Desde la agrupación evangelística
Delirante.org convocamos nuestro
primer certamen de relato breve con el erotismo como tipología literaria para la edición 2009.
A pesar de que desde las bases y la primera línea de nuestra promoción aclarábamos que el contenido de los relatos debía concordar con la perspectiva bíblica, no han faltado cristianos que desde el inicio de esta iniciativa nos han criticado (algunos públicamente) porque hemos elegido el erotismo como género. Medios digitales de transfondo cristiano y que habitualmente reproducen nuestras notas de prensa han optado por el mutismo respecto al anuncio de esta noticia, aunque es de agradecer que Protestante Digital haya sido una excepción.
Por otro lado, teniendo en cuenta la crisis económica y la inminencia de las navidades, entendemos que a hermanos lectores de estos medios no les habrá hecho mucha gracia conocer que se les ha privado de saber que por menos de 800 palabras podían optar a varios premios en metálico, incluyendo uno de 500 euros y otros tres de 100 euros con un pack de regalos extra para todos ellos.
No obstante, y teniendo en cuenta la excesiva perversión del sexo en derredor y la escasez de iniciativas similares en el entorno evangélico, entendemos también como normal la opción del silencio y la prudencia mediática respecto a este concurso. No obstante, nos consta que algunos lectores de estos medios religiosos se lamentan ahora de haberse perdido esta oportunidad.
Respecto a las críticas recibidas, ¿Tenemos un problema ante el Dios de La Biblia por haber convocado este certamen? Según el diccionario de la RAE, el término
erótico se define como: “1. Perteneciente o relativo al amor sensual”, algo que no puede describir mejor, por ejemplo, el bíblico Cantar de los cantares. Partiendo del significado correcto de las palabras, hubiésemos entendido mejor que las críticas recibidas se hubieran producido tras el conocimiento y análisis de los relatos ganadores y no a priori. Si Jesús nos exhorta a no juzgar, ¡qué más podemos decir de prejuzgar! Como afirmaba Jesús para acallar las perversamente espiritualizadas provocaciones de Satán, el hecho objetivo no es otro que
el ensalzamiento del erotismo “escrito está” en La Biblia.
Nuestra motivación para esta convocatoria no ha sido provocar por provocar, o dar una imagen esnobista. Nuestro deseo es dar testimonio de Dios conforme a su Palabra y, en este caso, mediante la creatividad de los participantes inspirados en La Escritura. El anhelo ha sido desmitificar dañinos y populares
tabúes religiosos que entendemos que no son bíblicos sino que tienen su origen en concepciones paganas, en dualismos griegos que enfrentan el espíritu contra el cuerpo como supuestas realidades incompatibles. Esta dicotomía, de la cual se empaparon grupos gnósticos desde el siglo primero, sigue hoy impregnada con fuerza a gran parte de la cristiandad.
Qué duda cabe que también la tradición y tremenda influencia del catolicismo tiene en este aspecto mucho que ver con nuestra imagen del sexo, aunque nos declaremos protestantes o libres de toda influencia extrabíblica, algo que por otro lado es imposible.
En parte, sólo en parte, es llamativo que desde Delirante estemos dando explicaciones de esta iniciativa a quienes se supone que declaran la exaltación del contenido completo de La Biblia.
Encuestas anónimas y estudios sociológicos concluyen que
cuanto mayor es el tabú del sexo en un círculo religioso, mayor es el desorden sexual de sus componentes, lo cual no es nada sorprendente. Quienes a priori ya dan por sentado que cualquier mención erótica o charla abierta sobre el sexo conducirá indefectiblemente al pecado o a la pornografía están en un error de consecuencias dañinas sobradamente demostradas. Esto es como decir que un cristiano no debería comer porque el pecado de gula y la obesidad abundan por doquier.
Relacionar por defecto erotismo con pecado sería similar a decir que los creyentes no deberíamos orar porque el 99,9% de las oraciones de la historia de la humanidad son perversas y se ofrecen a falsos dioses, siendo mejor y más prudente no orar para evitar la tentación del pecado.
Evidentemente, la naturalidad y
las necesarias conversaciones abiertas sobre sexo o la exaltación de lo humanamente estético no tienen nada que ver con participar de lo soez, la lujuria o la pornografía. El diablo, aunque a menudo pervierta lo bueno, no crea ni inventa nada nuevo. El sexo es de Dios y no algo que la iglesia deba entregar resignadamente al mundo a modo de monopolio, un mundo para el que hace tiempo que el don divino del sexo, también en sus aspectos constructivos, dejó de ser tabú.
Continuará...
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