballeros estudiantes por las riberas de Tormes, hallaron en ellas, debajo de un árbol durmiendo, a un muchacho de hasta edad de once años, vestido como labrador….”. Más adelante se encuentra la cita que constantemente se repite en esta dorada ciudad: “Salamanca, que enhechiza la voluntad de volver a ella a todos los que de la apacibilidad de su vivienda han gustado”.
Pero volvamos a lo primero, a ser Quijote por la vida. Ser no es lo mismo que parecer, resulta evidente. Hay personas que semejan ser Quijotes, pero lo cierto es que apenas tienen tiempo para pensar en los demás, pues lo suyo es lo primero y lo último. El Quijote piensa en su Dama, piensa en los Prisioneros, piensa en las Injusticias: cierto que parece como alejado de la realidad. Pero si se lee con detenimiento, si se analizan las acciones y los dichos de Alonso Quijano, muy seguro que nos encontraremos con un personaje demasiado profundo para el pensamiento débil de estos tiempos que corren.
Mejor ser auténtico Quijote que impostor encumbrado en cargos que le quedan demasiado grandes. Mejor ir por las afueras, donde están los mayores problemas y la gente que pasa necesidad, que ocuparse de solicitar o repartir prebendas. Y, cuando no se pueda ser Quijote, es perfecto ser como su fiel escudero, el orondo Sancho Panza, tan campechano, tan aparentemente burdo.
Escritores como Cervantes lo que hacen con sus obras magnas es donarnos un compendio imperecedero de la dimensión psicológica de los hombres, así cambien los tiempos. Por eso, tener prevención de los falsos Quijotes, más no de aquellos que abren los ojos.
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Muy mal lo está haciendo el presidente Zapatero. En política se tiene que estar preparado para dimitir cuando las riendas del Gobierno sólo sirven para azotar a los que menos tienen. Los otros entrarán y no habrá más lloriqueos suyos, más zarandajas: pontificaran hasta el absurdo. Mal y enmohecida está nuestra clase política. ¡Aprendieran a ganarse la vida sin entrar en cohechos, sin subirse los sueldos hasta cifras incomprensibles! Cierto que hay excepciones, pero se cuentan con los dedos de la mano.
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¡Salud porque sabes Amar sin que la vida se te caiga del alma!
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La madre nos refugia con su bondad inmaculada.
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Llueve este viernes de junio. Más que de otoño, parece un día invernal. El atardecer lo disfruto desde el balcón que da al río, el viento en la cara, escuchando el himno del agua.
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Pierden los laboristas en Inglaterra: entiendo que por la pésima gestión. Bien entonces que bajen a la calle. Conviene, tras excesivas poltronas, sentarse en sillas más corrientes. Pero entran los otros y, sin vergüenza alguna, una grande empresa española nombra Consejera “independiente” a la mujer del viceprimer ministro. Y él, Clegg (ciego), se jacta de respaldarla porque “cada uno tiene su carrera”. Me reiría, en el jardín de mi sosiego, si no tuviera tanto pesar por conocidos (y anónimos) en paro. La mujer del César… Pero quienes criticaban a los otros no critican a estos: ¡luego se quejarán, desde su pequeña moral!
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Con la creación la eternidad empezó a existir.
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