Sí, hay pequeños oasis como el veterano programa
Sputnik (en TV3) o los espacios que La 2 dedica a
Los conciertos de Radio 3, sin olvidar
El conciertazo (simpático espacio que acerca la música clásica a los niños) o lo útil que resulta a veces encontrarse durante el zapping con RAC 105, una especie de MTV patria. En más de una ocasión he preferido ver los gorgoritos de Axl Rose o zambullirme en la nostalgia de viejos videoclips de Blondie que no seguir camino del estercolero.
La televisión ya no ejerce de promotor cultural con la música, más bien la utiliza, la maltrata y la desecha como una gamuza ya demasiado sucia. La música, actualmente, equivale a
reality, un ejemplo encabezado por ESO llamado
Operación Triunfo, capaz de encumbrar a verdaderos analfabetos musicales a lo más alto para adentrarse en la factoría de churros. No tengo nada en contra de bisbales, bustamantes, rosas o tenorios. Seguro que son buena gente, pero digamos que no representan lo que uno entiende por música popular, por música vinculada a cultura, por música en definitiva.
Siento nostalgia (eso de hacerse mayor tiene estas cosas) por programas que, en mi adolescencia, supusieron toda una época dorada para la música en la pequeña pantalla. Yo pensaba que programas como esos eran lo normal, y más en una televisión pública como RTVE, pero con el tiempo se fue deshaciendo como un castillo de arena. ¿Alguien imagina hoy día un programa español capaz de entrevistar o de hacer actuar en directo a gente como, no sé, Oasis, Madonna, Aerosmith o Franz Ferdinand? No. Rotundamente no. Pues resulta niños (aquí hay que poner voz de cuento infantil) que en los años 80 (sí, los del Naranjito, los crepados y Bonnie Tyler) RTVE enlazó tres programas a cual mejor (sin olvidar otras propuestas interesantes como
Popgrama, con Carlos Tena y Moncho Alpuente, o el
Musical Express de Àngel Casas).
No pretendo hacer un análisis de esos programas, y mucho menos un listado exhaustivo de ellos (perdón, pues, por si olvido alguno), pero sí mostrar como nuestra televisión patria (en esos momentos la única) supo dedicar tiempo de su parrilla a la música. Así, ante mis anonadadas neuronas desfilaron tres joyas como
Aplauso (1978-1983, dirigido por José Luis Uribarri, hoy maltratado y convertido en una especie de mascota graciosa en la misma TVE),
Tocata (1983-1987) y
La edad de oro (1983-1985 y más asociado a la Movida madrileña), por los que desfilaron (¡y atención, que cito unos pocos!) nombres patrios como Tequila, Radio Futura,
Alaska o La Unión, pero también otros allende nuestras fronteras como (agárrense, que vienen curvas) The Police, AC/DC, Kiss, Paul Simon, Boney M, Elliot Murphy,
The Jackson 5, Culture Club, Talking Heads, Scorpions, Elton John, Alphaville, Franco Battiato….y detengo esta vorágine, ya que estoy a punto de buscar en e-bay alguna máquina (baratilla y en buen estado) que me teletransporte a esa época.
Que no, que no es nostalgia, es la sensación que me produce ver como hoy la música pasa por una supuesta academia donde lo que más importa (y da más audiencia, ténganlo claro) son las broncas de los profesores, los enfados de los concursantes (eso es lo que son, no son músicos) o las coreografías imposibles que deben dominar para ser alguien en el show business (¿hace falta recordar que Lou Reed o Bob Dylan están más tiesos en escena que el palo de una escoba?).
Y eso que
Popgrama (en la segunda cadena) y
Aplauso (en la primera) llegaron a picarse en su momento por discrepancias sobre lo que era calidad o gustos mayoritarios / minoritarios. ¡Y hablamos de cuando había dos cadenas! Ese debate ya no existe, ya que se basa en ver quién consigue el reality más casposo y capaz de aglutinar televidentes anestesiados (da igual que sean
triunfitos,
ninis,
granhermanos o hasta
belenesteban bailando, que aunque eso no sea estrictamente un reality, los espectadores no ven un concurso de baile, siguen la vida expuesta 24 horas de la princesa del pueblo).
Para mantener el tono nostálgico ochentero, mención especial, primero, para
¡Qué noche la de aquel año!, efímero espacio presentado por Miguel Ríos (en Estados Unidos, Elvis forma parte de la cultura popular, en Francia, pasa lo mismo con Johnny Hallyday y en Gran Bretaña ¿hace falta decir cómo se consideran a Jagger, Robert Plant o Pete Townshend? Pues eso, Miguel Ríos tuvo que haberse planteado aquello de la doble nacionalidad en algún momento) y que repasaba la historia de la música. Y segunda mención para
Rockopop, también en TVE, que despidió la década y, con ella, la presencia de programas musicales de calidad. Hasta que llegamos a
El séptimo de caballería (1997-1999), fabuloso programa que presentó Miguel Bosé (de nuevo en la tele pública), aunque eso lo veremos después de una pausa. Iba a decir “pequeña pausa”, pero será en una semanita.
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