No adereces tu conducta por agradar a personas que edifican su diario vivir con las baratijas que les ofrece el dios Mercado.
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¡Cuán suaves diriges tus manos vendimiadoras!
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La fama se apoderó de su humildad. Así perdió fortaleza y los flecheros pudieron ensañarse con él.
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¡Tú limpias el altar de mi corazón!
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Vuelves la espalda a la ley; no escuchas los concejos de paz porque tapaste tus oídos. ¿Qué, pues, esperas? ¿Acaso eres impasible a la catástrofe?
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En primavera la naturaleza se muestra vencedora.
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Ella me teje un abrigo de palomas, pero las exhortaciones de Amós, Isaías, Miqueas o Jeremías me hacen sudar y me descubro, y me expongo a los incensadores.
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¡Sinceridad! He aquí una virtud desconocida por quienes relinchan a la vuelta de la esquina.
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Admitámoslo: eres una flor cálida abierta en la noche interminable.
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¡Todos los cristianos en armoniosa unión, sin resquemores ni contiendas! Ya sé que la desunión es lo que prospera en la grey, pero conviene recordar el deseo del Amado galileo: “…como tú, oh Padre, en mí, y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros; para que el mundo crea que tú me enviaste”.
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Ves hienas que sonríen y sonríen mientras muerden de un modo endiablado.
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¡Abrázame, derrámame esos abrazos que gratuitamente espantan la hosquedad!
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El envidioso rechaza hasta el saludo porque su ánima se ha vuelto loca.
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Saborear la tarde desde mi balcón, con plenitud aprehender cómo se resbala el río Tormes, cómo cantan y tejen sus nidos los pájaros que han tomado la isla de enfrente, cómo el verde ha llegado triunfal a las ramas de los árboles…
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Lo anterior no es una poetización del existir: tengo un piso barato en las afueras de mi ciudad pequeña, pero el horizonte que contemplo es el de un potentado. Lo tomo como una compensación de Dios, aunque entiendo que la balanza se inclina hacia mi espíritu. El Verbo, los poetas, Dios: ¡qué misterios!
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Pasión fija la del varón esposado a una varona que alienta su vida. Sabe que la felicidad renace al alba y no se agota.
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El humor es imprescindible para no caer en ridiculeces.
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¿Naufragios? ¿Desesperanzas? ¿Precipicios? Nadie está libre de sufrimientos que duran veinticuatro horas, día tras día. Pero siempre existe una brújula que orienta cómo salir del atolladero. Insiste hasta encontrar su Revelación.
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Si eres capaz de amar, también podrás ir aclarando tu abrumante conciencia, yendo hacia la cúspide, cerrando los ojos por mucho tiempo.
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No callar ni en la nueva edad de la templanza.
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Cuánta verdad hay en las mentiras del actor. Tras esos embustes el espectador abre su imaginación e intuye la cruda realidad.
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Quien agrede soporta un remolino interno que lo destrozará, tarde o temprano.
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¡Antiguo viajero, no pases por ese territorio minado de codicias!
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El calor de una piel, el ángel y su atavío, el olfateo de la felicidad…
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Ni euforia que rápida concluye, ni indolencia que todo lo asfixia. Y en todo lo que se haga no olvidarse del ingrediente llamado pasión.
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Hermosa mía: ¡Hago un brindis por tu corazón y otro porque no cambias al primer sueño!
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Dice Pablo: “Porque no nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo”. Es correcto, porque debemos seguir la estela del Rabí, sin objeción alguna si nos estimamos seguidores suyos. Pablo vuelve a decir, esta vez a la iglesia de los tesalonicenses: “Vosotros vinisteis a ser imitadores nuestros y del Señor, recibiendo la palabra en medio de gran tribulación”. Es correcto, porque también imitando el ejemplo de Pablo y de muchos otros hermanos de ayer y hoy, podemos ser testigos creíbles de Cristo en una sociedad variopinta que hasta descree de la razón.
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¡Procuro imitarte, Cristo de las acciones eternas! ¡Procuro celebrar el encanto de tu realidad, Cristo de las Palabras que crecen! ¡Procuro reservarme para tu victoria, Cristo que predicas ante una multitud de sordos!
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Todo llega en su momento. Entonces adquieres soltura mental y hablas con la edad, con la experiencia.
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Quien alza voz profética para defender a los más desfavorecidos, es consciente que su proceder no será bien visto por el poder establecido. Lo cómodo y ‘espiritual’ es silenciar la reprobación.
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No quieras algo que no esté en lo que Dios quiere para ti.
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¡Tú eres mi reserva de azúcar contra la agridez que bastarda el día a día!
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Algo va mal cuando de un teatro la gente sale con el corazón tocado, queriéndose muchísimo; mientras que de algún culto dominical los que salen parecen distantes y prestos a dispersarse.
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La bondad: ¡tan apreciada y tan escasa!
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Si practicas el doble rasero, deberás aceptar que otro desvele tu inconsecuencia.
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