El jardinero enloqueció por un momento, la mirada perdida, miles de recuerdos pasaron en un instante por su cabeza, miles de preguntas, ¿Quién la arrancó? ¿Por qué atacaron mi jardín? ¿Cómo ha ocurrido? ¿Dónde estará mi rosa?
La vida del jardinero había cambiado de la noche a la mañana. Cambió su semblante, cambió su hoja de ruta… su suerte estaba echada. Y destrozado, entristecido por la locura de ver cómo su vida pendía de esa rosa, emprendió una búsqueda desesperada. Sin medios, sin saber qué hacer, por dónde empezar. Todo se le hizo grande hasta las cosas más insignificantes, el mundo se le había echado encima.
A aquel jardinero sólo le quedaba buscar, y buscar. Con solo un megáfono en sus manos y preguntando a todos sus vecinos emprendió esa gran empresa. Cada vez se unían más y más vecinos a ese esfuerzo, aunque el megáfono nunca le abandonó, siempre estuvo con él como su herramienta, la única que tenia para que su búsqueda fuese efectiva y que todo el mundo supiera que su rosa no estaba en su jardín. Fue por todos los rincones sin tiempo para descansar, sin pausas, sin minutos que perder, de día y de noche, en caminos y senderos que parecían que no acababan nunca.
Pero la rosa no aparecía, y la angustia era cada vez mayor, debilitado por el desgaste de energías sin comer, sin beber, sin dormir, sin tiempo para descansar, con esa misma mirada perdida pero con la mente activa sabiendo que no podía bajar la guardia. Pero su rosa no aparecía, “no está en el lugar que la planté” pensaba una y otra vez, echando una mirada al lugar donde una vez estuvo.
De camino a casa y fatigado de la búsqueda, pudo oír una voz que decía “¡la hemos encontrado, está aquí! Y pensó por un momento “¡Por fin! veré nuevamente a mi rosa”, pero entonces añadieron: “la arrancaron, y no tiene vida”. El jardinero quedó roto, preguntándose quién puede cometer semejante acción a algo tan tierno, quién puede tener las entrañas tan negras como para cortar sin misericordia la rosa inocente de un jardín hermoso, que se encontraba lleno de luz y que ahora se apaga, se marchita todo, porque le han robado su rosa más hermosa.
El corazón del jornalero se secó como las ramas de los árboles en otoño, las otras rosas que crecían junto a la rosa hermosa perdieron su esplendor, y en el jardín comenzaron a salir espinos, arbustos y todo tipo de hierbas. Ya nadie cuidaba de aquel hermoso jardín que antes era, y que se volvió de color gris a causa de tanta tristeza.
Cuando el jornalero se dio cuenta que el autor de esta maldad había sido un jardinero malo, y que su dueño LA JUSTICIA no había hecho nada para evitarlo, se dedicó a denunciar que esto tenía que cambiar y que no se permitiese que nadie cortase ni una rosa más. Fue por todos los pueblos, plazas, calles, y circos, a vendedores de sueños e incluso a desiertos donde decían vivir en un paraíso. Algunos que le oían estaban envenenados por el viento de la indiferencia, la arrogancia y la falta de responsabilidad, con corazones despojados de sensibilidad (o quizás con intereses personales). Había también pensadores y pensamientos corruptos, que llegaron a pensar y a decir con lenguas de serpientes venenosas que “quizás la razón de que este que grita tanto y tan claro es que está buscando algo de todo esto”. Porque sólo pueden entender el lenguaje del dolor aquellos que pasan o han pasado por él; estos son los que entienden que ya no hay nada de valor en la vida cuando lo más importante te lo robaron sin piedad, cuando los colores del arco iris se te vuelven tonos grises, cuando un trozo de pan se vuelve duro antes de echarlo a la boca y el agua se torna amarga en el paladar. Es entonces cuando al son de las notas musicales danza la tristeza como un caballo que galopa sin que nadie le pueda poner freno. Es en esos instantes de dolor cuando sólo te queda una salida: transformar tu ira, tu sufrimiento y tu lucha en algo útil para evitar que esto le ocurra a alguien más.
Cuando todo esto pasaba por la cabeza y el alma del jornalero llegó EL BUEN JARDINERO y le dijo “
Jornalero deja que te diga una cosa, LAS ROSAS QUE SE CORTAN EN ESTA TIERRA YO LAS SIEMBRO EN EL CIELO”, y añadió luego “déjame que me lleve a mi rosa, NO TE PREOCUPES YO LA CUIDARÉ HASTA QUE TU TAMBIÉN VENGAS”.
En ese momento desperté yo también de todo ese sueño pensando qué pesadilla más rara había tenido. Pero al asomarme por la ventana -como cada mañana de diciembre, pasando la mano por el cristal que estaba empañado- quise mirar el jardín y me di cuenta de que no era una pesadilla. YA NO HAY NADA QUE CELEBRAR, ¿QUIÉN SOPLARÁ SUS VELAS DE CUMPLEAÑOS, QUIEN HARÁ BAILAR A MI ROSA COMO ANTES BAILABA AL VIENTO? El jardinero malo sí celebrará sus primaveras, el dueño llamado Justicia también, y los vendedores de sueños también. PERO NO YA MI ROSA, AY MI ROSA…
Dios te bendiga
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