No sé cuán conocido sea en otras latitudes pero por si alguno de mis lectores no lo había oído, sacar las castañas del fuego con la mano del gato ofrece un cuadro lleno de colorido que, después de tantos años, aun tengo grabado en mi inconsciente.
Es probable que alguna vez haya conseguido los servicios de un gato. Y por ahí, seguro que también alguna vez yo mismo hice de gato. Pues, se trata de poner en las brasas de un fuego con leña o carbón, generalmente al aire libre o en los viejos fogones de la casa de la abuela, una cantidad de castañas para que se cuezan y luego comerlas. (Son riquísimas.) La cáscara de las castañas no se quema pero se calienta casi como si fuera una brasa más de modo que sacarlas del fuego a dedo pelado cuando ya están cocidas tiene sus complicaciones. La tendencia de algunos, y de ahí el refrán, es que otros las saquen, se expongan a quemarse las manos y luego las entreguen a los dueños para que se las coman. Negocio redondo para estos, sin duda. (¿Habrá quedado claro, mi amigo Pedro?)
En estos días recibí dos correos (entre los tantos que siempre están llegando). Uno era una invitación para que saque las castañas de otros con mis manos y el segundo para que una mi voz en defensa de alguien que está a punto de ir a la cárcel, aparentemente en forma injusta. Leí los dos correos y decidí adherir al segundo e ignorar el primero.
En América Latina estamos acostumbrados a que quienes deberían defender por ellos mismos sus intereses pongan a otros a meter las manos en el fuego. Esto es ya tan natural entre nosotros que nadie se extraña cuando ocurre. Y ocurre todos los días.
La verdad es que nuestros pueblos están llenos de gatos con sus manos quemadas que han pasado su vida sacando castañas ajenas para que otros se las coman.
Alguna vez, alguien dijo. (Hablo de Chile y de los chilenos pero esto se puede aplicar dondequiera porque, hoy por hoy, la situación es igual en todas partes.) Alguien alguna vez dijo, digo, «Si El Mercurio te dice que vayas en tal o cual dirección, toma sin dudarlo el camino en sentido contrario. Si te dice que vayas a la izquierda, cierra los ojos y anda a la derecha (no estoy hablando de izquierdas o derechas políticas sino de puntos cardinales), y si te dice que vayas hacia allá, anda hacia acá; si te dice ve para arriba, ve para abajo; si te dice párate, siéntate y si te dice siéntate, párate; si te dice habla, calla y si te dice calla, habla». ¿Por qué esa rebeldía? Porque El Mercurio representa los intereses de unos pocos entre los cuales yo no estoy. Y porque lo que quiere él y esos pocos es que yo y como yo miles y millones más, les saquemos las castañas del fuego. Y así como hablamos de El Mercurio (que dicho sea entre paréntesis es dueña de prácticamente todos los periódicos que existen a lo largo de Chile con lo cual la canción sigue siendo una versión absolutamente monocorde de aquel cantico que alguien tituló: «¡Democracia, qué grande sos!») podemos hablar de cualquier periódico importante que se publique en cualquier lugar del mundo.
Un día de esta semana, en un enfrentamiento entre mapuches del sur de Chile y hacendados, uno de los mapuches, un jovencito de 23 años resultó muerto, según dicen testigos después de haber recibido un disparo por la espalda. ¿Quién le disparó? Un gato. Un gato vestido de carabinero. La fuerza policial chilena, enviada por el gobierno de la socialista (?) Michelle Bachelet ha destacado un pelotón de sus efectivos en la Región de la Araucanía dizque para defender la institucionalidad. En realidad, lo que están defendiendo son las tierras de los latifundistas, tierras que alguna vez pertenecieron a los mapuches pero que hoy día están en manos de los «huincas» (blancos). Los mapuches meten sus manos al fuego tratando de sacar sus propias castañas en tanto que los latifundistas cuentan con un ejército de gatos para que hagan el trabajo por ellos. ¡Eso es sacar las castañas del fuego con la mano del gato!
Y no se preocupen que seguirán muriendo mapuches sin que alguna vez consigan recuperar sus tierras. La presidenta (¡tan socialista ella!), hablando anoche por la televisión sobre el caso, dijo que solo el diálogo es la solución. Cierto, solo que el diálogo comenzó por allá por 1810 y seguirá hasta el día de las calendas griegas. Y los mapuches, generación tras generación, esperando lo que nunca llegará.
En Honduras, utilizando los mercurios hondureños (porque, como decía, mercurios hay en todas partes) se moviliza a parte del pueblo para que salga a defender al gobierno de facto. Y los gaticos, sin darse cuenta que están sacando del fuego castañas que no les pertenecen, salen a «defender la democracia». Mientras tanto, el presidente Zelaya sigue buscando gatos que le saquen «la castaña del fuego» y recorre los países con su ridículo sombrero blanco contando su cuento que a pocos convence aunque todos se muestren lo más simpáticos con él.
El otro caso al que, como periodista he adherido, tiene que ver con la sentencia a pasar un año en la cárcel contra el colega guatemalteco Raúl Arturo Figueroa Sarti. Se le acusa de haber publicado una foto sin el consentimiento del propietario. En los Estados Unidos en esto de respetar los derechos de propiedad intelectual se es extremadamente cuidadoso. Pero en América Latina somos más relajados.
Leyendo el documento que recibí, me doy cuenta que, en el contexto de la liviandad con que nosotros tomamos estas cosas, el señor Figueroa se conformó con un permiso verbal que ahora amenaza con costarle bastante caro. En América Latina, cuando se trata de llegar a un acuerdo, decimos: «Basta la palabra». Y esto era (no sé si seguirá siéndolo) tan sagrado como cuando aquel pariente del poderoso y astuto señor Booz se sacó el zapato y se lo entregó en señal de firma del trato al que habían llegado y que permitió a éste casarse con la bella Rut (
Rut 4:7-8).
Resumida, la historia es la siguiente: En 2006, el señor Mardo Arturo Escobar, un oficial en el Tribunal Cuarto de Sentencia Penal de Guatemala, habló con el señor Figueroa para solicitar la ayuda de F&G Editores, una casa editorial fundada por éste, para la impresión de algunas fotos de su propiedad. Según su propio testimonio, él autorizó al señor Figueroa para que usara una de esas fotos en la portada de un libro publicado por F&G Editores, titulado
Cualquier forma de morir. El libro apareció en noviembre de 2006 y en la contraportada se dio el correspondiente crédito al señor Escobar como dueño de los derechos intelectuales sobre la foto. Después que el libro salió a la luz pública, el señor Escobar visitó las oficinas de F&G Editores para conseguir una firma del autor ocasión en la que manifestó su aprecio por la publicación de su foto y recibió varios ejemplares del libro. En agosto de 2007; es decir, casi un año después, el señor Escobar presentó una denuncia por violación al derecho de autor alegando que se había usado la foto sin su consentimiento. La sentencia del Tribunal correspondiente en Guatemala por el delito de violación al derecho de autor y derechos conexos, es de un año de prisión conmutable «después de pagar una multa adicional» (sic).
Cuando leí sobre quién es el señor Figueroa, decidí agregar mi firma a la petición de que se revoque la sentencia condenatoria. ¿Quién es él? Copio textualmente del correo que se ha difundido en busca de apoyo: «Es un reconocido editor guatemalteco que se ha dedicado a publicar materiales importantes relacionados con los derechos humanos… Es el fundador de F&G Editores. Ha publicado docenas de libros pioneros sobre los derechos humanos, incluyendo el informe final de la Comisión para el Esclarecimiento Histórico de la ONU el cual investigó el conflicto armado interno y determinó el suceso de genocidio. Sus publicaciones examinan importantes y delicados temas sobre los derechos humanos, los cuales no son frecuentemente investigados por los medios guatemaltecos».
Esos datos me parecieron suficientemente válidos como para darle mi apoyo.
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