Estás advertido: la bonanza puede ser un espejismo y si explosiona te arrancará aquellos atavíos que no te corresponden.
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El Eros completa al hombre. Pero nada de empalagos: basta el entremés de la sugerencia.
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Recordad que fueron los profesionales de la religión quienes alentaron la crucifixión del Amado galileo. También ellos dieron orden para la segunda muerte de Lázaro, en su burdo empeño por borrar las huellas del milagro.
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Su lengua deletrea mentira tras mentira. Se encorva, pero sigue profiriendo mentiras.
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Él sólo descansa el día que no oye voz de auxilio ni dolor ajeno.
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La ignorancia es paja seca para que prospere la barbarie. Su antídoto suele ser la educación. Pero no siempre: ahí está esa mayoría del educado pueblo que siguió a Hitler.
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¿Practican la infamia o prevarican contra ti? Los destrozadores sólo hallan corrección cuando les traspasa el ojo del huracán.
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Cuánta verdad destilas, querido Tácito: “El oro y las riquezas son las causas principales de las guerras”. En toda época las ínfulas de los cuatreros han pretendido cotizar al alza. Su pregón de libertades deriva del deseo de demostrar su fuerza para cribar derechos elementales o despojar los escasos recursos naturales que detentan los humildes. Su codicia es infinita: ella impulsa a podar cabezas, a dejar marchitos otros pueblos, a abandonar los huesos apilados tras latrocinios y atrocidades.
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Lo que tú deseas no es la realidad, pero es evidente que existe la realidad de los deseos.
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Torpe mente aquella que escudriña los Mandatos sin abrir su corazón. Husmea pero no Ama; se expresa con soltura pero en su hogar no duerme nadie.
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Una forma de simulación: “¡Péinate, que ya llegan los invitados!”.
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Debes estar dispuesto a pagar el precio por no considerar como perdidas las causas justas.
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Lo cursilón no fortifica el espíritu del hombre ni es pan saludable la pleitesía.
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Reconócete poblado de limitaciones.
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Te has entregado al torbellino del mundo; te estás consumiendo en su confusión, en el frenético maratón por adquirir y ostentar lo innecesario. ¿Qué impide ahora que enloquezcas y ataques con furia a quienes claman justicia para los desposeídos?
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Las promesas cotidianas se olvidan o no se cumplen, pues su brote se debe sólo al afán de poder. También a la incontenible posesión de un cuerpo o una fila de cosas.
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Honesto sólo el corazón que repudia el alto mal que extendió Caín, la violenta mano que pierde los estribos o las monedas que pagan la vanidad del mendicante hombre rico.
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Ante el abuso, ni callar ni mentir: sumo ejercicio.
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La ingratitud es la desgarradura mayor que sufre el bondadoso. La practican quienes tienen torcido el corazón.
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Todo fiel creyente lo será si es libre (y no impostada) la profesión de su fe.
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Dentro el pulso inapagable del mundo vierte todas tus contradicciones. Íntimamente es posible, tal como se lava el alma tras los vendavales.
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¿Qué ahora deseas emigrar en búsqueda de trabajo? Difícil atisbo tu aventura, pues acostumbrado estabas a que te sirvieran. Te creíste superior al siervo que con desdén aceptabas.
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Braveza sólo para no avergonzarse de ayudar y de ser consecuente con lo que pregonas.
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A veces hasta sentir se considera crimen o pecado.
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Todas las patrias son mías. También todos los siglos. Por ello me considero compatriota de Horacio y de Baquero, de Tagore y de Basho. Juan de Yepes, Milton y Rilke son mis contemporáneos y a Vallejo lo visito en París todos los jueves. Olga Orozco y Circe Maia son mis hermanas porque nacieron poetas en mi casa que es el mundo y es el exilio.
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Estamos hechos para recomenzar bajo una oración eterna.
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