Me gustaría que mi primera intervención en Protestante Ddigital, fuese como una carta de
agradecimiento a todas aquellas personas creyentes y no creyentes por el apoyo, el ánimo y esa alianza o cercanía que han mostrado a lo largo de todo este tiempo con la familia Cortés. He sentido el calor, el cariño, el respaldo… y sobre todo la oración de tantos y tantos hermanos que dedicaron parte de su tiempo a interceder al Señor por nosotros, que os puedo decir que nunca nos hemos sentido solos gracias a vosotros y al Señor.
Cuando se pierde alguno de los sentidos los demás se agudizan, se ponen en alerta. Y puedo decirles que en esos momentos tan difíciles pierdes la noción del tiempo, te falla la vista, pierdes el rumbo, todo gira alrededor de ti -o demasiado rápido o demasiado lento-. Es como si las cosas pasaran a veces en
rapidplay, y a veces con secuencias que desearías que pasaran en
slowyplay. Donde los minutos se te hacen a veces interminables segundos, las horas odiosos minutos y los días horas eternas; y en otros momentos, en cambio, las semanas y los meses pasan volando.
Es como si el tiempo se volviera loco. En otras ocasiones, desearías que la vida quedase congelada en un día y una hora determinadas para intentar arreglar lo que otros destrozaron. Pero la cruda realidad hace que te tengas que enfrentar a las circunstancias, a lo que otros llaman destino al que todos estamos sujetos, como presos que no se pueden soltar de sus cadenas, atrapados en el
oráculo de la vida.
Y te preguntas hasta cuándo tengo que estar atrapado, sin poder elegir cuál de los mejores días de mi vida puedo volver a revivir, o quizás por qué este otro día simplemente no deja de existir.
Ese es el lastre que llevamos todos y cada uno de nosotros, la vida es así no podemos cambiar nuestro destino, pero si podemos elegirlo, porque a todos nosotros se nos ha dado la oportunidad de escoger entre lo bueno y lo malo, lo vulgar y lo corriente lo justo o lo injusto.
Pero cuando te toca vivir la peor parte, cuando todo queda reducido a escombros, cuando te arruinan la vida sabiendo que no te lo mereces, solo te quedan dos cosas o te rindes o luchas.
¿POR QUÉ PONGO EN PRIMER TÉRMINO LA PALABRA
RENDICIÓN? PUES SENCILLAMENTE PORQUE ES LA OPCIÓN MÁS FÁCIL, LA MÁS SENCILLA, LA QUE MENOS CUESTA. PERO QUIZÁS LA MÁS INOPORTUNA, LA MENOS INTELIGENTE, LA MENOS ACERTADA SEA TAMBIÉN ESTA.
La diferencia entre una y otra es bien grande, la brecha que se puede dejar entre una y otra opción es demasiado importante como para que nos paremos aunque sea un momento a meditar; o por lo menos a tomarnos unos segundos. Aunque nos falte el tiempo y parezca que nos ahogamos, aunque perdamos la noción del mismo, aunque no tengamos la agudeza de nuestros sentidos en las mejores condiciones. Pero
creo que esos segundos pueden significar, el comienzo de una derrota o por lo contrario el principio de una larga batalla de supervivencia. O rendirte y quedar a expensas del enemigo, o seguir luchando por lo poco o mucho que te ha quedado en pie: los que te rodean, los que te quieren, los que te apoyan, los que creen en ti…
o lo que yo llamo el comienzo de la siembra invisible, sabiendo anticipadamente -sin quizás darte cuenta de ello- que al final de todo tu esfuerzo otros recogerán el fruto de tu siembra, de tu dolor, de tu trabajo.
Uno quizás no sabe lo que va dejando por detrás; hasta dónde pueden llegar tus decisiones, o la repercusión que puede tener lo que decidas en momentos tan extremamente agudos. Pero la única opción, a pesar del dolor que podamos arrastrar, es mirar hacia delante. Esperar en el futuro que las cosas verdaderamente cambien para bien de los demás aunque ya no para ti mismo.
Tu no escoges tu presente pero si decides tu futuro. O derrumbarte, y causar males mayores sabiendo que de tus decisiones dependen los demás (tus hijos, tus padres, tus hermanos, tu familia, tu esposa, tus amigos, la sociedad, los más inocentes).
O levantarte como poderoso gigante, aunque a veces no tengas ganas ni de respirar porque creas que lo mejor es descansar cuando ya estás muerto, o esperas una ráfaga de oxígeno para poder levantar la cabeza como le sucedió al Elías bíblico (el cual tuvo que vencer primeramente sus temores y luego dar un paso de fe para decidir sobre su futuro).
Jesús tuvo que convencer a los demás de que con dos panes y dos peces se puede conseguir alimentar a grandes multitudes. Y es que es difícil emprender una batalla sin primero convencernos a nosotros mismos de que podemos conseguirlo; incluso sabiendo que si por alguna fatalidad no lo conseguimos, aún así la lucha habrá merecido la pena. Porque si no se intenta nunca podremos saber si lo podemos conseguir.
Bueno queridos lectores sin más recibid un saludo en el nombre del Señor.
Dios les bendiga.
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