En el fondo se trata de un desdoblamiento de la identidad provocado por el convencimiento de que se posee el sexo equivocado. Se vive así, por tanto, el propio cuerpo como si fuera extraño y se procura mediante tratamientos hormonales o quirúrgicos convertirlo en el del otro sexo al que se aspira. La mayoría de los transexuales suelen ser hombres que desean transformarse en mujer pues psicológicamente se sienten del sexo femenino, aunque también se dan los casos contrarios.
El drama que viven estas criaturas es precisamente éste, cada célula de su cuerpo lleva escrito el sexo cromosómico al que pertenecen desde el momento de la concepción, sin embargo su deseo y sentimientos les lleva a renegar de tal identidad genética provocándoles así una profunda tensión psicológica. Tanto su sexo anatómico, que se manifiesta sobre todo en los órganos genitales, como el sexo legal, aquel con el que se les registró en el momento de nacer, se expresan y son evidentes ya desde el parto pero es que además, según parece, la identificación con el sexo al que aspiran se inicia también de forma prematura.
En efecto, es aproximadamente a partir del año y medio de vida, en que los niños generan la llamada identidad de género o conciencia de pertenecer a uno u otro sexo. Por eso se considera que la alteración de la sexualidad de tales personas debe ocurrir antes de esta temprana edad.
Existen también, como en el caso de la homosexualidad,
dos posibles explicaciones. La primera teoría sugiere que la causa podría ser biológica y deberse a la influencia de determinadas hormonas sobre el cerebro del feto durante el embarazo. En este sentido se ha constatado que la proporción de transexuales en los gemelos monocigóticos alcanza el 50% mientras que en los dicigóticos es sólo del 8,3%. Además se ha podido detectar la presencia del antígeno HY, que es una proteína propia del sexo masculino, en mujeres transexuales. Pero a pesar de estos datos, ningún estudio serio ha comprobado hasta el presente tal hipótesis.
La segunda teoría se refiere a factores ambientales y psicológicos proponiendo que si durante la época de la adquisición de la identidad de género se produjo en el bebé una influencia distorsionante por parte de los padres, esto podría haber provocado los desarreglos sexuales consiguientes. Lo cierto es que tampoco se ha llegado a ninguna conclusión en este sentido. Hoy por hoy, se desconoce el origen íntimo del fenómeno transexual y no existe tampoco un tratamiento que sea satisfactorio y eficaz.
Las operaciones llamadas de cambio de sexo consisten básicamente en la administración de hormonas. En el caso del transexual varón que desea convertirse en mujer, se le recetan antiandrógenos y hormonas sexuales femeninas con el fin de que la piel se le vuelva suave, los músculos pierdan volumen y potencia, la grasa subcutánea se redistribuya de manera femenina y los pechos aumenten de volumen. Si, por el contrario, es una mujer la que desea parecer un hombre, se le administran andrógenos para lograr los efectos opuestos.
El siguiente paso es bastante más agresivo ya que se recurre a la cirugía. En los varones se practica la ablación o extirpación del pene y los testículos, utilizando en ocasiones parte de estos órganos amputados, o de la pierna o el intestino, para construir una vagina artificial. Todo ello se complementa con la implantación de prótesis mamarias. A las mujeres se las somete a la extirpación de los pechos y de todo el aparato reproductor, útero, vagina, ovarios y órganos anexos, con lo que desaparece la menstruación y se modifica parcialmente el aspecto corporal. También se puede recurrir incluso al implante de una prótesis de pene realizada de plástico hinchable o de tejidos vivos tomados del abdomen o de otro lugar. No obstante, el éxito de tales órganos artificiales, según reconocen los mismos facultativos, suele ser muy relativo o termina generalmente en fracaso.
La valoración ética de la transexualidad es muy similar a la realizada para la homosexualidad. Una vez más es conveniente distinguir entre las inclinaciones sexuales y la voluntad de cometer actos que se acomoden a ellas. Desde el punto de vista moral, las prácticas transexuales responden a desviaciones sxuales. No se trata de una enfermedad que pueda curarse mediante intervenciones quirúrgicas. El problema es fundamentalmente de índole psíquica y no fisiológica y, por tanto, su posible solución habría que buscarla en una adecuada educación o en la correcta terapia psicológica.
Las operaciones que utilizan la cirugía con el fin de conseguir el cambio de sexo, no logran en realidad solucionar su problema a la persona. Amputar los órganos sexuales con la intención de solucionar el conflicto constituye una doble inmoralidad. Por un lado se trata de una mutilación castrativa y no de un verdadero cambio de sexo, mientras que por otro es también un engaño al paciente que cree haber solucionado su problema cuando en realidad no es así ya que sus verdaderos órganos sexuales han sido sustituidos por otros postizos o artificiales.
Tal como se aconsejaba en al apartado anterior para los homosexuales, los transexuales deben intentar solucionar su situación mental y sexual mediante remedios educacionales y psicológicos, a través del esfuerzo de la propia voluntad y no recurriendo a métodos tan brutales e ineficaces como la castración, la amputación de órganos o la inyección exagerada de hormonas sexuales.
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