México: ¿nación cristocéntrica?

Ante la reciente aprobación en la ciudad de México para que personas del mismo sexo tengan derecho a contraer nupcias civiles, y cuenten con la opción a realizar adopciones de infantes, el pastor evangélico Eduardo Rangel, a nombre del Comité de Enlace de Iglesias cristianas «Pastores Unidos por México» expresó rechazo a la modificación legal que reconoce los derechos mencionados a los homosexuales que deseen ejercerlos. El pastor Rangel dijo desaprobar las nuevas leyes respaldado por “más de diez mil iglesias evangélicas” del país. Abundó en sus consideraciones y aseguró que "más del 95% de la población mexicana es creyente ´cristocéntrica´".

El vocero de “Pastores Unidos por México” (PUM) no aportó evidencia alguna de que su organismo cuenta con el aval de más de diez mil iglesias que desaprueban las modificaciones legales en favor de los homosexuales. Aquí no me ocupo de si las comunidades evangélicas/protestantes deben, o no deben, estar de acuerdo con las leyes en cuestión. Tampoco trataré de dar un punto de vista bíblico-teológico del espinoso tema. Pero sí quiero ocuparme de las cuentas alegres del pastor Eduardo Rangel.

En México proliferan varias organizaciones que aglutinan a distintos sectores del protestantismo existente en el país. Pero ninguna de esas organizaciones tiene la representatividad mayoritaria del plural cristianismo evangélico mexicano. Lo que tenemos es una fragmentación de organismos, alianzas, comités, fraternidades y confraternidades. Ninguna de las anteriores aglutina más de diez mil iglesias evangélicas en su seno. Por lo tanto bien haría el pastor Rangel en explicarnos cómo, cuándo y dónde consultó a poco más de diez millares de iglesias protestantes/evangélicas para conocer su opinión respecto de las aludidas leyes. No podrá aportar los datos porque simple y sencillamente la cifra por él dada salió de sumas sin asidero en la realidad.

En lo tocante a que "más del 95% de la población mexicana es creyente ´cristocéntrica´", el representante de «Pastores Unidos por México» tendría que dar a conocer la metodología usada para llegar a tal conclusión. Pero, nuevamente como en el punto anterior, el vocero soltó una cifra sin bases que la sustenten. ¿Qué entiende el pastor Rangel por su dicho, referente a que solamente cinco por ciento de los mexicano(a)s no son cristocéntricos? Para él un aplastante 95 por ciento sí lo es.

En muchos indicadores sociales México sale muy mal. Mediante su capítulo nacional el organismo Transparencia Internacional evalúa al país con altos niveles de corrupción. El injusto sistema económico ha tenido “éxito” al fabricar 20 millones de personas en pobreza extrema y 40 millones en la miseria (datos de hace tres días). En la última década el narcotráfico se ha incrementado hasta niveles alarmantes. Las muertes violentas crecen año tras año. Los suicidios de adolescentes, dolorosamente, aumentan su porcentaje. Las violaciones sexuales contra mujeres son una realidad lacerante, las madres solteras se multiplican en buena medida por la irresponsabilidad de los varones que huyen de una paternidad que les asusta. El sistema judicial y carcelario es un horror. ¿En todo esto dónde queda lo “cristocéntrico” de la sociedad mexicana?

El representante del PUM manifestó estar contra "todo aquello que mancha la vida e imagen sana de la familia mexicana". Para empezar es necesario dejar a un lado la imagen idílica de la familia mexicana. Porque ella es un verdadero infierno para millones de personas. Es el centro de innumerables vejaciones, la violencia intrafamiliar humilla y lastima, principalmente, a mujeres, niños y ancianos. Tiene razón el periodista Pablo Hiriart al escribir que “De lo que está enferma nuestra sociedad es de desamor. Hacia ese punto deberían dirigirse las energías de los ciudadanos e instituciones. Esa es una peste que corroe las relaciones humanas, laborales y familiares. En nuestro país una de cada tres mujeres vive violencia de parte de su pareja. Ante eso, ¿qué? ¿No importan los golpes porque los propina alguien de sexo diferente? La Encuesta Nacional de Violencia Intrafamiliar 2008, elaborada por la Secretaría de Salud federal, apunta que las formas de maltrato se presentan con bofetadas en el 42 por ciento de los casos, golpes de puño en el 40, y también con objetos. Aquí, en la zona metropolitana de la capital del país, la violencia intrafamiliar se presenta en uno de cada tres hogares. Las autoridades, incluso aquí, en el DF, suelen ponerse del lado de los victimarios en lugar de defender a las víctimas. Eso sí es escandaloso. Eso sí es una inmoralidad, además de ilegal” (“Bodas gay”, en La Razón, 8/I/2010).

Los indicadores de violencia familiar antes consignados son comprobables, forman parte de una serie anual. Por lo tanto pueden hacerse comparaciones y ver cómo esa violencia crece. ¿Son números que reflejen eso de que el 95 por ciento de los mexicano(a)s son “cristocéntricos”? Bien puede aplicarse a la realidad anterior lo que Jesús le dijo a los fariseos, evocando al profeta Isaías, “este pueblo me honra de labios para afuera, pero su corazón está muy lejos de mí” (Mateo 15:8, Biblia Traducción Interconfesional). No nos engañemos, porque el 95 por ciento de “cristocéntricos” en México solamente existe en la febril imaginación del pastor Rangel.

La sociedad mexicana, las familias, están en grave crisis. La desintegración, el desmoronamiento de sus estructuras, no va a solucionarse si los cristianos evangélicos tienen como uno de los puntos principales en su agenda la persecución de quienes, al amparo de las leyes en la ciudad de México, optan por inscribir su unión homosexual en el Registro Civil. El punto, me parece, debe ser otro: que las iglesias evangélicas sean comunidades contrastantes, por su calidad de vida, con el entorno deshumanizante que las rodea.