¿Tu cuarto de baño no tiene un espejo tamaño XXL y una ristra de bombillas en plan camerino alrededor? ¿Vas a ser mamá y te acaban de quitar ante tus narices el cheque bebé? ¿Abres la puerta del párquing, si tienes, y en lugar de un Ferrari aparece un Opel Corsa con un par de bollos por arreglar? ¿Tu vida roza el vacío al no contar con una mansión estilo medieval, con piscina climatizada y varias chicas de servicio para poder dar órdenes a tutiplén? No te preocupes, para eso está la nueva tendencia de la tele, para enseñarte la vida de otros, pura pornografía de las clases sociales, con sus casas, sus coches, sus nuevas caras o sus liposucciones, sus fiestas, sus armarios infestados de modelitos, sus caprichos y sus problemas, que también los tienen (o los fingen, vaya).
Esta misma semana, La Sexta ha estrenado un docu-reality que, sólo con el título, ya deja claras sus intenciones:
Mujeres ricas. La verdad es que la cadena de Milikito mantiene propuestas más que dignas (
Sé lo que hicisteis o
Buenafuente son claros ejemplos de humor y hasta de crítica sana) pero ya perdió muchos puntos con el lanzamiento de un engendro violento, zafio y telecinquero como
Generación Ni-Ni, un
Gran Hermano encubierto con niñatos que, en más de una ocasión, han traspasado la línea de la decencia, la ética y hasta la legalidad.
Mujeres ricas nos lo venden como el seguimiento del día a día de una mujer empresaria que encarna el lujo, de la esposa de un antiguo jugador de futbol (un personaje que dará que hablar, ya que las polémicas la preceden en otros países) o de dos hermanas madrileñas que acaban de divorciarse. La cadena intenta vender eso de intentar reflejar su vida personal o de ir más allá del personaje, pero es evidente que todo se basará en la exhibición impune de lo que unas mujeres forradas y aburridas hacen con su dinero: no lo duden, si quieren ver yates en Marbella, Ferraris más caros que el de Fernando Alonso, trajes más exclusivos que los de Francisco Camps, joyas más tentadoras que la Pantera Rosa o tardes en tiendas de nombre afrancesado y olor a caro, este es su programa. Para ver todo eso, prefiero las películas de James Bond, que al menos sabes que es mentira y te ofrecen una dosis de acción y algo de intriga, la verdad.
De forma casi paralela, Cuatro (otra cadena que empezó con algo de criterio, pero que está bajando enteros desde su fusión con Tele 5) estrenó Casadas con Hollywood, sobre la vida de cuatro españolas con más dinero que Tío Gilito y que viven en Los Ángeles con la única preocupación de qué van a ponerse para ir a una fiesta de Eva Longoria. Aguanté como diez minutos, ni que sea para poder hablar sobre ello, pero tuve el valor de tragarme TODA la primera emisión del engendro de La Sexta. Sí amigos, me zambullí en un baño de lujo, exuberancia y bizarrismo y en la plasmación de lo que es otra versión Ni-Ni (mujeres que ni trabajan, ni se lo plantean, ni piensan, ni nada). Una de ellas, por ejemplo, se encapricha de un Miró (sabe que es un pintor, pero poco más) y discute con su marido sobre si el Miró o un abrigo de visón, que está como indecisa y eso la agobia un poco. El marido contesta que, con la crisis, prefiere invertir en sus empresas y, literalmente, “salvar puestos de trabajo”, pero eso, para ella, es demasiado vulgar, plebeyo y chabacano. Respuesta de la mujer: “Te molesta que compre dos cosas para mí”. Contrarespuesta del pobre marido: “”¿Tú no lees los periódicos o qué?” (creo, sinceramente, que a esa cuestión le podríamos hasta quitar lo de los periódicos).
La ricachona llega a afirmar que “el arte me persigue” (glups). En fin. Otra de las protagonistas es la esposa de un ex futbolista argentino, una mujer de la que prefiero hasta obviar el nombre ante su total falta de escrúpulos y su ordinariez (bañada en Chanel y rodeada de lujo, pero cutrona, cutrona). La susodicha llega a criticar la presencia de prostitutas en Marbella que se insinúan a los maridos hasta en los supermercados, cuando ella defiende el papel de las señoras de compañía más de lujo, como ella misma (y no lo digo yo, que lo afirma ella y se queda tan ancha). El resto del programa se mueve entre la humillación a las mujeres del servicio, un partido falso de pádel, unos hijos repelentes que están todo el día haciendo el vago (o sea, lo que ven), una fiesta de la pamela de mujeres de piel estirada y neuronas patinando entre tanto sombrero y hasta una sesión de tupper-sex de la que, por amor a cualquier lector que haya llegado hasta aquí, me abstengo de comentar ningún detalle.
¿Eso interesa a alguien? Veamos: La Sexta suele moverse en cuotas de pantalla alrededor del 6%, mientras que
Mujeres ricas se convirtió (con 2,1 millones de espectadores y casi un 14% de
share) en el mejor estreno de la historia de la cadena. Para rizar el rizo (se ve que los audímetros esos, y que nadie ha visto nunca, lo saben todo), ese porcentaje escaló hasta el 18,5% entre las personas de clase alta.
Como diría el filósofo Jesulín: “En dos palabras, im-prezionante”. En definitiva, el dinero convertido en ídolo. El ídolo convertido en mujer millonaria aburrida. Y la vida de esa mujer convertida en programa de televisión. Eso sí que es pornografía en prime time.
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