Sueños. Quien pretende darle sentido a la vida no puede vivir sin sueños. No se trata, por supuesto, del sueño físico, sin el cual tampoco podríamos vivir, sino de los anhelos, de los planes, de los propósitos y de las esperanzas. De las miradas expectantes hacia delante; del avanzar por fe esperando en cada recodo del camino sorpresas indicadoras que nos digan que vamos con buen rumbo. O de que hemos perdido el norte y se requiere una rectificación sobre la marcha.
`Ya lo dijo José Ingenieros en su monumental obra
El hombre mediocre: “La mediocridad es el complejo velamen de las sociedades, las resistencias que éstas oponen al viento para utilizar su pujanza; los idealistas, siempre resistidos por aquélla, son la energía que infla las velas y arrastra el buque entero y lo conduce y lo orienta. Así, resistiéndolos, como las velas al viento, los rutinarios aprovechan el empuje de los creadores. El progreso humano es la resultante de ese contraste perpetuo entre masas inertes y energías propulsoras”.
El que no sueña no vive; simplemente existe.
El hombre mediocre no es el que no ha podido alcanzar grandes alturas ni el que se ha quedado a ras de suelo sino que es el que se deja arrastrar por la corriente, como una hoja arrancada del árbol que no sabe a dónde va a llegar ni tampoco le importa. Sin embargo, aun una hoja que se desliza a la deriva movida por una fuerza superior puede ser abordada por un espíritu inquieto y dignificada en su deslizarse displicente.
El que sueña es absorbido por un oleaje abrumador de ideas, pensamientos e impulsos que arremeten en forma vertiginosa contra toda tendencia a la pasividad, constituyéndose en lo que Calderón de la Barca llama “un frenesí”; frenesí que, lejos de destruirlo, lo va renovando con cada vuelta que da la rueda de su creatividad.
Si leemos con detención las cartas que le escribe Pablo a Timoteo, nos encontraremos con numerosas referencias a formas valiosas de vivir la vida. Un sueño tras otro; un esfuerzo tras otro, una esperanza tras otra hasta el final cuando podemos decir con el apóstol:
«He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe».
Al soñador, la no materialización de un sueño no lo frustra sino que lo catapulta a intentarlo de nuevo o, en algunos casos, a avanzar en otra dirección, a buscar variantes que lo conduzcan al fin deseado.
Al soñador los espíritus mediocres no lo entienden y le vuelven las espaldas. Pero siempre hay, muchos o pocos, que están dispuestos a ponerse a su lado y hacer juntos la jornada de fe que también se les antoja irresistible o, por lo menos, meritoria.
El soñador llega de tal manera a ser poseído por su pasión que ningún cansancio lo supera, ninguna decepción lo derriba, ninguna crítica lo menoscaba.
«Soñar no cuesta nada» se dice cuando alguien plantea proyectos con apariencia de imposibilidades. Pero los sueños están ahí para convertirlos en realidad; si no se hace el intento, quedarán a la altura en que los pone Calderón de la Barca: nada más que intenciones huecas que no suman ni restan.
En ALEC somos soñadores. Sin nada más que un sueño comenzamos en 1999 a tejer un manto de ilusiones que con el correr del tiempo ha ido tomando su forma. Atraídos por esa pasión, distinguidos profesionales cristianos relacionados con los libros, la literatura y la enseñanza se unieron a este movimiento que, lento al principio, prometía ir adquiriendo mayor velocidad a medida que se fueran alcanzando nuevas estaciones. Nada se les prometió porque nada se tenía; solo un espacio para intentar algo que hiciera historia y que dignificara el ministerio de la iglesia en nuestro mundo hispanohablante. Y así ha sido.
Seguimos, pues, soñando.
Soñamos con una Cumbre que acaba de tener lugar en la ciudad de Miami. Como resultado, entendimos que tenemos que seguir por la misma senda aunque siempre buscando alternativas que sean lo más pertinentes posible a las demandas del medio al cual servimos.
Apenas terminada la Cumbre y cuando aun quedaban algunos visitantes en Miami, empezamos a soñar con un encuentro tipo Retiro Carles Pujol, sin agenda rígida, para noviembre de 2012 en la ciudad de Chillán, Chile o, en su defecto, en la ciudad balneario de Viña del Mar. No vamos a Chillán o a Viña solo porque sean ciudades hermosas y atractivas sino porque para esa fecha esperamos tener allí grupos de ALEC en plena función. Esto es soñar.
Soñamos con tener, también para noviembre de 2012, las obras de ficción que están escribiendo unos cuantos valientes de ALEC-Perú si no ya convertidas en libros, los manuscritos afinados para ir a la imprenta. ¿Qué no tenemos dinero para eso? ¡Ya lo tendremos!
Soñamos con la “Casa Alec” en Miami donde ya con nuestra existencia convenientemente legalizada, podamos dar expresión a variantes creativas de lo que hemos venido haciendo hasta ahora.
Soñamos con elevar, a lo menos una parte de ALEC, al nivel universitario con miras a llegar a establecer la Escuela Cristiana Hispanoamericana Universitaria de Escritores, ECHUDE.
Soñamos con volver a España para nuestro tercer seminario. España ha demostrado ser tierra fértil y, como los pentecostales (ver Peter Wagner,
Cuidado ahí vienen los pentecostales) no solo queremos seguir sembrando en esta clase de suelo sino que soñamos con mayores y más ricos frutos que los cosechados hasta ahora.
Soñamos con ser parte esencial de la Academia de Artes que Melsy Navarrete y yo, por ahora, hablamos de dejar como herencia física concreta a las próximas generaciones; Academia de Artes en terreno y edificio propios donde las prima donnas sean la música y la literatura.
¿Que no tenemos capacidad para tanto? No la tuvimos en 1999 y ya llevamos diez años de los cuales no podemos arrepentirnos ni avergonzarnos.
«A lo necio del mundo escogió Dios para avergonzar a los sabios; y lo débil del mundo escogió Dios, y lo que no es, para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia» (
1 Corintios 1:27-29, sacado un poco de contexto pero… a confesión de parte, relevo de prueba).
¿Que no tenemos el apoyo de los grandes de esta tierra? Tenemos el apoyo del más grande.
¿Que no nos alcanzará la vida para hacer todo lo que quisiéramos? Vendrán otros que tomarán el lugar de los primeros, de los segundos y de los terceros.
¿Que no tenemos dinero? Nunca lo hemos tenido y Dios ha suplido, tanto a ALEC como a los miembros del equipo.
Por último, ¿Que muchos de estos sueños no terminarán convertidos en realidad? Esa posibilidad no nos impide soñar y seguir soñando.
«Cuando pones la proa visionaria hacia una estrella y tiendes el ala hacia tal excelsitud inasible, afanoso de perfección y rebelde a la mediocridad, llevas en ti el resorte misterioso de un Ideal. Es ascua sagrada, capaz de templarte para grandes acciones. Custódiala; si la dejas apagar no se reenciende jamás. Y si ella muere en ti, quedas inerte, fría bazofia humana. Solo vives por esa partícula de ensueño que te sobrepone a lo real» (
El hombre mediocre, bajo
I La emoción del ideal.)
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