Pero algo está pasando cuando las más altas instituciones, grupos y plataformas (que llevan años bombardeando con ideas infladas de una fantasía en la que cada uno puede hacer y decir lo que quiera EN NOMBRE DE LA LIBERTAD) se encuentran ahora con que
el todo vale se está convirtiendo en el arma de destrucción de una sociedad creada de una manera artificial por quienes confundieron la libertad con el libertinaje, la independencia con el imperialismo unipersonal, y el respeto con la sumisión incondicional.
Ahora preocupan situaciones como el botellón o botellazo, la injusta justicia, la agresividad de una juventud que agrede y quiere dominar tanto a padres como a autoridades, bien sea en colegios e institutos o en los hogares, o en la calle. Y gritamos ¡QUÉ ESTA PASANDO!
Y es que se han encendido las alarmas, porque se está llegando al límite de lo permitido, al clímax de lo moralmente incorrecto. No hay control y parece que la situación se nos escapa como agua entre los dedos. No se puede seguir parcheando lo que se podría remediar sólo con la siembra de valores que pueden transformar una sociedad destinada al fracaso para convertirla en una sociedad de futuro.
Pero es ahora, cuando realmente se levantan tempestades, cuando precisamente NO HAY QUE PERDER EL RUMBO, sino luchar por lo que uno cree, sin doblegarse ante lo inmoral, lo banal, lo impúdico y lo obsceno.
Porque la diferencia entre lo bueno y lo malo es bien clara, y no siempre las mayorías tienen razón cuando se dirigen hacia un precipicio, no siempre.
La Historia nos ha enseñado los grandes errores de la humanidad, pero ¡qué pronto nos olvidamos de ella! La Biblia dice “no te olvides de la cantera de la que fuisteis sacados”, haciendo un recordatorio para aquellos que un día se ven envueltos en una situación compleja.
Y es que el ser humano tiene que recordar constantemente su pasado. Para no olvidar que ante el presente y el futuro que le aguarda no debe de caer en los mismos errores. Para no volver a esa cantera sin vida y sin esperanza siendo inútil, sin servir ni para decorar cualquier casa, o sin siquiera tener la posibilidad de que se escriba sobre cada uno de nosotros parte de esa gloriosa historia que nos espera o no depende de ti.
A veces no es culpa de los que nos dirigen sin rumbo a una situación difícil, sino que es más bien que cada uno de nosotros nos dejamos llevar a cualquier lugar sin que nos importe lo que ocurre a nuestro alrededor. Un señor me dijo en una ocasión “he aprendido algo de usted señor Cortés”. Le respondí “Dígame“. “Es que vamos cada uno a lo nuestro, sin importarnos los demás, pero ahora sé que hay que luchar contra la pasividad que hay en los ciudadanos. Tenemos que romperla. Gracias Sr. Cortés porque desde que le conocí he aprendido a defender mis derechos”. Y esto no es más que una muestra de lo que en realidad está ocurriendo en nuestro país.
Lo deshonesto está por encima de las personas de bien simplemente porque los demás no hacemos nada para evitarlo. Por eso Jesús les dio una enseñanza a sus discípulos: cuando estaban en la barca para cruzar al otro lado del mar, Jesús se quedó durmiendo un tiempo y cuando se levantó una gran tempestad, cuando el viento y la lluvia empezó a golpear sobre ellos, dejaron de esforzarse y de luchar por si mismos y acudieron al maestro. ¿Qué ocurrió? Que Jesús les recrimina su actitud porque lo que realmente deberían de haber hecho es, sencillamente, mantener la calma y no perder el rumbo; y seguir navegando, porque todos ellos eran hombres de mar y sabían luchar contra la tormenta. Pero se acomodaron. Aunque aún así El siempre estará con nosotros para socorrernos.
Sentado a la mesa de mi casa, a la hora del almuerzo y acompañado por dos ilustres personalidades -mi hijo y mi sobrino, ambos de once años- puse atención a uno de los debates mas auténticos y profundos que he escuchado (al mismo tiempo que interesante) de los últimos tiempos tras la noticia de mi anunciada -que no confirmada- participación como posible candidato a la alcaldía de Huelva. El uno comentaba “¡Tito ¿te vas a presentar de Presidente!, no?. Y el otro respondía “No, no, de Presidente ya es mucho tío, es para ser alcalde; además si es para Presidente… no estaríamos tanto tiempo juntos, y además los presidentes cobran mucho dinero y son ricos, pero yo prefiero ser pobre y tener a mi familia que ser rico y no tenerla”. Y replicaba el otro en un tono exagerado y lleno de orgullo, con una voz radiante y llena de vida, “¡Pero es que con el dinero se pueden hacer muchas cosas tío!”, y otra réplica “¡Pero para qué lo quieres, si la familia es lo mejor!”.
Mi esposa y yo observábamos con muchísima atención sin interrumpir ese gran debate y yo me preguntaba, para mi mismo, ¿dónde están esos valores que nos hacían ser delegados de clase con la responsabilidad que ello conlleva, con el único interés de mejorar las condiciones de los estudiantes sin ninguna recompensa, e incluso a veces cargándote los marrones de otros?. Más aún ¿dónde están aquellos señores que lucharon por una democracia sin otro argumento ni interés que no fuesen los derechos de las personas? Porque
este pequeño discurso entre niños muestran dos tipos de influencia. Por un lado el dinero que todo lo puede, por otro la educación en valores adquirida a través de la familia. Y es que ellos no son ajenos a la realidad que gira a su alrededor: los medios de comunicación, los amigos, la familia, el sistema educativo…. todos ellos influyen de una u otra manera en descubrir los valores educativos y culturales durante toda una larga vida de aprendizaje.
Por esto y por muchas cosas semejantes NO PERDAMOS EL RUMBO Y FOMENTEMOS QUE EXISTA UNA TRANSMISIÓN DE VALORES, POR EL BIEN DE UNA SOCIEDAD QUE SE ESTÁ MARCHITANDO.
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