Como acompañante al artículo del grupo de Venter donde se anunciaba este logro, la misma revista (
Science) ha publicado un análisis de dos páginas, que se abre con un par de citas:
“Este es ´un momento definitorio de la historia de la biología y la biotecnología,´ dice Mark Bedau, un filósofo del Reed College en Portland, Oregón, y editor de la revista científica Artificial Life [Vida Artificial]. ´Representa un paso tecnológico importante en el nuevo campo de la genómica sintética,´ dice el biólogo de levaduras Jef Boeke de la Facultad de Medicina de la Universidad de John Hopkins en Baltimore, Maryland.”(1)
Esta cita es muy elocuente, mientras que el filósofo ensalza rimbombantemente este “momento definitorio” de la historia de la “biología y la biotecnología”, el experto en levaduras lo considera simplemente como un “paso tecnológico importante” en el campo de la “genómica sintética”. ¿Puede, pues, tener alguna ventaja biotecnológica sintetizar todo un genoma?
A la vista de lo que vimos en
el anterior artículo,
la pretensión de que este nuevo logro tecnológico va a ser la solución a una buena parte de los problemas de la humanidad, no parece más que una vana repetición de las promesas habituales que se nos hacen cada vez que se produce un nuevo avance científico (en muchos casos sin que tenga ninguna relación con el tema). Al menos resulta un alivio que, en este caso, y tal vez por tratarse de bacterias, no se nos ha vuelto a prometer la cura definitiva del cáncer, Alzheimer o la calvicie. Todas esas promesas rimbombantes, lo único que hacen, es enturbiar una brillante investigación de largo recorrido que se ha visto coronada por el éxito, y que es un homenaje tanto a la capacidad científica de este gran grupo investigador, como a la paciencia de sus promotores y la fortuna millonaria de Venter.
Por otro lado, las aplicaciones más realistas que proponen sus autores, como la fabricación de combustibles, productos químicos, limpieza de aguas, etc., se pueden conseguir sin necesidad de sintetizar todo un genoma en el laboratorio, simplemente introduciendo los genes necesarios para que las bacterias desarrollen esas funciones, algo en lo que se lleva investigando ya desde hace décadas.
Por desgracia, no han faltado también las habituales voces de los que se rasgan las vestiduras ante estas innovaciones biotecnológicas. Entre los más atrevidos, algún obispo católico se ha lanzado a afirmar, inmediatamente tras el anuncio del grupo de Venter, que: “En manos erróneas, esta novedad de hoy podría traer mañana un salto devastador hacia lo desconocido”.(2) Pero eso no debería sorprender demasiado. Hace unos años, el ahora Papa Benedicto XVI declaraba en una entrevista de Peter Seewald:
“Ahora presenciamos cómo los seres humanos empiezan a disponer del código genético, a servirse realmente del árbol de la vida y convertirse a sí mismos en dueños de la vida y de la muerte, a montar la vida de nuevo; desde luego es necesario prevenir de verdad al ser humano sobre lo que está ocurriendo: está traspasando la última frontera.
Con esta manipulación, un ser humano convierte a otro en su criatura. Entonces el ser humano ya no surge del misterio del amor, mediante el proceso en definitiva misterioso de la generación y del nacimiento, sino como un producto industrial hecho por otros seres humanos. Con ello queda degradado y privado del verdadero esplendor de su creación.
Ignoramos lo que sucederá en el futuro en este ámbito, pero de una cosa estamos convencidos: Dios se opondrá al último desafuero, a la última autodestrucción impía de la persona. Existen fronteras últimas que no debemos traspasar sin convertirnos personalmente en destructores de la creación, superando de ese modo con creces el pecado original y sus consecuencias negativas.”(3)
Aunque al principio no queda claro, al final del primer párrafo resulta evidente que se refiere a la vida humana; pero los paralelismos con la historia que aquí nos ocupa son claros, ¡especialmente con lo de “montar la vida de nuevo”! Resulta curioso traer a colación un pasaje de la
Crítica del juicio del insigne filósofo Immanuel Kant, que algunos han recordado a propósito de la biología sintética:
“Es, en efecto, absolutamente cierto que no podemos aprender a conocer de una manera suficiente, y con mayor motivo, a explicar los seres organizados y su posibilidad interior por principios puramente mecánicos de la naturaleza; y se puede sostener sin temor con igual certeza, que es absurdo para los hombres intentar semejante cosa, y esperar que algún nuevo Newton vendrá un día a explicar la producción de un tallo de yerba por leyes naturales, a las que no presida designio alguno; porque este es un procedimiento que se debe rehusar a los hombres en absoluto.”(4)
Por supuesto que Kant pretendía ahí defender la teleología, la idea de un diseño/Diseñador último en la naturaleza. No es éste el lugar para discutir cómo queda esa afirmación tras la entrada en escena del pensamiento evolucionista.(5) Lo que sí me llama la atención aquí es que, de paso que Kant afirma la idea de un diseño/Diseñador, niega la posibilidad de llegar al fondo de la maquinaria biológica de los seres vivos. Los biotecnólogos de hoy están en marcha para ocupar el puesto de “nuevos Newtons”.(6) Deberíamos aprender a no poner límites artificiales a la ciencia… ¡y menos aún argumentando que Dios intervendrá para imponerlos!
Desde el mundo secular, tampoco faltan quienes se han apresurado a anunciar ya consecuencias apocalípticas (como se anunció en su día en relación con la ingeniería genética y, más recientemente, con los organismos transgénicos).(7) Como era de esperar, los mitos literarios de “Fausto” y “Frankenstein” han vuelto a salir del baúl. Y, sin embargo, ¡esta tecnología no supone la creación de nuevas formas de vida más allá de las que se han estado creando en los últimos 30 años y pico! No se ha producido absolutamente nada nuevo (no hay nuevos genes o proteínas), y, por otro lado, la capacidad de modificar los genomas existe ya, y se utiliza rutinariamente, desde hace años, incluso con el genoma humano, en el caso de la terapia génica (que lleva a la introducción de nuevos genes en células de pacientes humanos). Y en cuanto a la eugenesia, mencionada también por algunos(8), esta investigación no tiene que ver nada con el diseño de la vida humana que, por otra parte, ya está disponible con otras tecnologías (elegir el sexo de los hijos, hacer selección de embriones por determinadas características, etc.). La preocupación que rodea algunas reacciones es totalmente desproporcionada y sin base. No se ha producido ningún salto cualitativo en la ciencia o en la biotecnología, tan sólo un salto cuantitativo (ahora se pueden diseñar cromosomas bacterianos mucho más grandes que los que anteriormente se manejaban). Antes se “manipulaban” los genomas (añadiéndoles/eliminándoles algunos genes), ahora se pueden “sintetizar” completamente. Independientemente de lo grande o pequeño que nos parezca conceptualmente este “salto”, la verdad es que para ello se han tenido que hacer algunos nuevos desarrollos tecnológicos; pero nada más.
Otra cosa es que la maquinaria propagandista de Venter tenga que sacar el máximo partido de 15 años de inversión, y él mismo contribuya a la exaltación de su último logro tecnológico (aunque a riesgo también de despertar los miedos y las críticas del público). No en vano Venter es un científico peculiar, a la caza de temas que puedan promocionar su figura públicamente, desde su desembarco en el proyecto genoma a finales de los 90, intentando patentar la información genómica humana (menos mal que la resistencia del consorcio público que llevaba una década ya trabajando en ello capitaneado por Francis Collins lo impidió), a la publicación de su versión del genoma humano finalmente en 2003 (que resultó ser el genoma del propio Venter, en un gesto un tanto ególatra), o a sus viajes altamente publicitados alrededor del mundo en yate recogiendo muestras para secuenciar y descubrir así nuevos organismos (algo que se viene haciendo desde hace años, y se sigue haciendo, por numerosos investigadores, sin semejante publicidad mediática). En cualquier caso, la polémica no hará más que incrementar la publicidad de Venter y su compañía.
Dejando al margen todas las exageraciones e inexactitudes, es posible que sí haya aplicaciones interesantes de esta nueva tecnología. Volviendo a la idea original de Venter del genoma mínimo, se podría construir un genoma bacteriano optimizado, con únicamente aquellos genes necesarios para su existencia, más los necesarios para las funciones biotecnológicas que queramos. Otra cosa será que toda esta “optimización” merezca la pena y dé resultados útiles. Tal vez la aplicación más realista sería la obtención de unas bacterias con un genoma sintético “de diseño” (frente a las que mantienen un genoma natural) que pudieran servir de plataforma biotecnológica en la que insertar los genes necesarios para las funciones biotecnológicas de interés. Semejante plataforma produciría proteínas de interés biotecnológico con un mayor rendimiento, requiriendo menos energía y produciendo menos impurezas (que es necesario separar del producto).
En esa bacteria “ideal”, sería posible eliminar toda una serie de genes innecesarios (e incluso perjudiciales) desde el punto de vista biotecnológico: genes virales integrados en el genoma y genes móviles que pueden saltar inactivando otros genes o pasar a otras bacterias; genes tóxicos asociados a la patogenicidad de la bacteria; genes específicos para sobrevivir en ambientes determinados y condiciones particulares que no tienen que ver con las condiciones “industriales”; genes “redundantes” no imprescindibles; genes para proteínas reguladoras y de respuesta al “stress”, que ya no serían necesarios en condiciones ambientales industriales óptimas para el cultivo de esas bacterias; etc. Un genoma mínimo ideal debería eliminar los elementos mutagénicos que dan inestabilidad al genoma; pero retener aquellos genes que garanticen la estabilidad de la célula (genes capaces de producir proteínas que reparen/estabilicen el genoma). De hecho, otros investigadores han eliminando específicamente sólo los genes innecesarios/perjudiciales ya conocidos, para reducir en un modesto 15% el genoma de la bacteria más común en el laboratorio,
E. coli, con resultados muy positivos (este genoma es unas nueve veces mayor que el de
Mycoplasma genitalium con el que ha trabajado el grupo de Venter).(9) Una diana alternativa es la bacteria
Mesoplasma florum, cuyo genoma es un poco mayor que
Mycoplasma genitalium; pero con la capacidad de crecer tan bien como
E. coli, y sin problemas de bioseguridad (no es un patógeno humano).(10)
Bacterias de este tipo, “optimizadas” y bien estudiadas, podrían ser de interés no sólo para la producción de sustancias biológicas, sino también para su uso como vacunas o vectores de terapia génica más “seguros” que las bacterias naturales. El propio Venter no ha dejado pasar estas oportunidades, y parece que sus anuncios de aplicaciones futuras de esta tecnología no son solamente especulaciones:
“El JCVI [Instituto J. Craig Venter] está trabajando en dos proyectos basados en esta tecnología: uno en colaboración con ExxonMobil para fabricar algas sintéticas que capturen dioxido de carbono y produzcan combustible, y otro proyecto con los Institutos Nacionales de Salud y Novartis para producir vacunas. Según Venter, «la primera aplicación a nivel mundial puede llegar ya en el próximo año».”(11)
La idea aquí es que los investigadores del JCVI/Synthetic Genomics desarrollarán algas fotosintéticas que serán capaces de convertir de forma muy eficiente CO2 y luz solar en “bio-aceites” (algo que ya hacen de por sí; pero no de forma suficientemente “eficiente” desde el punto de vista industrial). ExxonMobil espera poder transformar los bio-aceites de algas en combustibles que puedan usarse por los motores actuales. Para ello, ExxonMobil anunciaba en 2009 su plan de invertir más de 600 millones de dólares en este proyecto.(12) Anteriormente, en 2007, Synthetic Genomics estableció ya una colaboración con otra petrolera, BP (precisamente la compañía responsable del tremendo vertido de petróleo frente a las costas del sur de EE.UU.), para investigar los microorganismos naturales que se encuentran en yacimientos de hidrocarburos (petróleo, gas natural, carbón, etc.). Esto permitirá conocer mejor los genes que están detrás del metabolismo de hidrocarburos, a fin de poder obtener microorganismos que los transformen en productos bioenergéticos más limpios.(13)
Una última ventaja biotecnológica, más futurística, y que supone un paso más allá en el diseño racional del genoma bacteriano, sería la “simplificación” de su código genético (eliminando algún triplete de nucleótidos) que permitiría incluir, en un nuevo código genético remodelado, nuevos amino ácidos no naturales, y llevaría a la formación de proteínas novedosas.(14) Por otra parte, la remodelación del código genético daría lugar a bacterias incapaces de intercambiar material genético con las bacterias naturales, lo que podría servir para evitar que sobrevivan en el medio ambiente (como en las discusiones sobre biotecnología en Asilomar, es importante asegurarse que los organismos sintéticos sean dependientes de condiciones de laboratorio, para dificultar mucho su supervivencia en el medio ambiente).(15)
Algo que sería de gran interés, para ciertas aplicaciones biotecnológicas, como la producción de proteínas complejas para su uso como fármacos (hormonas, anticuerpos, etc.), sería el traslado de esta tecnología a células animales, capaces de producir proteínas que no pueden ser fabricadas por las bacterias. De hecho, la industria farmacéutica no suele utilizar bacterias, sino células animales (aunque hay excepciones con proteínas simples, como la insulina, que se fabrica en bacterias
E. coli con ese gen humano insertado). Hoy por hoy parece impensable que se puedan sintetizar los cromosomas de las células animales y vegetales (por su gran complejidad en comparación con el cromosoma bacteriano). Incluso las levaduras, células muy simples, que crecen como organismos unicelulares en el laboratorio de manera muy similar a como lo hacen las bacterias, tienen una enorme complejidad. El genoma de
Saccharomyces cerevisiae, la levadura del pan, el vino o la cerveza, y la más usada en biotecnología, consiste en 16 cromosomas lineales en su núcleo, y un cromosoma circular presente en sus mitocondrias (parecido al cromosoma bacteriano). Sin embargo, tal vez la levadura podría funcionar igualmente con la información de los 16 cromosomas unificada en un solo cromosoma, simplificando las casas a los biotecnólogos…
Otro resultado de estas investigaciones es puramente el incremento del conocimiento científico. En el fondo, detrás de esta investigación estaba la búsqueda del genoma mínimo de la vida. Lo curioso es que este último artículo de Venter, que comentamos aquí, no responde a ese problema, que halló su respuesta parcial hace unos años al verse que a
M. genitalium se le podían eliminar unos 100 genes de forma individual. Sin embargo, el trabajo ahora publicado usa
M. mycoides, un genoma mucho mayor (casi doble), que simplemente se ha copiado tal cual, sin eliminársele genes para “simplificarlo”. Lo que Venter no ha hecho todavía es fabricar un genoma mínimo e introducirlo en bacterias. Es posible que esto sea objeto de investigaciones futuras, bien con
M. genitalium o
M. mycoides, en las que su genoma natural se sustituya por uno simplificado. Ahí tendrá que enfrentarse al hecho de que aunque esos genes sean innecesarios de forma individual, puede que al quitar de golpe 100 o más genes, la bacteria no sobreviva. Todo esto muestra hasta que punto las aplicaciones biotecnológicas se entrecruzan con el conocimiento científico de la genómica, que se verá grandemente impulsado como consecuencia de estos estudios. Sabremos más de la función de los genes y de sus interrelaciones (y ahí los fallos nos enseñarán tanto como los éxitos).
Los seguidores del enfoque “ascendente” para el genoma mínimo están también haciendo sus progresos. Todavía no se conocen todas las piezas que habría que ensamblar para construir de una forma “racional” un genoma desde cero (no ya el enfoque descendente de eliminar aquellos genes que sabemos que no son necesarios de un genoma ya dado). Sin embargo, y en preparación para ello, se están ya catalogando elementos importantes, piezas, que deben ser parte de ese genoma mínimo. A esas piezas se les está empezando a llamar “bio-ladrillos” (bio-bricks), siguiendo una analogía con las piezas de LEGO. Se tratará de trozos de ADN que contienen instrucciones para genes fundamentales, piezas intercambiables que permiten su unión con cualquier otra pieza y así se puede reorganizar la información y generar multitud de combinaciones posibles.(16) Desde hace unos años se ha creado una página web de acceso libre, de estilo Wiki, en el que los investigadores de todo el mundo colaboran añadiendo más y más piezas, según se van obteniendo.(17) Es más, desde 2006 se realiza anualmente una competición de estudiantes para diseñar sistemas usando los bio-ladrillos, llamada iGEM (International Genetically Engineered Machine Competition).(18) Recientemente estos bio-ladrillos se han comercializado por New England Biolabs.(19) Personalmente, esto me resulta de gran interés, pues ahora puedo reconocer en mi trabajo como científico una pequeña contribución a todo este esfuerzo: el estudio de la proteína 2A del virus de la fiebre aftosa, cuya vertiente biotecnológica le lleva a convertirse en una de esas bio-piezas de la caja de herramientas biotecnológica.(20)
Semejante sistema modular, con un número limitado y pequeño de elementos bien caracterizados (genes), en los que se conozcan bien las proteínas que van a producir, así como las interacciones entre esas proteínas y de las proteínas con las diferentes sustancias del medio interno celular, sería susceptible de ser reducido a información manejable para una computadora, que podría así tratar de predecir el comportamiento de semejante sistema complejo ante diferentes situaciones ambientales. Esto está todavía lejos, no es posible construir un sistema completo que de lugar a un genoma mínimo sintético completo. Sin embargo, ya es posible diseñar subsistemas que se encargan de realizar determinadas funciones dentro de la célula (algo en lo que se converge con la vieja ingeniería genética que, poco a poco, ha pasado de introducir en las bacterias un gen a añadir varios genes que trabajan coordinadamente). Esto permite incrementar nuestro conocimiento de la célula notablemente, a la vez que da lugar a interesantes aplicaciones, como la construcción de rutas metabólicas que permiten que la bacteria fabrique nuevas sustancias o que destruya otras de su entorno (resulta interesante ahí la fabricación de aceites para combustibles o la destrucción de sustancias presentes en el petróleo para controlar vertidos).
Otra aplicación de interés de la búsqueda del “genoma mínimo bacteriano” es el campo de la evolución. De hecho, buena parte del empuje para la búsqueda de los genomas mínimos proviene de la “genómica comparativa”. Una vez que fueron secuenciados los primeros genomas bacterianos, fue posible empezar a compararlos con sistemas informáticos e iniciar la búsqueda de sus elementos mínimos comunes, a la vez que se obtienen árboles evolutivos que van trazando la historia de esos diferentes genomas a partir de su antepasado común. Ese antepasado común de los seres vivos tendría, obviamente, un genoma mínimo que se habría ido complicando mediante duplicaciones, transferencia de genes entre individuos, colonizaciones por genes móviles y virus, etc., hasta dar toda la diversidad de genomas bacterianos (y de otros organismos más complejos) presente hoy día.(21) Es importante tener en cuenta que estas hipótesis sobre los orígenes de la vida son muy especulativas y sujetas a continuas revisiones, según más y más datos genómicos se van acumulando.
Resulta curioso que los propios micoplasmas naturales contienen en sí mismos “genomas mínimos”. El hecho de que tengan el menor genoma conocido no es casualidad, dado que han sufrido múltiples reducciones del tamaño de su genoma, lo que hace que hayan perdido su capacidad de producir determinadas sustancias orgánicas por sí mismos, que deben adquirir de su entorno. Desde este punto de vista, la ingeniería genómica lo que haría sería continuar ese camino, llevando hasta sus últimas consecuencias la dirección hacia el minimalismo genómico tomada por esa rama particular del árbol de la vida. Todavía hay un caso más extremo, el de bacterias simbióticas como
Candidatus Carsonella ruddii, que viven dentro de unos insectos, y que tienen un diminuto genoma de 159.662 nucleótidos, posiblemente con menos de 200 genes, lo que explica su incapacidad para tener una vida independiente de su hospedador.(22) Todavía se podría llegar más allá, de hecho, las mitocondrias se consideran hoy día como antiguas bacterias simbióticas que han ido casi hasta el final de su proceso de reducción del genoma, y su cromosoma es sólo de 16.569 nucleótidos en el caso de los humanos (con 37 genes, los genes ausentes ahí se encuentran en el genoma del núcleo de la célula, que almacena los genes que la mitocondria ha perdido).
En ese escenario, es posible que la genómica sintética apunte a una situación en la que el genoma mínimo de laboratorio que se busca lleve a la obtención de una bacteria que posiblemente tendría que vivir en condiciones “de laboratorio”, con medios de cultivo específicos optimizados, lejos de lo que puede encontrarse en el medio ambiente. Esto, nuevamente, puede ser una característica importante de bioseguridad para evitar la supervivencia de estas bacterias en el medio ambiente.
Dentro de la perspectiva histórica, y sin necesidad de ir tan atrás en el tiempo, la síntesis artificial de genomas bacterianos, y su utilización para transformar bacterias receptoras, podría tener una interesante aplicación “arqueológica”. Supongamos que una antigua muestra nos permita secuenciar el genoma de una bacteria hoy inexistente (la secuenciación de genomas antiguos es hoy ya rutina, extendiéndose más allá de las bacterias, y habiéndose logrado, por ejemplo, la secuenciación del genoma de mamuts y neandertales(23); es importante tener en cuenta que esto no se puede hacer con fósiles, como los de dinosaurio, en los que el material orgánico está petrificado(24)). Si quisiéramos estudiar esa bacteria, sería posible ensamblar su genoma e introducirlo en una bacteria actual, que acabaría transformada en la bacteria extinta, la cual habría “vuelto a la vida” por este procedimiento genético… Si algún día se pueden aplicar estas técnicas a células animales y fuera posible secuenciar completamente el genoma de un animal extinto, ¿podríamos “recrear” de esta forma células de esos animales? Y si luego se transfiere el núcleo de esas células a un óvulo de una especie actual suficientemente similar (el procedimiento de clonación que permitió crear a la oveja Dolly), ¿podrían realmente “recrearse” esos animales? Y así,
entraremos en los problemas bioéticos en el próximo artículo.
Autor: Pablo de Felipe es doctor en Bioquímica, investigador, escritor y profesor de Ciencia y Fe en el Seminario SEUT
Próxima semana:
¿Vida artificial?: implicaciones y desafíos de la genómica sintética
1) E. Pennisi (2010). Synthetic Genome Brings New Life to Bacterium. Science 328:958-959.
2) Domenico Mogavero, en una entrevista en La Stampa publicada el 21/5/2010, según El Mundo de ese mismo día; y también en InfoCatólica,.
3) Peter Seewald. Dios y el Mundo. Citado en Infocatólica.. Véase también Fluvium.
4) I. Kant (1790). Crítica del juicio, 2ª parte, 2ª sección, § LXXIV, El concepto de una finalidad objetiva de la naturaleza es un principio crítico de la razón para el juicio reflexivo. Traducido por A. G. Moreno y J. Ruvira. Madrid, 1876.
5) Ya abordé este tema en artículos anteriores de esta misma sección: Diseño inteligente y alternativa apologética en la ciencia.
6) J. Boldt y O. Müller (2008). Newtons of the leaves of grass. Nature Biotechnology 26:387-389.
7) Como el Grupo ETC, http://www.etcgroup.com.
8) Véase nota 2.
9) G. Pósfai y col. (2006). Emergent properties of reduced-genome Escherichia coli. Science 312:1044-1046.
10) T. S. Knight está liderando la investigación en el genoma de M. florum.
11) M. Scudelli (2010). 1st cell with synthetic genome. The Scientist (20/5/2010).
12) Véanse: Green Car Congresss, y Business Wire y en la página de Internet de Synthetic Genomics.
13) Véanse: Green Car Congress, y en la página de Internet de Synthetic Genomics.
14) De hecho, los micoplasmas tienen un codón diferente al lo normal en el código genético corriente (TGA, que es normalmente una señal de parada; es una señal para el aminoácido triptófano en micoplasmas).
15) A. C. Foster y G. M. Church (2007). Synthetic biology projects in vitro. Genome Research 17:1-6.
16) R. P. Shetty y col. (2008). Engineering BioBrick vectors from BioBrick parts. Journal of Biological Engineering 2:5.
17) Registry of Standard Biological Parts, http://parts.mit.edu.
18) http://www.igem.org.
19) http://www.neb.com/nebecomm/products/productE0546.asp.
20) Cuando el ribosoma llega, en la lectura del mensaje genético, a esta pequeña porción de información llamada 2A (sólo 18 codones en el ADN), se ve forzado a interrumpir la síntesis de proteínas, liberar la proteína a la que 2A está pegada y, sólo después, puede continuar traduciendo el mensaje situado a continuación, que da lugar a una proteína independiente. Sorprendentemente, esta “pieza” no funciona en bacterias; pero sí en cualquier otro tipo de células, incluidas las levaduras. (P. de Felipe (2004). Skipping the co-expression problem: the new 2A “CHYSEL” technology. Genetic Vaccines and Therapy 2:13; G.A. Luke y col. (2009). 2A to the fore - research, technology and applications. Biotechnology and Genetic Engineering Reviews 26:235-272).
21) A. R. Mushegian y E. V. Koonin (1996). A minimal set for cellular life derived by comparison of complete bacterial genomes. PNAS 93:10268-10273. E. V. Koonin (2003). Comparative genomics, minimal gene-sets and the last universal common ancestor. Nature Reviews 1:127-136.
22) A. Nakabachi y col. (2006). The 160-kilobase genome of the bacterial endosymbiont Carsonella. Science 314:267.
23) Véase un artículo anterior en esta misma sección: ¿Hermano Neandertal?.
24) Véanse las discusiones en The Guardian o en la UCMP.
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