“Hipatia se convierte en mártir no por sus ideas científicas, sino las políticas, algo que podría conectarla directamente con Jesús.”(1)De todo lo que he leído de Amenábar, en torno a la película Ágora, esto es lo que más me sorprende, no sólo porque creo que tiene razón, sino porque de los muchos artículos y comentarios que he leído al respecto en periódicos e internet, poquísimos de los que aparecen como entusiastas de la película han hecho esa interpretación. Sobre ese tema volveremos en el próximo capítulo. Ahora me gustaría profundizar en esa Hipatia política que Amenábar menciona en la entrevista que acabamos de citar, y que aparece muy tímidamente en la película. Amenábar deja así pasar la oportunidad de dar al personaje una profundidad mayor de la que se le suele dar. Podría haber roto con el tópico de una Hipatia encerrada en su torre de marfil científico-matemática; pero finalmente ese tópico acaba por imponerse en Ágora, con una Hipatia que “pre-descubre” las órbitas elípticas de Kepler. ¡Una pena!
“Con lo cual en el tercer día después de la muerte de Teófilo, Cirilo tomó posesión del episcopado, con un poder mayor que el que Teófilo había ejercido nunca. Porque desde entonces, el obispo de Alejandría fue más allá de los límites de sus funciones sacerdotales, y asumió la administración de los asuntos seculares.”(2)Parece que Hipatia no se cruzó de brazos, mirando las estrellas, ante la agresiva política del obispo. Hipatia reaccionó, hizo algo, y eso le costó la vida. Lo que sorprende es que la película no se enfoque más en esa dirección. Las fuentes antiguas no contienen suficientes detalles para hacerse una idea completa de lo que pasó; pero da la impresión de que el obispo Cirilo tenía toda una serie de obstáculos ante sí para hacerse con el control de la ciudad, que fue superando uno a uno. En primer lugar, hay que resaltar que, en aquella época, no había una división simple a tres bandas entre paganos, judíos y cristianos. Si bien los judíos eran tal vez un grupo más “homogéneo”, entre los paganos se incluyen tanto a los adoradores de los dioses tradicionales (como Isis) o dioses helenísticos más recientes (greco-egipcios, como Serapis), como a filósofos que no tenían tal vez mucho interés por esos cultos, sino que adoraban a un dios más filosófico y monoteísta, según vimos en la cita de C.S. Lewis (como Hipatia y sus compañeros neoplatónicos)(3). Por si no fuera suficiente, en el paganismo también se englobaban aquellos que tenían interés por la astrología, la magia, el ocultismo y todo tipo de actividades esotéricas que, incluso, podían interesar a algunos filósofos “serios” (p. e., Ptolomeo escribió no sólo sobre astronomía y geografía, sino también sobre astrología(4), y parece que Teón tenía interés en la astrología(5)). Otros filósofos neoplatónicos se interesaron aún más por el mundo del ocultismo y la magia (como Jámblico, h.250-h.325). Igualmente, el cristianismo estaba dividido al menos en tres grupos, pues junto a la iglesia católica mayoritaria y oficial, se encontraban los arrianos (que negaban la divinidad de Jesús) y los novacianos (que se negaban a aceptar entre sus filas a los que habían cedido durante las persecuciones anticristianas), por no hablar ya de grupos más “lejanos” del cristianismo oficial como diversos grupos gnósticos...
“Hubo una mujer en Alejandría llamada Hipatia, hija del filósofo Teón, que realizó tales logros en literatura y ciencia, que sobrepasó a todos los filósofos de su propio tiempo. Habiéndose formado en las ideas de Platón y Plotino, explicaba los principios de la filosofía a todos sus oyentes, muchos de los cuales venían de muy lejos para recibir sus enseñanzas.Frente a la postura de Sócrates, crítica de Cirilo, y que simpatiza con Hipatia, una postura totalmente diferente es la de Juan, obispo de Nikiu, en el siglo VII, que rezuma odio hacia Hipatia, y que es un testimonio excepcional de las ideas “calumniosas” que Sócrates dice que se difundieron entre el populacho cristiano en la cita que hemos visto anteriormente:
Como muestra de autocontrol y sencillez de maneras, que adquirió como consecuencia del cultivo de su mente, solía con no poca frecuencia aparecer en público ante los magistrados. Nunca se sintió intimidada por acudir a una asamblea de hombres. A causa de su extraordinaria dignidad y virtud, todos los hombres la admiraban sobremanera. Cayó víctima de la envidia política que era dominante en aquella época. Como tenía frecuentes entrevistas con Orestes, se difundió calumniosamente entre el populacho cristiano que era ella quien impedía que Orestes se reconciliara con el obispo. Algunos de ellos, empujados por un celo feroz y fanático, y liderados por un lector llamado Pedro(10), la asaltaron cuando volvía a su casa, y arrastrándola de su carro, la llevaron a una iglesia llamada Cesareum, donde la desnudaron completamente, y la asesinaron con tejas [la palabra original significa conchas de ostras, pero se aplicaba corrientemente para las tejas]. Después de desmembrar su cuerpo, llevaron sus restos a un lugar llamado Cenarion, y allí los quemaron. Este asunto dejó caer el mayor de los oprobios, no sólo sobre Cirilo, sino sobre toda la iglesia de Alejandría. Y seguramente nada puede haber más lejos del espíritu cristiano que permitir masacres, luchas y hechos de este tipo. Esto sucedió en el mes de Marzo durante la Cuaresma, en el cuarto año del episcopado de Cirilo, bajo el décimo consulado de Honorio y el sexto de Teodosio.”(11)
“En aquellos días apareció en Alejandría una mujer filósofa, una pagana llamada Hipatia, y dedicaba todo su tiempo a todo tipo de magia, astrolabios e instrumentos de música, y engañó a mucha gente gracias a sus estratagemas satánicas. El gobernador de la ciudad le rendía todo tipo de honores, ya que ella le había cautivado con su magia. Y él dejó de asistir a la iglesia tal y como era su costumbre. […]. No sólo hizo esto, sino que llevó a muchos creyentes ante ella, y él mismo recibió a los paganos en su casa. [… (aquí este autor inserta los disturbios entre judíos y cristianos, que hemos visto antes relatados por Sócrates, como culpando de ellos a la influencia maléfica de Hipatia)…]. Y después de esto, una multitud de creyentes en Dios se levantaron guiados por el magistrado Pedro –que era un creyente en Jesucristo perfecto en todos los aspectos- y buscaron a la mujer pagana que había engañado a la gente de la ciudad y al prefecto con sus encantamientos. Y cuando descubrieron el lugar donde se encontraba, la fueron a buscar y la hallaron en una silla [se supone que era una de esas sillas transportadas por varias personas para desplazarse de un lugar a otro]; y habiéndola hecho descender, la arrastraron hasta la iglesia mayor, llamada Cesareum. Esto sucedió en los días del ayuno. Le rasgaron la ropa y la arrastraron por las calles de la ciudad hasta que murió. Después la llevaron a un lugar llamado Cenarion y quemaron su cuerpo. Todos rodearon al patriarca Cirilo y le aclamaron como “el nuevo Teófilo”, ya que había acabado con los últimos restos de idolatría de la ciudad.”(12)Este testimonio es fundamental para conocer, no solamente las “razones” que se usaron para justificar el asesinato de Hipatia, sino que expone de forma más explicita que otros autores el tipo de alianza que Orestes intentó orquestar para hacer frente a las pretensiones del obispo Cirilo, en las que se unían cristianos y paganos. Hipatia aparece como una pieza clave, mientras que el prefecto atraía a los paganos, ella atraía a los cristianos, cosa no difícil, dado que ella no se había vinculado nunca con la defensa de los cultos paganos, y por su familiaridad con muchos cristianos, que eran aceptados en sus clases. De esta manera, se pueden entender los ataques a ambos, con la diferencia que, mientras Orestes salvó la vida por poco, gracias a la ayuda del pueblo de Alejandría, Hipatia no pudo escapar. Queda así claro que no fue ni su carácter de intelectual, ni su paganismo, y mucho menos su sexo, lo que llevó a Hipatia a la muerte, dado que Orestes fue víctima de un atentado similar, no siendo un filósofo/científico, siendo cristiano y siendo hombre.
“Ocurrió un día que Cirilo, obispo del grupo opuesto, pasaba delante de la casa de Hipatia, y vio una gran multitud de gente y de caballos ante su puerta. Unos llegaban, otros se marchaban y algunos esperaban. Cuando preguntó por qué había tanta gente allí y qué significaba aquella algarabía, sus acompañantes le dijeron que era la casa de la filósofa Hipatia y que ella iba a saludarlos. Cuando Cirilo se enteró de esto, le entró una envidia tal que inmediatamente comenzó a planear su muerte de la forma más abyecta. Así, cuando Hipatia salía de su casa, según su costumbre, una muchedumbre de hombres feroces y sin piedad, sin temor al castigo divino o la venganza humana, la atacaron y la despedazaron, cometiendo así un acto horrible y desgraciado contra su patria.”(13)Otros testimonios más breves confirman los detalles de su muerte variando en la atribución del crimen.(14) El arriano Filostorgio (h.368-h.439) señala a los cristianos católicos (los homoousianos, es decir, los “nicenos”) como culpables, y el monje bizantino y cronista Teófanes (758-818) acusa al populacho. Por su parte, el historiador cristiano Juan Malalas (h.491-578) acusa a Cirilo de dar rienda suelta a los alejandrinos, de alguna manera uniendo así a los dos culpables. Finalmente, podemos señalar que la Suda, recogiendo el testimonio del autor pagano Hesiquio de Mileto (siglo VI), menciona como causa la envidia por sus grandes conocimientos, especialmente de astronomía (a diferencia de lo que dice Juan de Nikiu, no parece que eso implique una carga negativa respecto a estos conocimientos como algo satánico), y apunta a dos posibles culpables, Cirilo directamente, o las masas alejandrinas:
“Fue despedazada por los alejandrinos y su cuerpo fue ultrajado y disperso por toda la ciudad. Esto ocurrió a causa de la envidia por su destacada sabiduría, especialmente en astronomía. Algunos dicen que Cirilo fue responsable de esta atrocidad; otros culpan a la ferocidad innata y las tendencias violentas de los alejandrinos, porque hicieron los mismo con muchos de sus obispos, por ejemplo Jorge y Proteio.”(15)Amenábar ha escogido una versión similar a la de Malalas, en la que Cirilo apunta a Hipatia, siendo otros los ejecutores. En Ágora, los ejecutores son los parabolanos, unos personajes que aparecen siempre de negro, con una indumentaria al moderno estilo talibán, y que supone el descenso de la película a una historia de buenos y malos en… ¡blanco y negro! Buenos paganos de blanco, limpios y pulcros, y malos (malísimos) cristianos de negro, sucios y desarrapados (por cierto, Cirilo también va de negro). En cualquier caso, los parabolanos fueron un grupo real de varios cientos de cristianos laicos (no clérigos), que inicialmente se dedicaron a la asistencia a los necesitados: actividades caritativas, de enfermería y enterramientos, justo las actividades que pocos querían hacer, y solían provenir de los sectores más humildes de la población. Pero, con el tiempo, llegaron a formar una especie de guardia personal del obispo de Alejandría, caracterizada por su violencia. En los testimonios históricos sobre el asesinato de Hipatia, como hemos visto, no se los implica. La única base aparente para su implicación es el mandato imperial del año siguiente en el que limita su número a quinientos y se pone su selección en manos del prefecto. Pero la frecuencia con la que los parabolanos participaban en algaradas callejeras (este mandato les prohíbe el acceso a espectáculos públicos, salas de justicia, etc.) hace comprensible estas medidas tanto si participaron o no en el asesinato.
“Y es que, aun siendo distintas las circunstancias que rodean su muerte, tras el asesinato de los obispos y la filósofa se esconden las mismas pautas rituales que incluyen el desfile en procesión del cadáver, el traslado a cada uno de los distritos de la ciudad de una parte de los restos y su posterior incineración. La reproducción del ritual muestra que Hipatia no fue víctima de una extrema violencia por circunstancias que sólo a ella atañen, sino que la crueldad de su suplicio responde a un paradigma bien constatado en la ciudad desde 250, cuando, durante las persecuciones, los cristianos fueron sometidos a una muerte de idénticas característica, resultado, no de una violencia incontrolada, sino de un ritual institucionalizado para purificar la ciudad de la contaminación provocada por la presencia y la actuación de los condenados.”(22)Tras la desaparición de esa prominente aliada, la oposición a Cirilo tenía los días contados. El crimen quedó impune, según Damascio, por los sobornos de Cirilo, Orestes desapareció de la historia después de la muerte de Hipatia, el obispo de Alejandría volvió a controlar en el 418 su guardia de parabolanos incrementada a seiscientos, y Cirilo disfrutó así de un amplio control de la ciudad, sobre el que pudo apoyarse en conflictos posteriores más ambiciosos por el control de la iglesia cristiana globalmente en el Imperio romano, como la lucha contra los nestorianos que negaban a María el título de “madre de Dios”. Estos conflictos demostraron para sus propios contemporáneos que Cirilo era un personaje sin demasiados escrúpulos a la hora de conseguir sus objetivos.
“Es cierto que la trágica muerte de Hipatia convirtió a su escuela en símbolo de la resistencia pagana, empeñada en defender la tradición cultural griega, pero tal y como hemos comprobado en estas páginas, tanto una visión panorámica sobre la evolución del neoplatonismo en Alejandría como un examen detallado del círculo filosófico de Hipatia no avalan esa imagen tópica. Resulta un contrasentido recrear la escuela neoplatónica de Alejandría dirigida por Hipatia como un centro de propaganda anticristiana. Es una imagen demasiado simplista, lineal, de la evolución del neoplatonismo y sus implicaciones religiosas.”(23)
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